Una reciente investigación de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) indaga cómo las tecnologías digitales atraviesan la vida cotidiana de las personas mayores. Los resultados se publicaron en el libro Vida cotidiana y tecnologías digitales: experiencias de personas mayores (Córdoba, 2024), disponible de forma gratuita en la Editorial Anarchivo de la Facultad de Ciencias de la Comunicación.
El trabajo fue financiado por el Observatorio Social y Cultural para el Desarrollo Sostenible de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la UNC. En una primera etapa, se realizó una encuesta a 600 personas de la ciudad de Córdoba. Este relevamiento mostró, por ejemplo, que el 90,5% de las personas mayores mira televisión todos los días y el 76% tiene acceso a internet. Luego se realizaron más de una docena de entrevistas en profundidad y tres grupos de discusión, con participantes de entre 60 y 85 años y distintos niveles de ingresos.
A partir del análisis, se identificaron tres actitudes frente a la tecnología. Un primer grupo se orienta por el interés y el aprendizaje autodidacta: muestran curiosidad, motivación y satisfacción en el saber hacer tecnológico. Consideran el mundo digital un desafío y disfrutan aprender a programar, producir contenidos o gestionar turnos y comprar en línea. Un segundo grupo usa la tecnología por necesidad u obligación, “porque son cosas que hay que saber”. En este caso, el aprendizaje surge de la exigencia de hacer trámites, pagar servicios o acceder a la salud. La relación con lo digital se vive como una demanda cotidiana más que como una oportunidad. Finalmente, un tercer grupo mantiene un vínculo limitado por el miedo o la desconfianza. Estas personas evitan ciertos usos por temor a estafas o errores, percibiendo el entorno digital como un espacio de riesgo.
Pese a las diferencias, todas coinciden en sentirse poco hábiles con la tecnología y en atribuir a los jóvenes una “sabiduría digital” natural. Muchas describen situaciones de dependencia de hijos o nietos para resolver tareas virtuales, desde gestiones bancarias hasta trámites administrativos. Quienes logran autonomía destacan el esfuerzo y el tiempo invertidos en cada aprendizaje.
La pandemia de COVID-19 fue un punto de inflexión. El aislamiento forzó a muchas personas mayores a recurrir a plataformas digitales para sostener vínculos y realizar gestiones esenciales. Según el estudio, esos aprendizajes se consolidaron con el tiempo, extendiendo el uso de notebooks, televisores inteligentes y servicios de streaming.
Los dispositivos digitales son percibidos de manera ambivalente: como herramientas maravillosas, veloces y necesarias, pero también agotadoras por la constante exigencia de actualización. Entre el entusiasmo y la sensación de quedar “afuera”, surge una idea recurrente: la tecnología como una fuerza “imparable”.
El teléfono celular ocupa un lugar central en la vida cotidiana de las personas mayores. La mayoría de las personas entrevistadas vive sola o con su pareja, por lo que el dispositivo resulta clave para mantener el contacto con familiares, amigos y conocidos. La comunicación interpersonal es el motivo más extendido y valorado, considerado incluso como “indiscutible”.
Las trayectorias laborales también inciden en el grado de familiaridad tecnológica. Quienes tuvieron contacto temprano con dispositivos digitales por razones de trabajo – en especial varones de mayores ingresos- se sienten más cómodos con su uso actual. En cambio, muchas mujeres o personas de bajos ingresos desempeñaron empleos sin requerimientos tecnológicos, lo que limita su experiencia y confianza.
De este modo, las desigualdades de género y clase social atraviesan las posibilidades de acceso, aprendizaje y apropiación de las tecnologías. Los resultados muestran que la relación de las personas mayores con el mundo digital no depende solo de la conectividad o la habilidad técnica, sino también de factores simbólicos y materiales: intereses personales, trayectorias laborales, experiencias familiares y condiciones económicas.
Lejos de ser un grupo homogéneo, las personas mayores exhiben una amplia diversidad de vínculos con las tecnologías. Sin embargo, predomina una sensación compartida: la obligatoriedad de adaptarse a un entorno digital que avanza más rápido de lo que pueden seguir.
En un contexto donde las tecnologías median casi todas las dimensiones de la vida, los aportes de la investigación científica resultan esenciales para pensar críticamente el presente, y diseñar políticas públicas y estrategias comunicacionales más inclusivas.
Equipo interdisciplinario de investigación: María Eugenia Boito; María Florencia Delgado; Katrina Salguero Myers; María Macarena Ortiz Narvaja; Ana Luisa Cilimbini; Carolina Mazzetti Latini.
Descargá el libro aquí.
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