En el norte de Tailandia Dan, un profesor de música de la tribu Akha, nos dio alojamiento en un templo budista. Todo suena un poco irreal, ¿tribus de las montañas en Couchsurfing? ¿Dormir en un templo? Fue casi una semana de mirar todo con ojos atentos para entender cuestiones culturales de los tailandeses que no se pueden ver en ningún tour.
El segundo día en el templo acompañé en su búsqueda de ofrendas matutinas a Mai, un monje que habla inglés. Mai tiene unos 50 años, en su cabello rapado las canas ocupan casi todo el terreno. Había tenido una radio y un cyber, hasta que renunció a todo y se hizo monje. Iba descalzo, es una forma de mostrarle a quienes le dan comida que él está por debajo de ellos, aunque todos se descalzan antes de extenderle las manos con arroz, pollo, dulces, o lo que puedan aportarle. Dan recorre todos los días un camino diferente, para no pedir siempre a los mismos, porque sabe que no tienen tanto, y cuando luego realiza una oración deseando larga vida a quienes le entregaron las ofrendas.
Mientras caminábamos, Mai me explicaba que lo mejor del budismo es que trata de enseñar a siempre obrar bien, a pensar antes de actuar y pensar si lo que vamos a hacer es bueno o malo. Y lo más importante es meditar, para poder tener la mente en un solo lugar y momento (yo asentía mientras miraba las plantaciones de ananás, pensaba en sacar fotos, en todo lo que tenía para contarle a mi novia, etc.), eso permite disminuir el sufrimiento, seguía Mai, objetivo con el que llegan casi todos los que quieren ser monjes, generalmente hombres pobres y con alguna tristeza apechugada en el alma.
El budismo y el statu quo
Yo quería conocer qué pensaba más allá de lo que dice el libreto budista, y le pregunté sobre asuntos que me parecían contradictorios con las enseñanzas del maestro. Le consulté por los conflictos de Myanmar, donde budistas están matando a los Rohinyás, musulmanes. Primero dudó, como si no hubiera entendido mi inglés, reformulé la pregunta y su respuesta me sorprendió. Dijo algo acerca de que existen musulmanes que hacen cosas malas, y que los budistas no pueden solo quedarse sentados. Después me explicó que él cree que los monjes le hacen bien a la sociedad porque transmiten paz.
El modelo social budista parece ser benevolente con el pueblo, pero a fin de cuentas, las reglas las siguen haciendo los poderosos para que las cosas no cambien. Los budistas creen en la reencarnación y en el karma, que básicamente dice que si en esta vida hacés el bien, vas a reencarnar en algo mejor. Entonces sus leyes morales hacen que quienes tienen poco se sientan culpables o avergonzados, porque se supone que hicieron algo malo en las vidas pasadas para estar así, entonces dan limosnas para hacer méritos para estar en una posición mejor en la próxima vida (mientras que los ricos se merecen esa vida por haber hecho suficientes méritos en la anterior). Sería la meritocracia metafísica.
El súmmum de todo esto es el rey de Tailandia, considerado el protector del budismo. Según estas cuestiones de fe, él está ahí porque se lo merece, y si lo dice la religión, ¿quién se atrevería a cuestionarlo? Por si algún desubicado piensa en hacer una crítica, Tailandia cuenta con una de las leyes de lesa majestad más estrictas del mundo, y hablar mal del rey puede ser sinónimo de cárcel.
Tal vez, por eso cuando le pregunté, si no había una contradicción entre uno de los preceptos budistas que habla de tener relaciones sexuales solo con la esposa y la vida de escándalo que lleva el rey, Mai se puso a la defensiva. Me dijo que en el budismo uno debe preocuparse solo por su vida y no por lo que hagan los demás, ya que preocuparse por lo que hacen otros trae sufrimiento. ¿Tu estás sufriendo por el rey? Me preguntó, le dije que no, que solo quería conocer su opinión como budista. Se aflojó un poco, me explicó que antes era algo normal que un rey tuviera varias concubinas para asegurarse el linaje, pero que este rey solo lo hace porque se quiere acostar con muchas mujeres.
Dan, el otro playboy
Dan nos llevó a la escuela en la que enseña. Él viste su traje tradicional con muchos adornos de plata, y su jeep tiene una calcomanía de Laos en el parabrisas y en su antena flamea una bandera comunista. En la escuela los niños juegan en el patio, plantan verduras y limpian las aulas. Adentro de un salón encontré un gesto casi menemista, un poster mostraba al rey andando en bicicleta, jugando al fútbol y corriendo en una calza deportiva.
Le pregunté a Dan qué le parecía el nuevo rey. Me dijo lo mismo que la mayoría de los tailandeses que se animan a hablar del tema: preferían al padre porque recorría todo el país y tuvo un solo amor toda la vida. Pero Dan fue un poco más allá, dijo que este no le gusta porque es un playboy con 10 novias. Después de un silencio se sinceró: yo también tengo 10 novias.