Hace treinta y cinco años, en mayo del 86, tenía lugar el Primer Encuentro Nacional de Mujeres, en Buenos Aires. Allí participarían unas 1.000 mujeres de diversos puntos de nuestro país y de otros países, de muy variadas posiciones políticas sociales, representantes de distintas organizaciones y sindicatos, de diversas orientaciones sexuales y grupos étnicos, de distintas clases sociales y edades.
Mujeres que no se consideraban feministas, al menos no todas. Ahora tampoco, sin embargo, los feminismos avanzarían año a año a la luz de arduas discusiones, y contribuirían a ser auge de un nuevo paradigma socio cultural. No sabían aquellas mujeres que ese acto fundante sería hoy uno de los reconocidos Encuentros de Mujeres de Latinoamérica, fortalecido por su propia dinámica y por la continuidad ininterrumpida hasta la fecha; ni muchos menos imaginaban ellas que, en 2020, la presencialidad del Encuentro se vería atravesada por una pandemia que nos arrojaría al contacto y Encuentro virtual.
Un poco de historia: corría el año 1986 en Argentina, una reciente restitución a esa democracia de aquel momento lograda por las luchas del pueblo; un contexto propicio para la reconstitución de entramados sociales que venían dándose, pero que se habían visto interrumpidos por la dictadura militar comenzada en el 76. Un grupo de mujeres había vuelto ya del Foro de ONGs de Nairobi (Kenia, África), organizado en el marco de la III Conferencia Mundial, con el objetivo de evaluar los logros del Decenio de la Mujer, que había sido declarado en México, en 1975, en la Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer.
El Foro de Nairobi había congregado a unas 15.000 mujeres de distintas partes del mundo. De allí, las que volvieron junto a otras estarían convocando un Primer Encuentro de Mujeres.
Otro antecedente directo señalado por la memoria colectiva sería el Tercer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, en Brasil en 1985, en el que se había profundizado en el rechazo a las estructuras masculinas y verticales.
Aquel Primer Encuentro Nacional de Mujeres nacía en una Latinoamérica fuerte y dolida, muy dolida, pero resistente a las dictaduras del Cono Sur llevadas a cabo bajo las logísticas del Plan Cóndor, y tocaba en Argentina enfrentar las marcas del autoritarismo militar, sus torturas y violaciones contra las mujeres militantes, los exilios, la censura. Aunque no resultara fácil hablar aún de las marcas más traumáticas, frente a este contexto, aquellas mujeres se congregaban con la pauta central de compartir y reflexionar experiencias de vida.
La idea era profundizar en el intercambio, no como muro de lamento sino de empoderamiento” -dirá hoy Graciela Tejero, activista participante de todos los Encuentros Nacionales desde aquel primero. Entendieron a su vez aquellas mujeres que el Encuentro era de carácter nacional”, en términos de territorialidad, a fines de convocar a las mujeres de todas las provincias. También entendieron que el sujeto era las mujeres, y se vinculaba a todas las interseccionalidades. Comprendieron ellas que debían luchar por librarse de una historia común de opresiones: el patriarcado. La consigna lo personal es político” se reafirmaba al calor de las discusiones; lo que le pasaba a una les pasaba a muchas, era sistemático, y otorgaba sentido al empoderamiento diario que marcó esa época tan necesaria para la continuidad de las luchas actuales.
Las bases o los pilares sobre los que se fundó, y los que dieron éxito a la continuidad de los Encuentros Nacionales de Mujeres fueron y son la autogestión, el autofinanciamiento, la autoconvocatoria, la autonomía, la horizontalidad y lo democrático. Surgía entonces, contra hegemónicamente, en un modo organizacional ubicado en las antípodas del autoritarismo con que se había manejado el gobierno de facto. Ellas denunciando siempre y poniendo en evidencia el sistema androcéntrico y patriarcal, generando potencialidad dirigida hacia la autonomía de las mujeres todas. Así, desde mujeres de muy variados sectores sociales, orientaciones sexuales y grupos étnicos, las injusticias continuarían siendo denunciadas y las estructuras del sistema de las opresiones, socavado por las luchas de las mujeres y las disidencias cada vez más empoderadas.
Incluso sobre tan sólidas bases, lo que no sabían estas mujeres en aquel tiempo es que hoy aún se estarían realizando estos Encuentros; tampoco sabían que llegaría un momento en que las mismas nociones constitutivas que lo nombraban serían revisadas por una gran parte de sus participantes; un renombramiento a Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales y No Binaries, en guiño a la amplitud de sujeto de los feminismos plurales y populares. Nombrarnos sin biologicismos, racismos ni clasismos, y hoy lo reafirmamos”, desde la voz de su Comisión Organizadora.
No sabían ellas que hoy, 2020, lo peor que podría pasarnos era una pandemia que impediría los Encuentros cuerp(a) a cuerp(a), y que se tendrían que hacer por canales virtuales a razón de factores externos: las medidas mundiales ante el Covid-19. Y que a mucho esfuerzo y contradicciones se lograrían charlas virtuales entre aquellas que se nombran en el 35 Encuentro Nacional de Mujeres San Luis como espacio de derechos ganados en estos 35 años, y entre aquelles (con e”) que se nombran en el 35 Encuentro Plurinacional de mujeres y disidencias, que llevan en alto la bandera de Abya Yala, nominación que utilizaron los pueblos originarios para referirse a estos macizos continentales en contraposición a América”.
No sabían ellas que hoy, para enunciar al espacio geográfico puntano de San Luis, el Plurinacional ampliaría la noción a territorios huarpe, comechingón y ranquel”, reconociendo en este acto político los territorios de los pueblos originarios, arrebatados por los avances de la colonización, que comenzara un 12 de octubre de 1492, con la invasión española.
Así, ¿cómo habrían de imaginarse que hoy, en plena pandemia, mediante un encuentro virtual, tendría lugar la Asamblea de Feministas desde Abya Yala? ¿Cómo imaginarse en aquel entonces que la Comisión organizadora del Encuentro Plurinacional estaría diciendo no es solo un cambio de nombre, es que no estamos soles” (sí, soles” con e”), trascendiendo a todas las fronteras lingüísticas geográficas. Y que se aunarían las consignas que trascienden las fronteras: basta de ecocidio, paren de matarnos, no al FMI, aborto legal, tierra y viviendas dignas, soberanía sobre nuestros cuerpos y sobre nuestros territorios, basta de hambre, tierra para vivir y feminismos para habitarla(nos)”.