Si bien en Córdoba hemos logrado progresos importantes en cuanto a la aceptación y al respeto por las diversidades sexuales y de género, es innegable que aún persisten grupos conservadores vinculados a lo dogmático y a robustos prejuicios, que insisten en imponer un “orden natural” que sólo se sostiene en lo ideológico y para nada en lo científico ni mucho menos en los profundos cambios sociales de las últimas décadas. Por supuesto todavía emergen conflictos y disputas por miedos e inseguridades, muchas veces por falta de información adecuada, pero que derivan en resoluciones judiciales que intentan poner calma y cordura, sobre todo cuando son niños los involucrados.
Hace algunos días, el Juez de Familia Gabriel Tavip rechazó el planteo de una madre separada, quien pidió una reconsideración del régimen de contacto de sus dos hijos con el padre, al estar este conviviendo con otro hombre. Según el reclamo, esta circunstancia puede afectar la integridad y la estabilidad emocional de los menores.
La respuesta del magistrado fue tajante para rechazar por improcedente esta presentación. Expresó que “la vida privada y las decisiones personales de los progenitores, incluyendo su orientación sexual y las relaciones personales de cualquier índole, forman parte de la intimidad”. Agregó que “inclinación sexual o género de los progenitores, en nada impacta en una resolución judicial sobre el cuidado de los hijos, que básicamente se verifica por el cumplimiento de las obligaciones de protección, cuidado, acompañamiento, respeto y afianzamiento de la coparentalidad de hijas e hijos”.
Por último Tavip recordó la abundante legislación vigente que consagran el mandato de “no discriminación” y respeto por la intimidad de las personas. Pero además, recomendó a la abogada patrocinante, una capacitación en materia de género y de Ley Micaela. A la madre de los niños, le pidió que los ayude a crecer en un ambiente de aceptación y compresión.