The Sinner” es, sin dudas, una de las series más vistas por los argentinos en estos tiempos. Tenemos la sensación, al hallarla en la plataforma Netflix, que nos topamos con un policial más de esos que casi siempre sobresalen en el género: la de un investigador misterioso, original y eficiente que investiga un asesinato. Pero no, esta ficción reúne otros condimentos que la distinguen sobre el montón.
Las tres temporadas tratan sobre casos diferentes entre sí, pero que coinciden en un punto: se investiga un asesinato cometido por una persona que, al parecer, llevaba una vida corriente.
El primero cuenta la vida de Cora (Jessica Biel), una mujer que, en medio de un día de playa, y en presencia de su marido y el pequeño hijo de ambos, apuñala a un joven que se encuentra tan solo unos metros más adelante, acompañado por un círculo de amistades. Este suceso trágico que cambiará la vida de la protagonista -y, sobre todo, la de su marido- se desencadena al parecer a raíz de una canción que escucha, en medio del día soleado.
En la segunda temporada ingresa en escena un niño llamado Julián (Elisha Henig), quien, tras envenenar a sus padres, es encontrado por la policía en el medio de un bosque, orinado. Tras el hallazgo, las autoridades intentan llegar a la verdad de los acontecimientos.
Asimismo, hace pocos días, Netflix puso a disposición la tercera temporada y rápidamente, sea por la pandemia o por el interés que suscita en sí misma, The Sinner” se posicionó como una de las ficciones más atrayentes para el público. Es que la serie vuelve a hacer hincapié en un hecho confuso que involucra a una persona con una vida, aparentemente, tranquila y sin antecedentes de violencia, al menos al comienzo.
En esta ocasión, Jamie Burns (Matt Bomer), un profesor de secundaria se reencuentra, luego de años sin verse, con Nick Haas (Chris Messina), un antiguo amigo de la universidad. Tras una cena en la casa de Burns -junto a la esposa de éste- los amigos salen en el auto y sufren un accidente que termina con la vida de Haas.
Con el paso de los capítulos se esclarecerá qué fue lo que realmente sucedió esa noche, y la cotidianeidad del docente irá modificándose radicalmente junto a su personalidad. Burns comenzará a tener alucinaciones con su amigo, quien lo guiará” en la búsqueda de un propósito que justifique su vida.
Esta nueva historia refleja los riesgos de nuestro sistema: la competencia incesante por ser mejores, el discurso de superación personal, la presión social de ser alguien”, y los hostigamientos del mundo externo: partes de un conjunto heterogéneo de factores que llevan a este profesor a buscar una existencia que trascienda lo meramente circunstancial.
Es que, actualmente, el grado de resistencia a estos estímulos deben ser constantes, poniendo en riesgo la condición psíquica. La búsqueda de reconocimiento, o la simple vanidad, conducen a Burns, sumado a factores patológicos, a no soportar que la vida se resuma a un simple trabajo, una familia y un hogar. Es por eso que, antes del accidente, él es quien llama a Haas, deseando encontrarse nuevamente. A pesar de tenerle miedo, en parte, porque en los tiempos universitarios, este amigo le enseñó a desafiar sus propios límites, lo contacta igual, intentando hallar una salida urgente, sin tener en cuenta las consecuencias.
Al respecto, el psicoanalista alemán Erich Fromm afirma: hay necesidades que responden específicamente a la condición humana, y van más allá de las instintivas. Una de ellas es la necesidad de trascendencia”. El sujeto, al tener conciencia de sí, busca en su desempeño una gratificación consigo mismo. Esto puede darse a través de la construcción, ya sea en el terreno laboral o familiar, o siendo destructivo. Este profesor, inmerso en un tedio imparable, sumado a factores psicóticos, buscará que el resto de la comunidad despierte” de una vida rutinaria que para él no tiene sentido.
Por último, cabe destacar el protagonismo del inspector Harry Ambrosse (Bill Pullman) en cada una de las historias. Este detective mantiene una mirada con diferentes enfoques sobre lo fáctico: no solo sigue los pasos lógicos de la Justicia, sino que desea comprender el móvil de los crímenes, utilizando tácticas poco ortodoxas. En el fondo, siente la obligación de cumplir con las normas, pero, al mismo tiempo, su rostro denota una contradicción. Para Ambrosse, los culpables son culpables y deben pagar su condena, aunque sabe que esconden una causa que explica su accionar. Sin llegar a justificarlos, empatiza con ellos, tratando de averiguar los porqués. Cuestiona e indaga sobre los protagonistas y se despega del binario bueno/malo, trascendiendo esta disyuntiva. ¿Cómo una persona con una vida relativamente común, igual al resto de la población, puede convertirse en un criminal de la noche a la mañana?”, se interroga el detective, cumpliendo las funciones de un analista. En este sentido, el inspector rastrea la historia personal de los presuntos culpables y los ubica en un contexto, construyendo, de esta manera, una trama abierta.