Damián Godetti nació en San José de Feliciano, un pueblo al norte de la provincia de Entre Ríos. Hay que empezar por ahí porque Damián Godetti es el protagonista de estas palabras, así como Feliciano es protagonista de las suyas.
Godetti acaba de lograr la primera mención, en la categoría Cuento, en el 61° Premio Literario Casa de las Américas, de La Habana, Cuba. Es, junto con Jorge Boccanera, reconocido de manera honorífica con el premio de poesía José Lezama Lima, el único argentino distinguido en esta edición del histórico premio latinoamericano.
Hasta hace poco Damián vivía en la ciudad de Córdoba. Recién había consumado su decisión de volver a Entre Ríos, después de más de una década de andar por la capital mediterránea, cuando le llegó la noticia de que en La Habana lo habían leído con agrado era su primer día en esta segunda vida en el terruño.
La crudeza brutal e indefinida de buscar el peso y que alcance para gastarlo, lo llevaron a decidir volverse. Los mismos motivos que lo hicieron irse hace años, traer a su familia a la ciudad y ver a su hijo entrerriano crecer y hacerse hombre en Córdoba, lo hacen ahora volverse para ver a su hijo cordobés crecer y hacerse niño en Entre Ríos. Y algunos otros motivos también, que están escritos en las páginas y márgenes de sus libros.
Mala tierra” es el título del conjunto de cuentos que forman el libro que logró el reconocimiento del jurado en La Habana. Mala tierra, como si la fertilidad del suelo y su afluencia de historias estuvieran en proporción directa con la crueldad y una forma familiar de la perversidad. Mala tierra” es un catálogo de personajes que intervienen en un espacio acotado, delineado y concreto, como las lápidas de los poemas de Lee Masters o los intérpretes enigmáticos de los relatos de Sherwood Anderson. El lugar, no como cobijo, sino como protagonista indeclinable de los hechos. Pero esos hechos muestran la cara de unos actores cuyo margen de acción puede estar fuera del tiempo y el espacio, a pesar de que se mantengan indiferentes ante la presunción de representar o de querer significar más de lo que son en realidad. Probablemente esta orientación de su escritura pueda estar vinculada con un cierto aire literario que viene dando frutos desde el litoral, una especie de regionalismo sin prejuicio y de signos intercambiados que hace uso de lo más cercano para ponerlo lejos y observarlo a través del prisma de las palabras. Sin embargo, la estetización de una zona y sus ocupantes no oculta que la profusión de historias emana del trabajo no de encontrar sino de elaborar y construir la belleza en la mayor brutalidad que permite el recorrido de una serie de vidas sin destino o con un destino completamente anticipado, como el de una bestia de carga en medio del trabajo del campo.
La voz de Damián Godetti funciona como médium que saca a la luz historias sedimentadas que buscaban una forma de narrarse; el lenguaje se vuelve dócil y maleable en su literatura conservando la fortaleza y la orientación necesarias para convertirse en la palabra que, aunque no se pronuncie, da sentido al relato, como la lacónica venganza de alguno de sus personajes. En esa aparición está su entrega y su aporte literario de narrador.
El libro, todavía inédito, servirá seguramente como carta de presentación de un autor que no solamente tiene mucho para decir sino que sabe cómo hacerlo y trabaja para ello. Todos los días, de forma sistemática y placentera, antes de que las obligaciones familiares o laborales lo demanden, entrega sus horas al trabajo de escritura.
Damián Godetti no pertenece a ningún círculo literario, no es miembro de ningún taller, no tiene padrino, no es un nombre familiar o conocido de ningún grupo de académicos o hacedores del canon, pero dedica su vida, en lo que la vida le permite elegir, a la literatura. Mala tierra” es uno de los varios libros que tiene escritos y aún no publicados, y que sólo han circulado de mano en mano entre algunos de los amigos más cercanos. Y entre algunos (pocos) jurados, como el de Casa de las Américas, que ahora lo ha reconocido con la primera mención en la categoría cuento y lo ha transformado en el único argentino distinguido por obra inédita en esta edición del premio.
La nueva vida de Damián no tiene que ver, sin embargo, con esta distinción, sino con su decisión de volver a radicarse en Entre Ríos, buscando hacer menos difícil la tarea de subsistir. Quiso el azar de la vida que nos conociéramos en una pensión de la calle Belgrano, donde tuve mi residencia durante años. El temperamento y las afinidades comunes nos transformaron en buenos amigos. Puedo decir que lo voy a extrañar. Pero sería, en algún sentido, una falacia, no porque me sea indiferente su partida, sino porque Damián realmente nunca se fue de Entre Ríos. No puede volver a un lugar que nunca abandonó. Aun cuando caminaba por aquí y gastaba las zapatillas en el asfalto de la ciudad, buscando evadir su hostilidad, aun cuando hablaba y escuchaba sin parar en sus horas laborales, aun cuando se sentaba cada mañana frente a la elocuencia de sus palabras escritas, Damián estaba en su otra tierra, aquélla en la que los ríos son verdaderos cauces de agua que no pueden pasar nunca inadvertidos. Allí estaba él y allí su literatura y allí sus libros, los presentes y los futuros, y todos los que esperamos que pronto lleguen a las bibliotecas de sus lectores.