Por Carlos A. Del Campo
Al recordar la figura de Alberto Methol Ferré, en el décimo aniversario de su fallecimiento acaecido el 15 de noviembre de 2009, resulta un imperativo abordar su pensamiento cuando inesperadamente los países suramericanos viven su hora más dramática, con crisis institucional, violencia social, inestabilidad política y hasta un nuevo capítulo a la vieja usanza de la práctica del golpe de Estado en Bolivia, con participación decisiva de las Fuerzas Armadas.
Rescatamos de Methol su latinoamericanismo, que convirtió a lo largo de su vida en el propósito central de su acción y que debemos rescatar como herencia de uno de los intelectuales latinoamericano más originales (pensador, escritor, docente, historiador, filósofo y teólogo). Nacido en Montevideo el 31 de marzo de 1929, fue fundador de revistas de pensamiento político: “Víspera” (1967) y “Nexo” (1955-1958 y 1983-1989), que, al igual que en sus numerosos ensayos y libros, guardan como rasgo esencial del accionar latinoamericano de su vida.
Prefería definirse como un “peronista uruguayo”, toda una rareza en Montevideo, donde el nombre de quien fuera tres veces presidente de los argentinos está ausente de la nomenclatura urbana. Recordaba que, desde su juventud, admiraba en Perón su visión geopolítica formulada como estrategia de desarrollo íntimamente relacionada con el contexto latinoamericano, e imposible sin el enlace con Brasil. Señalaba que “el discurso de Perón de 1953 había definido todas sus perspectivas intelectuales”, cuando Perón anunció la constitución de un Nuevo ABC (Argentina, Brasil y Chile), de complementación económica y unión aduanera, para extenderlo luego a todo el conjunto de América del Sur. Consideraba que “así como los primeros amores no se dejan nunca, en la vida política ocurre lo mismo; mis primeros amores fueron dos: el Dr. Luis Alberto Herrera en Uruguay y el coronel Juan Domingo Perón en la Argentina, allí por el año 1945, cuando me empezaba a asomar a la vida pública”.
Methol era portador de una extraordinaria capacidad docente, en su agudeza intelectual unía su saber y la experiencia acumulada, con su condición de militante sencillo y generoso. Lo conocimos siempre dispuesto a abordar un transporte para dar una charla para “repensar la política”, cuando entonces ésta se hacía sin viáticos. Toda su producción literaria y sus compromisos políticos sustentaron el principio del latinoamericanismo y el estudio del pasado histórico común para formar gobernantes mejor preparados.
Visitaba Córdoba dos o tres veces al año para disertar en los “Encuentros de Constructores de la Sociedad”, de Tanti, que organizaba la Comisión de Pastoral Social, inclusive cuando, en algunas ediciones el padre Jorge Bergoglio convocaba a la militancia en el compromiso social. Su presencia se extendía en las reuniones del Pensamiento Latinoamericano, en el hotel Rama, de Río Ceballos, invitado por su amigo Jorge Abelardo Ramos. De entonces recordamos sus maravillosas conferencias, donde insistía en que no debía estudiarse la historia del Uruguay solo, o de la Argentina sola, sino la historia rioplatense, porque los latinoamericanos desconocen la historia de América latina “yendo más allá de los 20 paisitos por separados e ignorando totalmente la historia de los otros”.
En una entrevista realizada por el periodista Luis Vignolo, para la “Revista Política”, número 1, sugiere que nuestros diputados debieran encontrarse dos o tres veces por año para conocer mutuamente los problemas, al igual que las juventudes, dado que hay centenares de universidades latinoamericanas encapsuladas en sí mismas, incapaces de intercambiar 10 o 15 estudiantes cada una con sus pares de Brasil, Paraguay o Bolivia para que tengan la obligación de asociarse. “Si hubiéramos empezado hace 15 años, hoy tendríamos en el MERCOSUR miles de casamientos de estudiantes de un país y otro, y una red de amistades que estarían dando vida, iniciativa y conocimiento mutuo (…) no hay un informativo de nuestros países en los horarios centrales que dedique 15 minutos diarios a los países del MERCOSUR, con locutores hablando portugués sin traducción (…) que si durante dos meses la gente común va a entender poco, al poco tiempo va a entender todo.” A los latinoamericanos “el Centro nos ha penetrado desde hace dos siglos, pero entre nosotros está prohibido”.
Methol escribe, en “La política de la cultura de los pueblos”: “Eduardo Víctor Haedo, el gran político herrerista, en el año 37 o 38, siendo ministro de Instrucción Pública, proponía crear una universidad latinoamericana. Sin embargo, no se ha hecho una sola. No tenemos ninguna política de la cultura, porque parece que la cultura es un asunto de élites. Esa es una visión absolutamente estúpida, porque la cultura es ante todo la cultura de los pueblos… Aunque tenemos acumulados dos siglos de ignorancia mutua tenemos que romper el muro de la ignorancia multidimensional, cuando más rápido seamos en hacer una política de la cultura unificadora, dialogante entre nosotros y participativa, más rápidamente entrarán todos los otros países. Las fronteras nacen como ámbitos de conflicto, son luego las ligadoras y las unificadores de los países que comenzaron en el conflicto y terminan en la hermandad si su cultura lo posibilita”.
Entre los años 1975 y 1992, Methol Ferré integró el equipo de reflexión pastoral del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), integró la comisión redactora del Documento de Puebla, en 1968, donde participó con pasión por la filosofía, la historia y la política. En la actualidad se considera que ha influido en el pensamiento del papa Francisco. En Uruguay se desempeñó como profesor de Historia de América latina, de Historia Contemporánea, y de Teoría de la Historia en la Universidad Católica, la Universidad de Montevideo y en el Instituto Artigas de Servicio Exterior.
La integración suramericana está en crisis. Lo acaecido en estos días es una mala noticia para la región, donde su dirigencia no ha sido capaz de crear proyectos de integración que sobrevivan a los cambios de mandatarios o a sus tendencias ideológicas. Sin embargo, según mediciones de Latinobarómetro, el 77% de los latinoamericanos está de acuerdo con más integración económica con otros países de la región, y el 62% está a favor de la integración política (Juan C. Herrera, en The New York Times).
La vigencia del pensamiento del amigo oriental está latente en esta particular circunstancia que atraviesa la Patria Grande, sólo en la medida en que seamos capaces de definir un “Proyecto Nacional”. En caso contrario, repitiendo a quien recordamos “el destino inexorable de las pequeñas patrias será empequeñecerse cada día más”.