¡Otra vez sopa!
Los escándalos saltan uno tras otro y la Policía de Córdoba no tiene respiro. Más allá de la honorabilidad y de las buenas intenciones de muchos jefes y efectivos, hay otros que eligen zambullirse en la corrupción, siempre detrás de una fachada de decencia y de noble servicio a la comunidad. Es como, sin ser vista, la serpiente del Edén anidara en la institución y repartiera manzanas a diestra y siniestra. Y encima los mayores “pecadores” son comisarios y personajes “carteludos” dentro de la Fuerza.
Basta mirar nomás como la investigación del fiscal Enrique Gavier sigue complicando aún más al ex subjefe de la fuerza, comisario general Alejandro Mercado y a otros varios policías detenidos en Bouwer, imputados por asociación ilícita. Como si fuera poco, ahora también el fiscal Guillermo González avanza en otra causa con siete detenidos, entre ellos el ex jefe de la caminera, comisario general Maximiliano Roldán Ochoa, su hermano Gastón (abogado), el civil Gabriel Burkhart y los policías Leonardo Torres (jefe de la asesoría letrada de la fuerza), Jorge Gutiérrez (titular de Protección de Testigos), Martín Heredia (comisario inspector de la Caminera) y Dante Villalba (chofer en jefatura). Según la acusación, habían armado una “empresita de servicios” para ganar dinero con desalojos y recuperación de propiedades usurpadas. De hecho las imputaciones son asociación ilícita, coacción, extorsión, encubrimiento y peculado, ya que usaban recursos de la policía para sus fechorías. Pero además tenían acceso a información de primerísima mano sobre sus clientes y eventuales víctimas. Las pesquisas están en pleno desarrollo y no se descartan novedades que le agreguen más “chimichurri” todavía a este culebrón.
Es verdad que no está bien que paguen justos por pecadores, pero en momentos en los que el gobernador Llaryora intenta fortalecer la imagen de “los hombres de azul”, aparecen estas sorpresas y entonces tambalea casi todo. Ocurre que además en los últimos tiempos se descubrió un repugnante entramado delictivo en las cárceles y que derivó en la detención del máximo jefe del Servicio Penitenciario, José María Bouvier y de toda la cúpula de mando. También se destapó la venta de certificados de seguridad a comercios y negocios y así surgió la causa “Bomberos” que tiene al ex subjefe policial Gustavo Folli y a otros cómplices apresados. Finalmente, debemos consignar la reciente condena a siete policías de la Fuerza Antidrogas (FPA) del norte policial, implicados en “negocios del narco”. Lo bueno en todo este “drama” es que hay fiscales que investigan, imputan y detienen a los corruptos. Lo malo es que haya tantos policías corrompidos. Por eso cabe la pregunta: ¿Habrá más casos como estos y que aún no han sido descubiertos dentro de la Policía? Sin dudas, lo sucedido hasta ahora fue “un mazazo tras otro”, por lo que piadosamente podríamos decir y para evidenciar el hartazgo ante tanta corrupción… ¡Otra vez sopa!
El fugitivo (que no fue)
Sin dudas la libertad es un divino tesoro y lo saben muy bien quienes por diferentes circunstancias y en algún momento de sus vidas, estuvieron privados de ella. De hecho, en el cine por ejemplo, hay un montón de memorables películas que cuentan dramáticas historias de encierros y fugas con una carga infinita de adrenalina. Podemos, y sólo para recordar algunas, mencionar a Papillón de 1973, con Steve McQueen y Dustin Hoffman; Expreso de Medianoche del año 1978, dirigida por Alan Parker; El Fugitivo (1993), con Harrison Ford y Tommy Lee Jones; Sueños de Libertad de 1994, protagonizada por Tim Robbins y Morgan Freeman y finalmente una más reciente, Fuga de Pretoria, del 2020, con Daniel Radlcliffe.
Claro que una cosa es la ficción y el cine, y otra muy diferente la realidad que de tanto en tanto se produce en alguna cárcel o en tribunales, con algunos detenidos que intentan “pirarse” como sea y de la manera que puedan. Algo de esto sucedió ayer en el Tribunal Oral Federal Tres que funciona en Cofico, y en el marco de un multitudinario juicio con 39 acusados de integrar una banda de ladrones de autos, apresados en noviembre del año 2023 en una causa judicial conocida como Scalamogna, por asociación ilícita y robo calificado. Por supuesto que con tantos imputados, el despliegue de móviles policiales y efectivos penitenciarios fue impresionante en este coqueto barrio cercano al Centro.
Pero ya en la sala de audiencias, y tras el pedido de condenas por parte del fiscal auxiliar Maximiliano Aramayo, ocurrió un evento inesperado con uno de los juzgados, el joven Emiliano Gutiérrez y para quien habían pedido una condena de 5 años y 9 meses de prisión. En cambio, su defensor Guillermo Dragotto le había solicitado a la jueza Cristina Giordano que le imponga una pena menor. Fue justo en ese momento, cuando Gutiérrez pidió ir al baño y, sorprendiendo a todos, salió corriendo como si fuera Usain Bolt para intentar escaparse por una ventana, a la chocó rompiendo el vidrio, lo que le produjo múltiples cortes en su cuerpo. Por supuesto, fue detenido nuevamente por los guardias y debió ser atendido por un servicio de emergencia por las heridas que sufrió. Obviamente el hecho generó conmoción y puso en evidencia la peligrosidad de Gutiérrez, quien al menos por esta vez, no pudo convertirse en ‘El fugitivo’.