El próximo domingo 24 de abril se celebrará un ballottage importante no sólo para el futuro a mediano plazo de la Quinta República de Francia, sino de la Unión Europea en su conjunto.
El país galo decidirá entre la continuidad que representa Emmanuel Macron y la figura disruptiva de Marine Le Pen. Es una reedición de la segunda vuelta de 2017, sin embargo, en aquel momento, el resultado había sido abultado en favor de Macron, quien había triunfado con un 64% sobre 36%. De acuerdo con la mayoría de las encuestas, esta vez, la situación parece que sería diferente. Le Pen ha moderado su discurso desde el comienzo de la campaña, aprovechándose, además, del surgimiento de otros candidatos radicalizados de extrema derecha como Eric Zemmour, que, en términos futbolísticos, le arrastraron la marca, convirtiéndola, de repente, en algo más cercano a una centroderecha.
Aunque sus posturas continúan siendo extremadamente similares a las de 2017, el descontento con el gobierno francés tras los avances neoliberales en lo económico, sumado al malestar producido por la pandemia, las restricciones, y la actual crisis económica producto de la guerra en Ucrania, contribuyen a que la contienda se encuentre mucho más equilibrada.
Quien casi logra ingresar al ballottage fue el candidato de La Francia Insumisa, Jean-Luc Melenchón. El hombre de la izquierda antiglobalización, y también, profundamente critico de la Unión Europea y la OTAN, superó el 20% de los votos y quedó parado como el gran árbitro de las próximas elecciones. Su postura respecto del ballottage ha quedado clara en numerosas ocasiones, pero volvió a repetirla tras conocerse los resultados: Ni un voto a Le Pen. No obstante, no está claro que esto se traduzca en sus votantes. El lunes pasado realizó una consulta entre sus electores para ver como piensan, y, si bien, el 33% votaría por Macron, el resto se abstendría de asistir a las urnas o emitiría su sufragio en blanco. La opción de votar por Le Pen, no estaba en la encuesta, pero, de acuerdo con otros sondeos que se hicieron por fuera de su partido, aproximadamente entre el 25% y el 30% de sus votantes se inclinarían por la candidata de la extrema derecha el próximo domingo. Es entendible, aunque Melenchón y su movimiento no tienen nada que ver ni con la xenofobia de la derecha ni presenta similitudes con personajes como Viktor Orbán o Donald Trump, ambos comparten el descontento con el sistema, el desencanto con las élites y el establishment, la globalización, y la UE.
Si algo está claro es que el sistema político francés ya es completamente diferente al que rigió durante toda la Quinta República, desde su fundación en 1958. Los partidos tradicionales como los socialistas, los comunistas y los conservadores ya no son fuerzas gravitantes en la vida pública del país. De a poco, estos partidos se fueron diluyendo, para dar paso a nuevas alternativas, mucho más extremas, y también personalistas. Los casos de Macron, Le Pen, y Melenchón son paradigmáticos al respecto. El actual presidente se quedó con gran parte de los electores del Partido Socialista, y también con un sector conservador. Le Pen, por su parte, con el grueso de los conservadores, cada vez más corridos a la derecha, además de los descontentos con las restricciones para contener la pandemia, los xenófobos y los racistas que rechazan la inmigración. Mientras que Melenchón se quedó con una porción de los socialistas más “a la izquierda”, de los comunistas, y de una izquierda moderna, con demandas actuales y que discuten el poder real. Al mismo tiempo, nuevas identidades políticas como la de los Chalecos Amarillos, surgidas al calor de las protestas de trabajadores contra el gobierno de Macron, fueron capitalizadas tanto por Le Pen como por Melenchón.
A su vez, es interesante ver cómo les va a los candidatos de acuerdo con las distintas franjas etarias. Entre los 18 y 35 años triunfa Melenchón, mientras que entre los 39 y los 59 se posiciona primera Marine Le Pen; sólo entre los mayores de 60 gana Macron. Las fuerzas políticas que se podrían categorizar como “iliberales” o incluso “antiliberales”, como las representadas por Le Pen y por Melenchón, obtuvieron más del 50% de los votos en la primera vuelta. Esto significa que más de la mitad de los franceses que decidieron asistir a votar, lo hicieron por una opción que rechaza de manera tajante, ya sea por ultraderecha o por izquierda, el sistema imperante. Esto habla a las claras de un malestar que aún no está siendo cuantificado del todo por los analistas ni por la dirigencia política tradicional. Más allá de los resultados de la segunda vuelta, el terreno francés es fértil para el surgimiento y consolidación de alguna alternativa extremista que pueda canalizar esta frustración con el sistema.
La elección del domingo será entre dos posturas antagónicas, no sólo en la coyuntura, sino en su visión de país, del continente, de la vida y del mundo. El resultado que salga de allí, no obstante, no será definitivo, ya que, la discusión y las disputas continuarán.