Lo que tanto temíamos, finalmente se concretó. Las clases presenciales no volverán en la provincia de Córdoba durante el presente año, en ninguno de sus niveles, incluso el universitario. Esto significa que nuestras instituciones educativas permanecerán cerradas, por lo menos hasta que comience el próximo ciclo lectivo, a pesar de la creciente flexibilización y apertura de actividades dispuesta por las autoridades provinciales en las últimas semanas.
A principios del mes de octubre el ministro de Educación, Walter Grahovac, había reconocido que en ninguno de los niveles educativos se está analizando la posibilidad del regreso a las aulas, ante la compleja situación epidemiológica que estamos atravesando. Para Córdoba, discutir volver a las escuelas no es algo viable. Sería agregar un factor de riesgo. Nosotros no vamos a volver”, sentenció el titular de la cartera educativa local, para luego agregar: una eventual vuelta a las clases presenciales podría originar nuevos rebrotes que afectarían a las demás actividades que pudieron rehabilitarse”, perjudicándose así a miles de familias que depende de esos empleos.
Curiosamente los funcionarios dan por sentado que las clases presenciales potenciarían nuevos rebrotes de coronavirus, aunque nada dicen sobre los rebrotes derivados de la ausencia total de controles y la apertura de distintas actividades (muchas no consideradas esenciales), lo que está causando severos daños a la salud pública (ya son más de 1.250.000 los infectados por Covid-19 detectados en el país, con más de 34.000 fallecidos, siendo que Córdoba aporta el 8% del total).
Por cierto, no hay ningún estudio científico que avale que la actividad educativa desplegada en un aula con la debida ventilación, para grupos reducidos de alumnos, que conserven el distanciamiento y cumplan con los demás protocolos sanitarios, implique un mayor riesgo potencial de contagio que otras actividades que también se desarrollan en ámbitos cerrados (como la actividad comercial en shoppings, por ejemplo).
A su turno, el rector de la Universidad Nacional de Córdoba, Hugo Juri, anticipó que para el año que viene estamos planteando diferentes escenarios”, pero por ahora no veo el retorno presencial, menos cuando estamos en el foco de la pandemia”. Asimismo, terminó develando que se va a aprovechar esta gimnasia de la virtualidad para dar otras metodologías de enseñanza”, lo cual nos permite colegir, leyendo entrelíneas, que el regreso a las clases tradicionales ni siquiera esta asegurado para el inicio del ciclo lectivo 2021 en la Casa de Trejo.
No puede dejar de llamarlos la atención que las naciones más desarrolladas (Alemania, Italia, Francia, Gran Bretaña, Suecia, etc.), que cuentan con un mayor acceso a las últimas tecnologías, sigan insistiendo en priorizar la presencia de alumnos y docentes en el ámbito áulico, en lugar de optar por las ventajas que supuestamente presenta la educación virtual. Aquellos países, que hoy están sufriendo los efectos de una segunda ola del coronavirus, mucho más grave que la anterior, han restringido la circulación de personas y limitado al máximo las distintas actividades, salvo aquellas que resultan esenciales para la población, entre ellas, la justicia y la educación. En este sentido, la primera ministra alemana Angela Merkel, con la claridad conceptual que la caracteriza, sostuvo que en estas difíciles circunstancias lo último que deben cerrarse son las escuelas, y en caso de hacerlo, éstas serán las primeras en abrirse.
En Argentina, lamentablemente, se ha decidido recorrer el camino en sentido inverso. En efecto, a causa de la pandemia, las escuelas se cerraron una semana antes que se decretara la cuarentena, y todo parece indicar que éstas serán las últimas en abrir sus puertas. Así lo confirman las autoridades educativas, tanto de la Nación como de la Provincia, al reconocer que aún no están dadas las condiciones para regresar a las aulas. Y como no se sabe a ciencia cierta cuándo se darán las condiciones adecuadas, la educación seguirá subsistiendo exclusivamente a través de la virtualidad, con todas las limitaciones que ello trae aparejado y la exclusión que implica para miles de estudiantes que tienen vedado el acceso a las nuevas tecnologías.
