Las complicaciones durante el escrutinio provisorio de las elecciones provinciales del pasado domingo generaron un gran dolor de cabeza a las autoridades del Tribunal Superior de Justicia y del Gobierno Provincial ya que supuestamente el sistema Turing de Inteligencia Artificial que habían contratado era altamente eficaz, transparente, rápido y muy cómodo; o sea, un «chiche» que iba a reducir la conflictividad y que pasadas las 21 marcaría una tendencia muy clara y homogénea. Lo cierto es que a partir de la mitad de la carga de los datos, el proceso se ralentizó y el muy posible gobernador electo Martín Llaryora terminó hablando cerca de las 2 de la madrugada del lunes.
Las consecuencias de lo sucedido se verán en las próximas semanas cuando concluya la investigación administrativa que ordenó el TSJ y que abarca a las empresas Ocasa y MSA, asociadas en el trabajo logístico e informático, que en principio no habrían cumplido como figuraba en el contrato firmado. Según trascendió, un par de semanas antes del comicio «abrieron el paraguas» y argumentaron inexistentes problemas de conectividad con algunos de los 1487 lugares de votación. La verdad habría sido escasez de personal y de scanners y máquinas para hacer en cada escuela los escrutinios que luego enviarían directamente al centro de cómputos.
Es más, el mismo domingo de la elección habrían avisado sobre la ausencia de técnicos contratados por supuestas enfermedades. Esta grave falencia además no habría sido subsanada con un plan de contingencia y entonces varios descuidos quedaron al descubierto.
Es posible que cuando concluya en los próximos días el escrutinio definitivo y la posterior proclamación de las autoridades electas, también haya novedades en el ámbito de la Justicia Electoral, ya que las versiones del posible alejamiento de la jueza Marta Vidal se escuchan cada vez más fuerte en algunos pasillos. Tal vez, el Tribunal haya pecado de exceso de confianza creyendo ciegamente en el sistema que compró. Demostrado quedó, que las bondades promocionadas no eran tales y que, en definitiva, el Turing no era una Ferrari.