Vivimos la era de la inteligencia artificial, y aunque no todos lo perciban, se trata de una revolución comparable a la que produjo la invención de la máquina de vapor o la creación de la web.
La producción y publicación de contenidos multimediales, son actividades accesibles a casi cualquier persona que tenga la intención de llevarlas a cabo. La evolución tecnológica lo hizo posible y habitamos entonces una época de hiperestimulación informativa, generada por tantas fuentes como seres humanos caminan por la vida con un smartphone en la mano.
En medio de este inmenso pajar de contenidos, que podemos consumir en Instagram, TikTok, X, YouTube, Facebook y hasta WhatsApp, está el periodismo como esa aguja que a primera vista es difícil de identificar, pero que algunos buscan y cada vez menos valoran.
El periodismo compite por la atención de las audiencias con otro tipo de estímulos que claramente hoy resultan más atractivos.
Además, sufre los embates que llegan desde los márgenes de todas las grietas, que por cierto, existen en prácticamente todos los países. Y existen porque hubo quienes descubrieron cuan lucrativo puede ser generar grietas y así fue que las convirtieron en su modelo de negocio. Detrás de las posturas ideológicas radicalizadas más que convicción, hay fundamentalmente, un modelo de negocio.
El periodismo quedó atrapado en las grietas, y no por casualidad. Quienes promueven una sociedad de blancos y negros, saben que ese modelo se funda en la obstinación de las verdades absolutas y el periodismo en cambio, trabaja sobre las dudas. Es todo lo contrario y por tanto, una amenaza.
Por cada afirmación emitida desde el margen de cualquier grieta, el periodismo la contrastará con datos, aquellos que más confianza puedan generar en la mayor cantidad de gente posible. El modelo de negocio de las grietas necesita fieles, creyentes, no “dudantes”.
La multiplicación de fuentes y plataformas para la generación de contenido permite que millones de personas, con mayor o menor sustento o recursos discursivos, se expresen, intercambien visiones personales. Identificar aquello que es periodismo en ese universo infinito, es cada día más difícil.
Una charla de café, un cruce de opiniones, una discusión entre colegas, no es periodismo, aunque suceda en vivo en una radio, un canal de TV o un canal de streaming.
Periodismo es investigación, con mayor o menor grado de profundidad, es recopilación, análisis y comparación de datos, provenientes de diferentes fuentes, las cuales habrán sido seleccionadas con la intención manifiesta de acercarse, hasta donde sea posible, a la verdad. Es, antes que nada, un servicio a la comunidad con la cual convive y dialoga, a sus audiencias, al sistema democrático.
La inteligencia artificial es muy capaz de crear contenidos, es rápida, eficiente y sumamente eficaz para acortar los tiempos de tareas automatizables y repetitivas. Lo que no puede ni podrá hacer la inteligencia artificial es periodismo.
Desde luego, la realidad es ineludible y la crisis de la industria de medios es preocupante. En las últimas décadas se hizo cada vez más difícil vivir del periodismo y como fenómeno global, al que no escapa Argentina ni mucho menos Córdoba, las fuentes de trabajo fueron disminuyendo. Buena parte de los más solventes profesionales de esta actividad se han dedicado a otra cosa. Algunos dentro del mismo ecosistema, optaron por el entretenimiento, la comunicación institucional, o por formar parte del modelo de negocio de la grieta. Otros, directamente cambiaron de rubro, la docencia, uno de ellos.
En una reciente charla que mantuvimos con Rosental Alves, pionero del periodismo web y veterano formador de generaciones enteras de profesionales de esta actividad, destacó que en este tiempo de manipulación algorítmica, de infodemia, el periodismo se fortalecerá en la guerra por la verdad, “no imagino un mundo sin periodistas”, señaló como respuesta a quienes esperan y promueven su extinción. Que así sea maestro.