Srta. Penélope
Calle El cuarteto, Nº 25
Ítaca
Código postal 43.000.000
Islas Jónicas
Querida Penélope,
¡Tanto tiempo! Sé que, desde la vuelta de Ulises a su amada isla, todo ha cambiado demasiado, tanto para ustedes como para muchos de nosotros. Recibí tu invitación. Supongo que las habrás hecho vos, mientras tejías. ¿Seguís destejiendo la tela? ¿La maraña de los días?
Te preguntarás por qué te escribo a vos y no directamente a Ulises. La razón es muy simple: porque creo que, al igual que la Beatrice del Dante, la Alejandra de Sábato o la Elbiamor de Marechal, representás la patria en ese tejer y destejer. Aunque, bueno, muchos decían que mientras tejías y destejías… hacías otras cosas, cuando nosotros navegábamos por el vinoso Ponto.
Lo primero que tenés que tener en claro es que no voy a ir al cumpleaños de Ulises. Las razones en principio son dos: la primera es que nos será imposible llegar. Estuve un par de días en el país de los Feacios, pero ahora estamos arrojados en medio del mar, rodeados de sirenas y endriagos que enloquecen la brújula. ¿Te suena? ¡Pero qué te va a sonar! Es Borges, Penélope.
La verdad es que no la estamos pasando nada bien. Poetas, pintores, novelistas, actores, músicos, titiriteros, narradores orales, ensayistas, cineastas, etc.: todos en una barcaza vieja, que se mueve al compás de las olas… ¡y qué olas!
Los acantilados y arrecifes son los grandes peligros. (Esta vendría a ser la segunda razón de por qué no iré al tan promocionado cumpleaños de Ulises). Cómo decirte que siempre, siempre, queremos llegar a Ítaca, hacer pie allí, cantar y celebrar. Y ahí sí, mi querida Penélope, realizar la hecatombe de las cuarenta y tres vacas sagradas, ofrecerlas a los dioses y luego comer y beber hasta hartarnos, hacer una fiesta, todos. Pero todos, todos.
Lo cierto es que nosotros no vamos a llegar. He de decirte que los marineros y las mujeres de la barcaza no están muy contentos. Les parece un gasto un poco innecesario eso del cumpleaños por todo lo alto. Con un cabrito al horno hubiera estado bien. Esa indigestión de cuarenta y tres vacas en este momento, ¿no te parece?
Pensé en pedirte a vos, Penélope, que lo ayudarás a él y a sus amigos a que reconsideraran el festejo, ese tremendo show… luego me di cuenta de que hay una distancia enorme entre ustedes y nosotros, los creadores culturales que vamos en esta humilde y frágil barquita.
Creo que ustedes se olvidaron del mar. El vinoso Ponto, las desdichas en la cueva de Circe, los placeres oscuros en las tierras de Calipso. Yo mismo, mi querida Penélope, salí agarrado a las tetas de una cabra en la cueva monstruosa del Cíclope. Yo vi con mis propios ojos cómo lo cegaba, y ahora… ¿ahora quiénes son los ciegos?
El estruendo de las rocas cayendo sobre el mar. Nosotros apurando las velas para salir lo más rápido posible. El monstruo gritando “¡Nadie!”, “¡Nadie!”. Y los demás cíclopes, sin entender la astucia, se cruzaban de brazos mientras el cegado desesperaba de aullidos. “Polítropos” le decían a tu Ulises, algunos lo traducen como “fecundo en ardides” o “el astuto”. Me pregunto si todos nosotros, que estamos en el mar embravecido, con olas que nos tapan y pueden hacernos zozobrar, no nos parecemos un poco al pobre y tonto Cíclope cegado. Y también gritamos “¡Nadie!”: “¡Nadie!” me ha dejado en la oscuridad, “¡Nadie!” se ha llevado mis cabras, “¡Nadie!” se escapa. Y quienes deberían protegernos, se ríen, o se cruzan de brazos y no entienden.
Amada Penélope (todos amamos tu tejer y destejer la patria, no es algo personal): estamos hartos.
Estamos hartos, y, en un momento de irritación, tal vez llegaría a decirte que podrían perderse las 43 vacas sagradas en el medio del… iba a decir ocote, que es una palabra típica del jónico coloquial, pero creo que no merecés, bajo ningún concepto, esos términos. Dile a Ulises que vuelva con nosotros. Tenemos una nueva nave, realizada con los despojos de tantos naufragios culturales. Que no se olvide de Argos, el perro fiel, el único que lo reconoció cuando llegó harapiento y pobre al umbral de su morada. Cuando todos cantamos “Ahora me toca a mí”. Hasta que luego vimos que siempre les toca a los mismos. Ojalá en algún momento pudiésemos decidir entre todos lo de todos. Ojalá pudiésemos celebrar el cumpleaños de la justicia, la transparencia y la ética.
En uno de los tantos islotes jónicos se escuchó cantar: “Ese secreto que tienes conmigo nadie lo sabrá”. ¿No te parece una paradoja Penélope? Los rumores llegaron hasta el País de los Feacios. Nosotros seguiremos navegando las aguas del vinoso Ponto hasta que encontremos la Ítaca que buscamos, aquella de nuestros sueños. Lo penoso es que todos hablemos de las hazañas populares, de los logros, y nos refiramos a cosas distintas. La patria, mi querida Penélope, está aquí, en el medio del mar embravecido, no en esos palacios con rechonchos y rozagantes marineros que beben el vino que le quitaron a los pobres.
De todas maneras, deséale de mi parte y de la de los muchachos un feliz día. Ojalá no dejes vos de buscar tu Ítaca, y si querés venirte con nosotros, estás más que invitada. Y Ulises también, aunque no vayamos a su cumpleaños. La cultura es un viaje infinito.