Solo en Buenos Aires, por ahora, se han autorizado las clases presenciales a partir de la segunda semana de noviembre, para grupos muy reducidos (de hasta diez alumnos), que concurrirán al colegio dos días a la semana, entre dos y cuatro horas por jornada. Más que clases, en sentido estricto, se trata de encuentros destinados a revincular a los alumnos, después de ocho meses sin contacto personal y sin actividades en el espacio escolar real. Es apenas un primer paso, muy poco acaso para esta altura del año, pero creemos que se dio en la dirección correcta. Mientras tanto, en Córdoba no se está planificando el retorno a las aulas ya que el foco está puesto en la apertura de la próxima temporada turística en el mes de diciembre. Incluso se habilitarían unas veinte salas teatrales en Carlos Paz, a partir del 1° de enero de 2021, aunque con una capacidad reducida a poco menos de la mitad de lo habitual. Pretendemos dejar en claro que no estamos en contra de la actividad turística, de importancia crucial para una provincia como Córdoba, ni de ninguna otra actividad, siempre que se cumplan con los protocolos sanitarios pertinentes; lo que no llegamos a comprender es porqué en las aulas se potenciarían los contagios y en los teatros no, o porqué la educación presencial sería potencialmente más riesgosa que otras actividades, también presenciales, siendo que ello no está científicamente comprobado ni surge de la experiencia acumulada en otros países.-
Y ante esta realidad, la sociedad se ha mantenido en silencio. A modo de excepción, recién en los primeros días de noviembre un grupo de padres y madres, legítimamente preocupados por la educación de sus hijos, concretaron una manifestación en las inmediaciones de la Legislatura, reclamando el retorno de las clases presenciales. Fue aquella la primera manifestación en reclamo por una mejor educación, que se llevó a cabo en esta ciudad después de casi ocho meses de haberse dispuesto el cierre de las escuelas, y su raquítica concurrencia no hizo más que evidenciar la escasa importancia que la sociedad actual le asigna a la educación.
No debe olvidarse que en ese mismo cuerpo legislativo desde hace meses pende el tratamiento de un proyecto de ley tendiente a declarar la emergencia educativa en el ámbito provincial. Rompiendo el silencio del oficialismo, Walter Grahovac aludió a la existencia de cierta especulación política” en torno al proyecto y pidió un poco de razonabilidad a la oposición (que impulsa esta iniciativa parlamentaria), como dando a entender que no sería razonable declarar en este momento la emergencia educativa, por cuanto ahora es el turno de lo sanitario y la educación puede esperar una mejor oportunidad.
Algún día deberíamos sincerarnos como sociedad y trasparentar nuestras prioridades. No podemos continuar repitiendo que sin educación no hay destino para un pueblo”, como lo hizo recientemente el ministro de Educación cordobés, y luego, en los hechos, priorizar otras actividades y servicios de menor implicancia estratégica y de dudosa o discutible esencialidad. No es una cuestión de destino sino de prioridades, en ese terreno se juega el futuro de los pueblos, y relegando o postergando siempre a la educación nuestro porvenir será poco venturoso, lejos del desarrollo y del bienestar. En otros términos, con una educación de baja calidad, cada vez menos inclusiva y sostenida apenas a través de la virtualidad, la profundización de la decadencia argentina está ampliamente garantizada.
Finalmente, en ciertos campos y áreas temáticas, las decisiones que se adoptan hoy condicionan y determinan el futuro, y uno de esos campos es sin dudas la educación. Por eso, a la luz de las decisiones que se vienen adoptando últimamente en materia educativa, tanto a nivel nacional como provincial, queda en claro quiénes han sido (y seguirán siendo) los principales perjudicados. Ahora, sólo resta preguntarse por aquellos que participarán de los beneficios.
Abogado y docente universitario