La firma del tratado que dio origen a la llamada “Región Centro de Argentina”, ocurrió hace más de 25 años: el 16 de agosto de 1998, en el límite interprovincial que corre entre San Francisco (Córdoba) y Frontera (Santa Fe).
Gobernaban dos figuras importantes de aquella década: en la Casa Gris, el ingeniero químico Jorge Obeid, 100% ADN peronista; en la Casa de las Tejas, el odontólogo Ramón Mestre, radical de pura cepa. Militantes partidarios protagonistas durante los años 60 y 70, con miradas diametralmente opuestas. Obeid fue uno los jefes de la “gloriosa JP” conectada a Montoneros, detenido por la dictadura y exilado. Mestre -10 años mayor- se destacó como un joven secretario del gobernador Páez Molina, y comandó la bancada de diputados de su partido entre 1973-1976.
Defendiendo la democracia desde 1983, ejercieron como intendentes capitalinos. No eran oriundos de las jurisdicciones que administraron por el voto popular, arribando al terminar la secundaria (Obeid desde la entrerriana Diamante, Mestre desde San Juan), para iniciar estudios superiores y afincarse por siempre. Fueron docentes universitarios, además de dirigentes convencidos, y laburaron -mucho y bien- en su profesión: Mestre en su consultorio, Obeid en empresas del rubro químico.
Cada uno en su provincia sostuvo proverbiales disputas por el liderazgo partidario ante referentes que, además de mandar localmente, eran “presidenciables”: el cordobés Eduardo Angeloz y el santafecino Carlos Reutemann.
Prototípicos “peruca” y “radicheta”, amén de sus diferencias ideológicas, compartían una experiencia de vida. Puestos a gobernar, se encontraron con desafíos: la reforma constitucional hecha en democracia (que estimulaba la integración del país hacia afuera y hacia adentro), la consolidación del Estado de derecho, la necesidad de dar “su” impronta a la gestión, la exigencia de afrontar los costos de las políticas económicas implementadas en la presidencia Menem (entonces reelecto,) contextualizaban un momento en el que, seguir la huella de provincias que firmaron acuerdos regionales era una opción válida.
Mestre y Obeid rompieron el molde: vincularon a dos provincias parecidas pero distantes. Arrancaron en 1996, encargando estudios económicos y jurídicos, convocando reuniones conjuntas de ministros y legisladores, visitando juntos municipios, despachos oficiales, sedes corporativas. No compartían ideología, pero sí recorrido y objetivos. Supieron hacer, de la aparente rivalidad, un impulso de afecto societario.
Cuando Carlos Menem, arrancando 1999, debió ratificar públicamente la continuidad del puente Rosario-Victoria y la construcción de la autopista Rosario-Córdoba, señalando un poco en serio y otro en broma “los gobernadores me apretaron feo”, se mostraba la eficacia de un trabajo conjunto.
En ese año se incorporó Entre Ríos a la Región Centro, por impulso de Jorge Busti, un graduado de la UNC, viejo amigo de peronistas cordobeses, vinculado a la “Tendencia Revolucionaria”. Detenido por la dictadura, desde 1983 intendente de Concordia y dos veces gobernador. Productivista, activo profesional, estudioso de la historia como muchos políticos de su generación. La potencia del bloque parecía no tener techo.
Luces y sombras
Desde 1999, los gobernadores fueron De la Sota, Reutemann y el radical Sergio Montiel. Hasta 2001 la Región Centro organizó reuniones de gobernadores, convocatorias de funcionarios, intendentes, universidades, colegios profesionales o empresarios. Pero la crisis que acabó, en los oscuros días de diciembre de aquel año, con la presidencia de Fernando de la Rúa signó la experiencia. Montiel no participó de la “movida” y tanto el Gallego como el Lole lucían más preocupados por su proyección nacional (en la que finalmente eran contendientes), que por la agenda regional. Y ello afectaba sus puestas en escena y discursos.
Recién en 2003 se retomará el trabajo, con los regresos de Busti y Obeid (en Córdoba continuaba De la Sota). Se firmaron nuevos tratados, se otorgó cauce institucional a los órganos creados en 1998, se multiplicaron las reuniones de diversos foros y las provincias conformaron estructuras orgánicas “regionales”, destacándose Eduardo Accastello y Herman Olivero (en Córdoba), Julio Barberis (Santa Fe) y Mario Moine (en Entre Ríos). Aunque las reuniones mantuvieron una estética de convención y las propuestas debatidas, pocas veces tuvieron curso.
Se destacan proyectos como el acueducto que traerá, a Córdoba, el agua del Paraná; y las misiones comerciales internacionales realizadas. Pero con diferentes gobernadores (los peronistas Uribarri y Bordet en Entre Ríos; los socialistas Binner, Bonfati y Lifschitz y el justicialista Perotti en Santa Fe; los cordobesistas De la Sota y Schiaretti) la región se enfrió por posicionamientos distintos frente a los gobiernos nacionales, diferencias sectoriales o rivalidades personales. La tecnocracia regional no perforó la frontera entre proposición y acción. Las reuniones institucionales no perdieron perfume a “Coloquio de IDEA”, con mucha pantalla, luminaria, cartelería, cháchara y escasa sustancia, más allá de lo que se avanzó por cuenta del complejo productivo agroindustrial.
No hubo profundidad en la integración de bienes públicos como la educación, la salud, la seguridad. Claro, eso exige mucho más que algunas fotos.
Con tres gobernadores debutantes, los macristas Rogelio Frigerio (Entre Ríos), Maximiliano Pullaro (Santa Fe) y el cordobesista Martín Llaryora, se realizó en la semana un nuevo encuentro, que no superó los formalismos (cambio de la presidencia pro-témpore, en cabeza de Pullaro). Uno hubiera querido decisiones conjuntas vinculadas a la asistencia de los lacerados por el aumento de tarifas sin subsidio; o estrategias para afrontar la lucha contra el dengue; posiciones comunes frente al narcotráfico; o un respaldo a las siete universidades nacionales afincadas en las tres provincias, que marcharán mañana en defensa de su presupuesto. Habrá que esperar.
La idea integracionista supone conjunto, solidaridad, humildad. La Región Centro no alcanzó aún esos objetivos, utilizada como vidriera individual antes que como polea de transformación colectiva. Corridos por ahora hacia el centro respecto del oficialismo nacional, pero dentro del espectro de derechas, Llaryora, Pullaro y Frigerio, tres políticos de mediana edad y vastísima experiencia, representan una interesante combinación de trayectorias, miradas, formaciones.
Ojalá se decidan, siguiendo el sueño de los queridos “Turco” Obeid”, “Chancho” Mestre y “Chino” Busti, a trascender el cotillón.