Nayib Bukele, de 39 años, se encuentra en la centralidad de la política latinoamericana prácticamente desde que asumió, en 2018, como el presidente más joven de toda la región. En aquel entonces, llegó al poder como un independiente” con ideas políticas pragmáticas y alejado de la política tradicional salvadoreña. La realidad, como suele ser en estos casos, era más compleja.
Fue alcalde de la capital, San Salvador, entre 2015 y 2018, por el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), histórico partido de izquierda. Pero en su candidatura presidencial se lanzó por el partido conservador Gana. Su mayor activo, en un comienzo, fue saber utilizar el hartazgo general de sus ciudadanos respecto de la clase política salvadoreña. Al mismo tiempo, llevó adelante un usó muy eficaz de las redes sociales en detrimento de la prensa tradicional, lo que le ganó el apoyo de los sectores más jóvenes. Entre las imágenes de Monseñor Romero, sus medidas contra la inseguridad y el bitcoin, Bukele no deja de sorprender a propios y extraños.
Su respuesta frente a la pandemia le sumó una gran popularidad en el país. no solo impuso cuarentenas obligatorias para frenar el avance del virus, sino que también implementó grandes ayudas sociales. A pesar de su talante conservador y liberal, Bukele les exigió a los empresarios que debían estar dispuestos a ganar un 20% menos”. A su vez, suspendió el cobro de alquileres, de servicios esenciales como electricidad, el agua, el gas, y de los impuestos, por tres meses, durante 2020. En febrero de ese año, cuando la pandemia todavía no había llegado a América Latina, el mandatario había enfrentado otra crisis más doméstica: la oposición lo acusó de pergeñar un autogolpe de Estado al irrumpir, con policías y militares, en el Parlamento, harto de no poder aprobar sus leyes debido a la falta de mayoría legislativa.
En aquel entonces, el presidente, que profesa la fe evangélica, oró públicamente y aseguró que Dios le pidió paciencia”.
Sus opositores lo acusan de violar los Derechos Humanos y de aprovechar el plan de seguridad, que presentó en 2019 con el objetivo de derrotar a las pandillas”, para concentrar un poder casi total bajo su figura. El apoyo de las fuerzas, tanto policiales como militares, es casi total. El Salvador, que llegó a tener las tasas de homicidios más altas de toda América Latina, experimentó una caída de los asesinatos a partir de la llegada de Bukele: en 2020, se registraron 1332 homicidios, un 45% menos respecto de 2019. Se trata de un récord histórico, rebajando la tasa de asesinatos en más de la mitad, llegando a 19,7 cada 100.000 habitantes, siendo de 52,2 cada 100.000 en 2019.
A pesar de que distintos organismos de DDHH han denunciado el accionar de la Policía Nacional y el trato que se le da a los prisioneros, con estos números la popularidad de Bukele está por las nubes.
A mediados de este año el presidente anunció que convertiría a la criptomoneda Bitcoin en un activo de curso legal en El Salvador. El país tiene una economía dolarizada desde hace dos décadas, y lo que busca con esta decisión es dinamizarla. A partir del próximo 7 de septiembre entrará en vigor la Ley Bitcoin”. Con esto, lanzará una billetera electrónica gratuita llamada Chivo”, donde se podrán hacer transacciones de todo tipo con Bitcoin, e incluirá 30 dólares en Bitcoin para todo aquel que la descargue. La oposición, tanto de derecha como de izquierda, afirma que los ciudadanos perderán su dinero si apuestan al Bitcoin. Además, acusan al gobierno de querer pagar los salarios de los trabajadores con esa criptomoneda, algo que el Ejecutivo niega, de momento. A esto, Bukele simplemente respondió: ¿Y qué pasa si alguien no quiere usar bitcoin? Pues nada, no baje la aplicación y siga su vida normal. Nadie le va a quitar sus dólares”.
Bukele es dueño de un estilo de comunicación muy particular, suele darles órdenes a sus ministros vía Twitter, para demostrar la transparencia de sus acciones de gobierno. En un país profundamente religioso, no les escapa a los simbolismos tradicionales: revindica la figura de monseñor Oscar Romero, obispo asesinado por los militares durante la guerra civil, mientras que se declara abiertamente evangélico y reza en público. Su mote de presidente millenial” es reforzado por decisiones como la del bitcoin; sus opositores dicen que es un populista de centro” que carece de un programa real de gobierno; sus partidarios afirman que es un pragmático que busca modernizar un país que aún no se recuperó de una cruenta guerra civil, y se encuentra asolado por el crimen organizado y las pandillas.
Por lo pronto, los números parecen darle la razón a Bukele. No solo es el presidente más joven de toda la región, sino el que su imagen positiva se da en un contexto donde la popularidad de casi todos sus colegas cae tanto en las encuestas como en las calles.