En “Alguien te busca” (Yammal, 2021), Cezary Novek construye una novela que comienza a partir de un diálogo de un padre con su hijo luego de quedar varados en el camino por una avería del auto. Buscando refugio, padre e hijo se guarecen en una tapera. Hacen un fuego, y alrededor del fuego, -igual que las comunidades primitivas- el padre narra una historia.
Novek, escritor y periodista nacido en Entre Ríos, pero afincado definitivamente en Córdoba, hace tiempo que trabaja sin prisa y sin pausa en el campo de la narrativa y particularmente aquella que tiene que ver con el terror. “Alguien te busca”, es una novela para todo público con diferentes niveles de lectura. La construcción narrativa está arraigada en un esquema semejante al de las muñecas rusas y es así que conforme el lector va introduciéndose en la historia, la historia tiene dentro otra historia que a su vez tiene otra historia.
Dicho perspectivismo, logra con acierto meter al lector en una zona de profundidad en la que ya no puede salir. Hay un hilo narrativo al que siempre se vuelve y es el recuerdo de quién está contando esa historia: el padre que alrededor de la fogata trata de pasar la noche en la tapera hasta que amanezca, apoyando el tiempo en una buena historia. Novek recurre cada tanto al recurso de la interrupción por parte del hijo durante la narración del padre. Interrupciones que tienen que ver con algún detalle, interrogante o aclaración crítica. Al padre narrador le molesta que se le corte el hilo de su discurso, pero eficazmente, ese corte, deposita al lector en el lugar de lector, como diciendo: “Ey, no te olvides que la historia la está contando él, y que es una historia, una historia de terror como la que te cuento yo, el autor del libro”.
Las sucesivas interrupciones que constituyen el hilo conductor sostienen maduramente la novela y al mismo tiempo interpelan al lector un poco más allá para llevarlo a un horizonte semántico. Pero este no es el único recurso utilizado por Novek. El autor a su vez y en este juego arquitectónico de matrioshkas rusas, incorpora otros géneros como el microrrelato y el cuento. En los capítulos 13 y 15 hay una serie de relatos construidos a partir de fotos que una misteriosa muchacha de nombre Elsa pone en las manos del protagonista de la historia del padre. Cada una de las fotos tiene una especie de micro historia inquietante y misteriosa. Novek pone de manifiesto en ese capítulo que sabe trabajar con los dos grandes momentos de la narrativa, el aliento largo y el corto. A su vez, en el capítulo 17, hay una pequeña historia, un cuento que es básicamente un homenaje al comic, un “Elogio del comic” que nos desvía del camino discursivo como las picadas en los bosques de los leñadores, (Holzwege al decir de Heidegger) y que Novek resuelve de manera muy inteligente haciéndonos volver al camino principal.
A estas alturas, nos damos cuenta de que el armado de la novela es una construcción compleja y pensada y que al mismo tiempo conserva una frescura en el lenguaje que no tiene hilachas, no deja ver el andamiaje, la novela nos lleva como si flotáramos por el cauce de un río. Es de lectura sencilla, sí, pero también es una novela de digestión lenta porque luego de una lectura que puede ser veloz, las imágenes quedan dando vueltas. Los microrrelatos, los personajes, los escenarios, cobran vida por sí solos y martillan algunas ideas en la cabeza.
No es la primera vez que Cezary Novek trabaja este género, entonces, estamos a salvo de atmósferas medievales y góticas, extemporáneas y anacrónicas. No. La historia o, mejor dicho, las historias, suceden aquí y ahora. El paisaje cordobés se enrarece por momentos pero es cordobés. No es necesario recurrir a viajes en el tiempo con castillos europeos y fantasmas ingleses. Tampoco me atrevería a decir que es una novela de terror propiamente dicha sino más más bien un relato inquietante con todo lo aterrador que puede tener esta palabra y toda la carga literaria si pensamos en autores como Hoffmann, Poe y Maupassant.
El libro está ilustrado por Marina Strelestzxy y dichas ilustraciones complementan la atmósfera de inquietud narrativa.
Cierro con uno de los microrrelatos del capítulo 13 que tienen –como todos los del libro- vida propia y al mismo tiempo son engranajes de la historia central:
“Sergio amaba a su abuela. Y la extrañaba, casi todos los días. Sus mates, sus charlas, sus regalos. Sus besos, menos ahora, que son fríos”.