Esta semana la ciudad rusa de Kazan recibió a más de 20 líderes mundiales, entre ellos Xi Jinping de China, Narendra Modi de India y Masoud Pezeshkian de Irán, en la cumbre de BRICS+ o BRICS ampliado. El presidente de Brasil, Lula Da Silva, no pudo asistir debido a que sufrió un accidente doméstico. El Kremlin proclamó este evento como uno de los mayores hitos de su política exterior. La cumbre, la más grande desde la invasión de Ucrania, busca demostrar que los intentos occidentales de aislar a Rusia fracasaron. Con el trasfondo de un conflicto en curso, el presidente ruso, Vladimir Putin se esfuerza por mostrar que su país sigue siendo un actor relevante en la escena internacional.
Lo cierto es que, razón no le falta, más de 18.000 sanciones internacionales se aplicaron contra Rusia desde el comienzo del conflicto en Ucrania en 2022, sin embargo, Moscú se encuentra lejos de estar aislado de la comunidad internacional. Los BRICS representan aproximadamente el 45% de la población mundial y sus economías combinadas suman más de 28,5 billones de dólares, lo que equivale a cerca del 28% de la economía global. En esta cumbre, se espera que los líderes discutan cómo estos países pueden funcionar como un contrapeso a la influencia occidental.
En su discurso, Modi destacó lo que describió como una «asociación estratégica privilegiada» entre Nueva Delhi y Moscú, y mencionó que temas como el cambio climático formarán parte de la agenda. La expansión de BRICS —que incluye a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— es un pilar fundamental de la política exterior rusa, buscando crear un contrapeso a la hegemonía occidental. Por supuesto, debido a distintas heterogeneidades en el seno de los propios miembros, la unidad dentro del bloque es compleja. Las tensiones entre China e India son evidentes, y, al mismo tiempo, se suman fricciones entre nuevos miembros como Egipto y Etiopía, así como entre Irán y Arabia Saudita.
Henry Kissinger siempre enfatizó la importancia de que Estados Unidos mantuviera una separación entre Moscú y Beijing, una estrategia que ha cobrado relevancia en el contexto actual de las relaciones internacionales. Hoy, esta alianza parece más sólida que nunca, lo que plantea un desafío significativo para Washington. Para contrarrestar este fenómeno, la estrategia estadounidense se centra actualmente en avivar las tensiones entre Beijing y Nueva Delhi. A pesar de las diferencias históricas y la desconfianza mutua, la relación entre India y China también muestra signos de fortalecimiento en diversas áreas, desde el comercio hasta la cooperación regional. Sin embargo, Estados Unidos busca explotar esas tensiones, impulsando iniciativas que fortalezcan a India como contrapeso en la región. La clave será cómo se desarrollan estas dinámicas en un contexto de rivalidad geopolítica, donde cada movimiento puede tener repercusiones globales. La evolución de este triángulo estratégico será crucial para el futuro del equilibrio de poder.
A pesar de estos desafíos, Putin logró proyectar una imagen de cohesión y fortaleza, enfatizando que Rusia no está sola ante los embates de la comunidad occidental. La cumbre también sirvió como una plataforma para que el Kremlin proponga un mecanismo alternativo al uso del dólar en el comercio internacional, un objetivo clave para mitigar el impacto de las sanciones en territorio ruso.
Uno de los principales temas en discusión en la cumbre fue la propuesta de Putin para establecer un sistema de pagos liderado por BRICS, diseñado para competir con SWIFT, del cual los bancos rusos fueron excluidos en 2022. Este sistema busca ofrecer una alternativa robusta y reducir la dependencia del dólar, fortaleciendo así las relaciones comerciales entre los miembros del bloque. El Kremlin enfatiza que esta iniciativa es parte de un esfuerzo más amplio por crear una «nueva realidad multipolar» que desafíe el dominio estadounidense y promueva un orden internacional más equilibrado. Al avanzar en esta dirección, Rusia espera no solo mitigar el impacto de las sanciones, sino también posicionarse como un actor central en el futuro del comercio global.
La presencia del secretario general de la ONU, António Guterres, en la cumbre resalta la relevancia del evento en el panorama geopolítico contemporáneo. En Kazan, Putin logró su objetivo de enfatizar la cohesión del bloque BRICS y reafirmar que Rusia sigue siendo un actor clave en la arena internacional, a pesar de las sanciones y el aislamiento promovido por las potencias occidentales. Al hacerlo, desafió el orden establecido, presentando una alternativa viable y colaborativa que busca redefinir las dinámicas de poder global. Esta cumbre, por lo tanto, no solo sirvió como un foro de diálogo, sino también como una plataforma para que Rusia fortaleciera su posición y sus alianzas estratégicas en un mundo cada vez más multipolar.
La participación de líderes clave como Modi y Jinping resalta el esfuerzo de Moscú por consolidar alianzas estratégicas y construir un contrapeso a la influencia de Estados Unidos. A través de propuestas como un sistema de pagos alternativo, Putin busca no solo mitigar el impacto de las sanciones, sino también afirmar la idea de un orden multipolar. Sin embargo, las tensiones internas y las diferencias entre los miembros de BRICS presentan desafíos para la cohesión del bloque, lo que sugiere que el camino hacia una nueva configuración de poder global, si bien ya está en marcha, al mismo tiempo será complejo y lleno de matices.