La avaricia y la vocación de hacer plata a costa de lo que sea, incluso de la vida y la muerte de personas, a veces también penetra en ámbitos tan sensibles como los de la salud y la enfermedad, incluso por encima de la desesperación de gente que confía en profesionales que alguna vez juraron ejercer y actuar con honestidad y responsabilidad. Así, el maldito dinero se convierte en el vértice altanero de la pirámide delictiva, incluso de muchos engañosos que se quejan de «la corrupción que tanto daño nos hace» sin modificar sus propias conductas.
El Tribunal Federal Dos de Córdoba se apresta a finalizar el juzgamiento de diez imputados de una asociación ilícita integrada por droguerías, visitadores médicos y enfermeros, entre otros, que se dedicaban a vender de modo ilegal medicamentos oncológicos, contra el HIV y también insulina. Los fármacos eran robados o con vencimientos adulterados, completando así una maniobra estafatoria a compradores de buena fe. Parte de los remedios provenían de Chile y se comercializaban en nuestra provincia, pero también en el norte del país, e incluso en Bolivia. Las ganancias eran millonarias, de miles de dólares mensuales, que se potenciaban además con recetas y pedidos fraguados a obras sociales. Pero como no hay mal que dure cien años, esta red delictiva fue descubierta por una farmacéutica que advirtió a una mujer que se hacía pasar como médica de un geriátrico y que pretendía comprar insulina a través del Pami para luego revenderla en el mercado negro.
Así las cosas, en su alegato, el fiscal Carlos Casas Nóblega pidió condenas de entre 4 y hasta 9 años de cárcel para los cabecillas y principales implicados: Ferreya, Gancedo, Mussi, Cianci y Díaz. Para los otros el pedido fue de 3 años de prisión en suspenso. Con dijo el fiscal, la gravedad de los delitos cometidos se puede comparar con el narcotráfico, cuyas víctimas saben en definitiva el daño que provocan los estupefacientes que consumen. Pero, en estas estafas, con víctimas enfermas de cáncer, el engañado fue diferente porque desconocían que algunos medicamentos que ingerían estaban vencidos. Ahora, la prueba pareciera ser irrefutable. A los acusados sólo les importa hacer plata, mucha plata… viva quien viva, y muera quien muera.