Sabido es que sólo las farmacias pueden vender remedios y medicamentos, y fundamentalmente los que requieren de una receta o un pedido firmado por un médico. También es verdad que muchos comercios y quioscos, desde siempre, tienen una cajita con aspirinas, antigripales y otros comprimidos de uso frecuente, y que los venden del mismo modo que lo hacen con las golosinas y otras mercaderías. Por eso, desde los Colegios de Farmacéuticos insisten con la venta legal, responsable y autorizada, considerando además que ya se descubrieron varios mercados paralelos y ocultos, en los que no se piden recetas y a los que acuden consumidores que prefieren comprar ahí, aún sin la certeza de la calidad asegurada. La automedicación, o remedios vendidos a un precio más barato y hasta el pudor que sienten algunos hombres que ingieren Viagra, son algunas, entre tantas razones. De todos modos, vale recordar que la ley castiga con cárcel de entre 6 meses a 3 años a quienes vendan sustancias medicinales que requieran recetas, sin la correspondiente habilitación.
Hace algunos días, el juez Pablo Brandán de la Cámara Sexta del Crimen, condenó a 3 años de cárcel condicional a Jésica Rigatuzo, y a 1 mes de prisión en suspenso al dueño de Córdobavende.com, Raúl de la Rosa, por la venta ilegal de remedios y sobre todo de sildenafil: En el caso de la mujer, además por infringir la ley sobre producción y uso de estupefacientes por el expendio de cápsulas con mazindol. Ambos reconocieron la acusación de manera lisa y llana y esta sentencia fue la primera en Córdoba por este delito.
Además de usar la plataforma web, Rigatuzo tenía una logística aceitada para realizar envíos al interior provincial, a otras provincias y un servicio de ‘delivery’ para los diferentes barrios de nuestra ciudad. En el caso de De la Rosa, hizo caso omiso a las distintas intimaciones que le hicieron para que cesara en la promoción de estas drogas.
Más allá de esta primera condena, es saludable que comience a prevalecer la ley, incluso con estas ilegalidades tan nuestras y cotidianas como el comercio «en negro». No podemos negar que quienes venden lo hacen porque hay compradores. Al fin y al cabo, y al menos por ahora, son nuestras picardías permitidas… son nuestras costumbres argentinas.