Más allá de que durante el mes que dure el Mundial la política internacional y el escenario geopolítico global continuará su curso, no es tan exagerado afirmar que el mundo “se para” durante estas semanas donde todos los focos se ponen detrás de la pelota y las vicisitudes del juego. Por supuesto, esto es aún más marcado en los países futboleros como la Argentina, pero no es tan distante en otros países como los europeos o, incluso, en las últimas décadas, también en los Estados Unidos y gran parte del mundo árabe. Más allá de lo estrictamente deportivo, al igual que en todas las copas del mundo, el componente político se encuentra muy presente. En esta ocasión, quizás, de una manera aún más marcada. Qatar es un Estado árabe que se encuentra en el oeste de Asia, posee una única frontera por tierra, por el sur, con Arabia Saudita. Fue protectorado británico hasta que obtuvo su independencia en 1971. Se trata de una monarquía absolutista gobernada por la familia Al Thani desde la mitad del siglo XIX. Actualmente, su máxima actividad económica y mayor volumen de ingresos provienen del petróleo, pero anteriormente fue famoso por su comercio marítimo y especialmente por la recolección de perlas preciosas. El emirato cuenta con la tercera reserva de gas natural en el mundo, por lo que es el país con mayor renta per cápita de todo el globo. Qatar es una nación con características particulares, que no puede ser entendida bajo los cánones de una mirada estrictamente occidental.
Es un país islámico sunita en su interpretación wahabita, aunque también hay otras religiones. El 77,5% de los cataríes profesan el islam, siendo, en su gran mayoría, de la vertiente sunita, llegando a ser el 98% del total de los musulmanes del país. La mayoría de los no ciudadanos, es decir, aquellos que van al país a trabajar atraídos por su economía y alto nivel de vida, son musulmanes sunitas o chiitas, pero también hay cristianos, budistas, hindúes o bahá’is -una vertiente del catolicismo surgida en Irán durante el siglo XIX-. Los cristianos cuentan con libertad de culto pero no es legal promover el cristianismo entre la población. El sistema normativo se basa en la Sharia, es decir, la ley islámica, aunque con una interpretación menos radical que en otros Estados del Golfo Pérsico como Bahrein o los Emiratos Árabes Unidos. Las mujeres no están obligadas a utilizar velo en los lugares públicos y tienen derecho a obtener licencias de conducir, a diferencia de lo que sucede en otros Estados islámicos. Sin embargo, las mujeres que sufren un abuso o una violación son juzgadas por adulterio, lo que puede acarrear una pena de lapidación. Al mismo tiempo, la comunidad LGBTIQ+ es perseguida por el Estado y la homosexualidad es ilegal en el país, lo que, incluso, puede ser penado con la muerte o con brutales castigos físicos y psicológicos por parte del Estado.
El Estado es dueño de la cadena televisiva Al Jazeera, que significa La Península, en alusión a la península Qatari. La cadena de noticias es la más vista del mundo árabe y una de las de mayor audiencia del mundo, con una llegada superior a los 270 millones de hogares alrededor de todo el planeta. Al Jazeera es objeto de numerosas críticas por distintos sectores de la comunidad internacional. En Estados Unidos es considerada un brazo propagandístico de grupos terroristas como Al Qaeda. Un ejemplo de esto es que fue utilizada por Osama Bin Laden para sus entrevistas posteriores a los atentados del 11 de septiembre de 2001. Incluso fue bombardeada en 2003, previo a la invasión norteamericana a Irak. De la misma manera, fue acusada por el gobierno sirio de Bashar al-Assad de servir de propaganda expresa a los terroristas, especialmente a los del autodenominado Estado Islámico. Muestra de esto es que la cadena tenía una especie de polínica no escrita para sus periodistas sobre la utilización del término “mártir” para los extremistas caídos en combate pero no para los integrantes de las Fuerzas Armadas que peleaban a favor del gobierno sirio. Al Jazeera, muchas veces, funciona como el principal elemento de soft power o poder blando para algunas de las posiciones más extremistas del islamismo sunita. No deja de ser curioso que en sus relaciones exteriores, Qatar mantiene buenos vínculos tanto con Estados Unidos como con China, Irán y Turquía. De la misma manera que con los Hermanos Musulmanes o demás grupos sunitas radicalizados, lo que provoca fuertes choques con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.
Las críticas a que una Copa del Mundo se lleve adelante en un país con poca tradición futbolera, además de con un track récord claramente negativo en materia de cumplimiento de los Derechos Humanos, tanto de la comunidad LGBTIQ+ o las mujeres, como de los trabajadores migrantes, son muchas y provienen de distintos sectores. Un ejemplo de esto fue lo dicho por el histórico delantero francés Eric Cantona, quien aseguró: “No lo veré. No es fútbol, es solo dinero y negocio. Han muerto miles trabajadores construyendo los estadios, y aún así nadie se opone a que se celebre la Copa del Mundo allí”. De la presentación se bajaron artistas como Rod Stewart, Dua Lipa o Shakira, debido a las violaciones a los derechos humanos. La polémica por la celebración del Mundial en Qatar llegó a tal punto que, unas horas antes del comienzo de la competencia, el mismo presidente de la Fifa, Gianni Infantino, debió salir a defenderse, hablando de hipocresía por parte de Occidente: “Estas lecciones morales son solo hipocresía. Lo que los europeos hemos estado haciendo durante los últimos 3.000 años deberíamos disculparnos por los próximos 3.000 años antes de comenzar a dar lecciones morales a las personas”. Prohibiciones como la de no tomar alcohol durante los partidos suenan hasta frívolas si se las compara con lo que sucede en el país en materia de derechos, especialmente para las comunidades más desfavorecidas. Si hay algo claro es que, más allá de lo futbolístico, este Mundial será recordado por mucho tiempo, quizás, como hoy se recuerda Argentina 1978.