Comenzó ayer el juicio catorce al Terrorismo de Estado en Córdoba, a represores que secuestraron, torturaron y mataron a familiares de presos comunes de la vieja cárcel UP1 de barrio San Martín, que allá por los años 78 y 79, colaboraban solidariamente llevando cartas de presos políticos incomunicados. Si bien por esa época, lo peor de la dictadura ya estaba pasando, los grupos de tareas de militares, policías y civiles seguían cometiendo las peores atrocidades con absoluta impunidad. Pero en este juicio, además de los ex policías del D2 Yanicelli, Jabour, Molina y la «Cuca» Antón (ver nota en pág. 16) -ya condenados a perpetua en el juicio de La Perla-, están acusados tres cómplices que hicieron posible el robo de la nieta recuperada 107, hija de la víctima María Mercedes Moreno.
La historia, singular pero parecida en cuanto al modus operandi del robo de cientos de niños (seguramente entre ellos el nieto de Sonia Torres), comenzó en septiembre del 78, cuando secuestraron a María simplemente por hacer de cartera de «mensajes prohibidos». Ella cursaba un embarazo de siete meses y visitaba a su compañero Carlos Oviedo, recluido en la prisión. Fue llevada al edificio de D2 de Mariano Moreno y Caseros, y luego esposada a la Maternidad Provincial para que tuviera a su hija, a quien ni siquiera le permitieron ver. Inmediatamente, el director de la maternidad Francisco Cressi y el juez de menores Jorge Pueyrredón, ordenaron el traslado a la ex Casa Cuna, actual Pediátrico del Niño Jesús. Allí, y con la complicidad de las monjas que estaban a cargo, la jefa de asistentes sociales, Dorila Caligaris, y su marido Osvaldo Agüero (ambos ya fallecidos), se la apropiaron. María Moreno recuperó la libertad en 1979 y comenzó una búsqueda incesante, pero el encubrimiento del juez Alberto Bonadero y otra gente no permitieron el hallazgo de la bebita.
El increíble trabajo de Abuelas de Plaza de Mayo y el rastreo genético finalmente permitieron en el año 2012 la identificación de quien se convirtió en la nieta recuperada 107, la única en tener a su madre biológica con vida. Sin embargo, las trabas y la impericia judicial no permitieron que esta hija pudiera encontrarse con su madre.
Lamentablemente María Moreno falleció el 4 de mayo del año pasado, sin poder abrazar a su hija ni sentir alivio a tanta tristeza. Cargando una paciencia infinita, y con una comprensión única de una madre que lo sufrió todo, también se llevó sus lágrimas al cielo.