Mucho ruido y polémica trajeron, dentro y fuera de Tribunales, las declaraciones del juez de control Juan Fernández López sobre las protestas callejeras que frecuentemente ocurren en el centro de la ciudad y que inevitablemente afectan al tránsito y a las ventas de los comerciantes. El magistrado se manifestó muy crítico sobre los cortes de calles y, en ese contexto, pidió «tolerancia cero». Dijo que los cabecillas de las marchas deben ser identificados y eventualmente imputados por contravenciones o delitos como asociación ilícita, una figura muy usada por los genocidas de la dictadura y sus cómplices, para imputar a secuestrados y detenidos. Básicamente, Fernández López se refiere a la «toma planificada del espacio público», que no es ni esporádica ni espontánea.
En los últimos años y con matices personales, algunos fiscales se encargaron de manejar y coordinar estas protestas con mucho diálogo y paciencia, apostando siempre a un común acuerdo para preservar de la mejor manera los derechos de las partes involucradas. Además, en la jurisprudencia de Córdoba, está claro que si un manifestante protesta libremente, está protegido por la Constitución Nacional. Ahora bien, si por ejemplo, durante esa movilización golpea a alguien o provoca alguna rotura (como sucedió en algunas marchas en años pasados), entonces podrá ser acusado por lesiones y daño. Asimismo, los dichos de Fernández López se acercan a la visión del fiscal general Juan Delgado y a proyectos que actualmente se discuten en la Legislatura cordobesa para regular y limitar estos reclamos callejeros. Por supuesto, la «sábana corta» siempre provoca pujas, y en este conflicto posiblemente se mezclan intereses electorales de partidos u organizaciones, el legítimo y comprensible reclamo de muchas familias que forman parte del 50 por ciento de compatriotas que viven sumidos en la pobreza, y la impotencia de comerciantes y vecinos.
Fernández López dijo, además, que «de hacer un paro a cortar una calle hay una distancia astronómica». Pero de lo que no hay dudas en estos tiempos es que lamentablemente en la Argentina de hoy, la distancia entre los de arriba y los de abajo, los que más y los que menos tienen, es muy astronómica.