Me despierto sobresaltado por un sueño, un sueño que olvido al minuto de estar despierto. Voy hasta la cuna de mi hija y la encuentro con los ojitos abiertos. La levanto y mientras la miro me pongo a caminar con ella por la habitación.
Palabras claves
Línea recta, presente continuo, tiempo, sueño
Esa misma noche de septiembre, pero varios años antes, mi padre se levantó sobresaltado por un sueño, fue a mi cuna y me encontró quietito, con los ojos abiertos. Me alzó y, mientras me miraba, caminó conmigo por la habitación.
También en una noche de septiembre, pero mucho tiempo antes, mi abuelo se despiertó sobresaltado por un sueño. Cuando llegó a la cuna de su hijo se quedó sorprendido por haberlo encontrado despierto, desvelado igual que él. Conmovido, lo alzó y, mientras caminaba, lo miró a los ojos.
Muchas décadas antes, en una noche no importa de qué mes, mi bisabuelo se despiertó sobresaltado por un sueño, inquieto y desvelado, y fue a la cuna de su hijo. Lo encontró despierto, con los ojos abiertos. Lo alzó y caminó con él por la habitación.
Esto continua sucesivamente hacia atrás, hacia adelante o hacia el costado. Dudo si esto pasó en distintos momentos o si fue todo al mismo tiempo; si alcanza como prueba de que el tiempo no es lineal, sino que son ciclos simultáneos, paralelos, o si acaso no estábamos viendo también esa noche los ojos de todos los que estarán y de los que estuvieron.
La emoción aumenta cuando en los ojos de mi hija empiezo a reconocer algunos rasgos de mi madre y, en ese momento, creo recordar que era posiblemente en una noche como esta, cuando mi madre se había despertado desvelada por un sueño, había ido preocupada a mi cuna y me había encontrado despierto. También me alzó y caminamos juntos por la habitación. Estoy seguro de que en el acto ella recordó cuando su padre la encontró desvelada y cuando su madre también la rescató de la cuna.
De repente el cuarto se empieza a llenar de gente. Todos esos hombres y mujeres estamos en la misma habitación, mirándonos a los ojos al mismo tiempo. Aunque somos miles, la sensación que persiste es la de estar solos, tranquilos, en silencio, contenidos en la intimidad del abrazo de nuestros padres.
El niño va de a poco cerrando los ojos, se va quedando dormido. Todos los padres y madres, enamorados de ese cuerpo tan pequeño, lo van dejando en la cuna. Nos asomamos ya solos a la ventana donde entran los primeros rayos de sol. Sonreímos contentos, emocionados, felices por el milagro de la vida. Volvemos a la cama, muchos más tranquilos, pero también intrigados por lo que pasó, pensando en ese sol que nos alumbra a todos, y pensando si no se habrá confundido el que invento el reloj. Y así, poco a poco, vamos cerrando los ojos hasta quedarnos dormidos.
Conclusión
En ese pequeño bebé que tenés en brazos están todos tus antepasados. Ese pequeño bebe estuvo en los brazos de todos tus antepasados.