Jair Bolsonaro atraviesa las horas más complejas en lo que va de su mandato. Esta afirmación se viene haciendo, desde, prácticamente, su misma llegada al Palacio del Planalto. Pero esta vez, tiene bastante asidero con la realidad para pensar que, efectivamente, las peores horas de Jair Mesías han llegado. Brasil se enfrenta a la peor crisis sanitaria de las últimas décadas –quizás, de toda su historia-, pero también a un terremoto político de grandes proporciones puertas adentro de la coalición gobernante. El sector militar ha puesto en jaque al gobierno tras la renuncia/despido del Ministro de Defensa, Fernando Azevedo e Silva. Al otro día de conocerse su salida del Ejecutivo, renunciaron en conjunto por primera vez en toda la historia brasileña, los jefes de las tres Fuerzas Armadas, en solidaridad con el general de reserva, Azevedo. Hace dos semanas había renunciado el tercer Ministro de Salud desde que comenzó la pandemia, el general Eduardo Pazuello.
Además, el presidente dejó cesante en sus cargos a otros cinco funcionarios de primera linea: Ernesto Araújo, de Relaciones Exteriores, Luiz Eduardo Ramos, Secretario de Gobierno, Walter Souza Braga Netto, Jefe de Gabinete, André Mendonça, de Justicia, y José Levi, Fiscal General. Araújo debió renunciar debido a sus fuertes críticas contra China, Estados Unidos y la India, socios imprescindibles para Brasil. La salida de la plana mayor de los representantes de la Justicia en el gobierno tienen que ver, entre otros motivos, con los recientes fallos favorables a Lula Da Silva, los cuáles han sido interpretados como duros reveses para los sectores más duros tanto del bolsonarismo como del poder militar. Los que salieron de manera definitiva del gobierno fueron Azevedo y Levi. El ya ex Ministro de Defensa era uno de los 8 de 22 miembros del gabinete con rango militar, y era parte del gobierno desde la asunción de Bolsonaro en 2019.
De todas maneras, tres de los Ministros enrocarán dentro del mismo gobierno. Braga Netto pasará a Defensa, Mendonça se convertirá en el nuevo Fiscal General, y Ramos será el nuevo Jefe de Gabinete. El nuevo Canciller será Alberto Franco França, hombre de confianza de Bolsonaro. A su vez, Flávia Rruda será la Secretaria de Gobierno y Anderson Torres el nuevo Ministro de Justicia. Todos ligados al bolsonarismo más duro. Lo cierto es que, al menos en los hechos, el verdadero hombre fuerte de las Relaciones Exteriores del gobierno brasileño es Eduardo Bolsonaro, diputado por el Estado de San Pablo, y uno de los hijos del presidente. Bolsonaro Jr. tiene amplios contactos con The Movement, y es su representante en América Latina. Se trata del movimiento” de extrema derecha conducido por el estadounidense Steve Bannon –ex asesor de Donald Trump-, que nuclea a algunos de los principales partidos populistas a nivel mundial.
Los sectores más moderados” de la derecha brasileña y del gobierno, critican duramente la gestión de la crisis sanitaria por parte del presidente. El país se encuentra en el peor momento desde que estalló la pandemia. En la última semana registró record de muertes, y tanto la cifra de contagios como de fallecidos no hacen más que subir día a día y semana tras semana. Brasil promedia los 2.600 muertos diarios y supera ampliamente los 60.000 contagios por día. Más de un tercio de las muertes mundiales provocadas por el virus durante la última semana, se produjeron en el país. Además de esto se agrega el surgimiento de nuevas cepas como la de Manaos o Río de Janeiro. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), representan un peligro para todo el mundo y especialmente para la región de Sudamérica. A pesar de este escenario, el gobierno no planea restricciones y pone toda la confianza en una vacunación que viene extremadamente lenta más algunos fármacos que supuestamente podrían combatir al virus.
Muchas son las hipótesis que se pueden esbozar respecto de lo que está sucediendo políticamente en Brasil por estas horas. Sin embargo, sería irresponsable aventurarse a desgranarlas debido a que por ahora, todas se encuentran dentro del terreno de lo meramente especulativo. Por lo pronto, no es tan arriesgado afirmar que la calidad institucional y la democracia no están pasando por sus mejores horas en el Planalto. El escenario político en el gigante sudamericano es tan complejo e impredecible que es muy difícil realizar pronósticos. Si hay algo seguro es que, por ahora, lo único fácil de predecir es que, mientras el gobierno continúe ciego a las consecuencias de no tomar medidas respecto de la pandemia, esto solo seguirá empeorando. La pregunta es: ¿Cuántos brasileños más deben morir para que el gobierno tome cartas en el asunto? Todo parece indicar que el umbral de tolerancia de Bolsonaro y su círculo más íntimo es bastante alto al padecimiento diario de su propio pueblo. La única política concreta que viene mostrando el presidente, desde que estalló la pandemia, es la de la muerte.