El reconocimiento de Honduras a la República Popular China (RPCh) es uno más, dentro de una lista cada vez más larga de países que dejan de reconocer a Taiwán.
La política de «una sola China» es una política adoptada por varios países y organizaciones internacionales, que reconoce a la RPCh como el único gobierno legítimo que representa a China. Esta política se basa en la idea de que tanto Taiwán como China continental son parte de una sola China, y que el gobierno de la RPC es el único gobierno que representa a China en su conjunto. En términos prácticos, esto significa que los países que siguen esta política no reconocen oficialmente a Taiwán como un Estado soberano e independiente, sino que lo ven como parte de China.
Aunque Taiwán tiene su propio gobierno, economía y fuerzas armadas, no es reconocido como un Estado soberano por la mayoría de los países del mundo. La decisión diplomática del gobierno hondureño liderado por Xiomara Castro cumple con las promesas de campaña, pero, a su vez, representa un nuevo desafío a Estados Unidos, en una región que históricamente Washington consideró como su “patio trasero”.
Apenas quedan 13 países con embajadas en Taipei, que todavía no reconocen a la RPCh, éstos son: Belice, Guatemala, Haití, Islas Marshall, Nauru, Palaos, Paraguay, San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, Suazilandia, Tuvalu, y la Santa Sede. Es importante mencionar que la mayoría de estos países son naciones muy pequeñas, con relaciones diplomáticas limitadas, y, en la gran mayoría de los casos, fuertemente dependientes de EEUU. En el caso de la Santa Sede, la cuestión adquiere otros ribetes, debido a la cuestión religiosa y las persecuciones que sufrió la iglesia católica tras la revolución de Mao Tse Tung y la proclamación de la República Popular el 1 de octubre de 1949. Sin embargo, ésto también está comenzando a cambiar, ya que hace tiempo se discute la posibilidad de una eventual visita del papa Francisco a China; de hecho, en 2018 se firmó un Acuerdo Provisional entre la Santa Sede y Beijing, de contenido confidencial. Mediante ese acto, se normalizó la situación de la iglesia en China, al volver a la plena comunión con Roma a los obispos nombrados sin mandato papal.
Taiwán llegó a tener hasta 56 aliados diplomáticos al momento en que perdió el reconocimiento de la ONU, en 1971. Ese número no hizo más que bajar, y se había reducido a sólo 22 cuando la presidenta Tsai Ing-wen asumió el cargo, en 2016. La postura oficial de Beijing, adoptada en el documento que establece las relaciones diplomáticas con Tegucigalpa, asegura: “Sólo hay una China en el mundo, y el gobierno de la República Popular China es el único gobierno legal que representa a toda China. Taiwán es una parte inalienable del territorio de China”. Los últimos países centroamericanos en reconocer a la RPCh habían sido Nicaragua en 2021, El Salvador en 2018, y Panama en 2017.
Costa Rica fue el primer país centroamericano en establecer relaciones diplomáticas con la RPCh, en 2007, abriendo la puerta al resto de sus vecinos y a una mayor entrada de China en el escenario regional. Con estos cambios, actualmente, apenas Guatemala y Belice mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán en Centroamérica.
El antecesor de Tsai en el cargo, Ma Ying-jeou, visitó Beijing el lunes 27 de marzo, en lo que sin dudas es una visita de ribetes históricos, ya que se trata del primer mandatario taiwanes en visitar la China continental desde el final de la guerra civil y el triunfo comunista de 1949.
Aún así, las tensiones y los rumores de una anexión por la fuerza crecen desde 2021, y Washington parece más involucrado que nunca en asegurar su influencia sobre la isla. No obstante, lo más probable es que, cuando efectivamente se produzca esta unificación, no sea mediante el uso de la fuerza sino a través del soft power (poder blando) chino, algo que, sin dudas, les ha reportado enormes beneficios en su disputa para que la mayoría de los países del mundo revoquen su reconocimiento a Taiwán como un país y lo consideren una parte más de China. No parecería haber motivos concretos para que Beijing decida hacer otra cosa.