África, a menudo subestimada y poco cubierta en los medios globales, es una región de vital importancia estratégica y geopolítica, que merece un enfoque más atento. A pesar de ser el segundo continente más grande y el hogar de una diversidad cultural incomparable, la atención internacional hacia África ha sido históricamente superficial, centrada en narrativas negativas o estereotipadas. Sin embargo, África está experimentando cambios significativos, con movimientos políticos emergentes, revoluciones sociales y oportunidades económicas que podrían redefinir su futuro y el del mundo.
En el turbulento escenario del Sahel, marcado por la violencia y la influencia colonial, un nuevo movimiento anticolonialista está tomando forma, liderado por jóvenes militares nacionalistas. En el epicentro de esta ola de cambio se encuentra Burkina Faso, bajo el liderazgo del joven capitán Ibrahim Traoré, cuya ascensión al poder ha revitalizado la lucha por la independencia y el socialismo en África. Traoré, de 36 años, emergió como una figura central en la política de Burkina Faso tras el golpe de Estado del Movimiento Patriótico para la Salvaguardia y Restauración (MPSR), en octubre de 2022. Este golpe derrocó al presidente interino Paul-Henri Sandaogo Damiba, quien era percibido como pro occidental. Traoré, quien se identificó con el legado de Thomas Sankara, se ha posicionado como un líder revolucionario comprometido con la independencia y el socialismo.
Reivindican la figura de Thomas Sankara, el carismático capitán y panafricanista que gobernó Burkina Faso entre 1983 y 1987. Sankara, conocido como “el Che Guevara africano”, cambió el nombre del país (el colonialismo le había asignado el nombre de “Alto Volta”), y promovió una visión socialista radical. A pesar de su asesinato en 1987, el legado de Sankara sigue vivo, y Traoré ha hecho eco de sus ideales. En 2023, Traoré organizó un nuevo entierro para Sankara y sus compañeros caídos, subrayando su compromiso con la revolución que aquellos comenzaron.
La región del Sahel enfrenta desafíos significativos, entre los que se encuentran el colonialismo histórico y la creciente amenaza del extremismo.
Francia, con su presencia militar en la región bajo el pretexto de combatir el extremismo, ha tenido resultados decepcionantes, con más del 40% de los atentados yihadistas concentrados en esta área. En este contexto, Traoré ha tomado medidas decisivas para reorganizar el aparato militar y de seguridad de Burkina Faso. Ha establecido unidades de élite, y ha reclutado auxiliares civiles para fortalecer la defensa del país. El reciente ataque en Barsalogho, donde al menos un centenar de civiles fueron asesinados por terroristas vinculados al Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), y Al Qaeda, destaca la intensificación de la violencia en la región. Este ataque subraya la urgencia de la estrategia de Traoré para combatir el yihadismo mientras navega por el legado colonial.
En su visión para Burkina Faso, Traoré promueve una política de autosuficiencia: está impulsando grandes proyectos, como la construcción de una planta nuclear y una fábrica de automóviles eléctricos con financiamiento chino. Además, ha anunciado planes para abandonar el franco CFA, y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, en un esfuerzo por reducir la dependencia económica de las potencias extranjeras. Traoré ha buscado apoyo en Rusia, estableciendo una “burbuja de seguridad”, que incluye la presencia de personal militar ruso. Este giro hacia Rusia refleja su deseo de construir nuevas relaciones internacionales que apoyen el desarrollo autónomo de Burkina Faso y África en general.
El primer ministro de Traoré, Joachim Kyélem de Tambèla, es un antiguo aliado de Thomas Sankara, lo que refuerza la conexión con la revolución de los años 80. El gobierno de Traoré ha nacionalizado muchos servicios públicos y recursos naturales, y ha formado alianzas con otros gobiernos militares en la región, como los de Níger y Malí. Juntos, están impulsando una revolución de tintes panafricanos y socialistas.
El continente africano, históricamente explotado por potencias coloniales y enfrentado a crisis internas, parece estar en un punto de inflexión. La herencia de revolucionarios como Thomas Sankara parece resurgir en líderes que buscan liberar a sus países del yugo del colonialismo y construir un futuro más autónomo y equitativo. En esta encrucijada, Burkina Faso se presenta como un símbolo de resistencia y renovación, desafiando el statu quo y buscando una verdadera liberación del continente africano. La falta de cobertura adecuada en los medios globales no sólo limita nuestra comprensión de estos desarrollos cruciales, sino que, también, perpetúa una visión incompleta de un continente que está en el centro de una transformación trascendental. Prestar más atención a África es esencial para apreciar su papel en el equilibrio geopolítico global, reconocer sus potencialidades y apoyar un futuro en el que sus propios actores sean los protagonistas de su destino.
Ibrahim Traoré es una figura a la que hay que prestar especial atención, y uno de los protagonistas indiscutidos del mundo multipolar actual.