Debo decirlo, conozco este libro desde su inicio. Allá por el año 2007, César León” Vargas, publicaba Del epitafio a la alegría”, en la colección Calíope de Editorial de la Universidad Católica de Córdoba (Educc). Estaba allí su poesía reunida, pero el último poema era un poema anticipatorio: un poema inédito, que se llamó Estatua 1”. La numeración, ya nos daba noticia acerca de un plan del poeta: vendrían otras estatuas. Aquel poema conservó su número y agregó en el título el personaje: Estatua 1 – Giuseppe Garibaldi”.
A partir de 2007, el poeta comenzó a trabajar de manera ininterrumpida un libro que hoy es La vida quieta”, editado en la Colección Palabras de poeta, que forman los sellos editoriales: Babel, Reflet de Lettres y Argos.
César Vargas, es un poeta de larga trayectoria en la ciudad. Además de su escritura poética, que no es abundante pero sí sólida y permanente, se desenvuelve desde hace mucho tiempo en la narración oral y en la gestión cultural. Siempre con un perfil bajo y lejos de los estrépitos del poder y la publicidad. ¿Sabrán acaso algunos funcionarios que ese señor de sombrero que todos los años aparece por la Feria del Libro de Córdoba fue uno de los protagonistas de la fundación de la misma Feria?
Vargas, a partir de un ojo observador en el enclave urbano, construye un libro sobre diversas estatuas que dejan de manera monolítica su historia en la ciudad y el país que habitamos. El lector y viandante casual tal vez se acostumbre a la permanencia fija y casi intemporal de las estatuas, pero el ojo del poeta puede observar allí el paso del tiempo y los acontecimientos de la historia.
Vargas quiso llamar a este libro La vida quieta”. En él encontraremos, entre otras estatuas, a las de Perón, Cristóbal Colón, Julio Argentino Roca; a la Venus de Milo y hasta al Oso polar, que hoy se encuentra en el Parque Sarmiento. Poder de observación y captación de ese otro lenguaje del arte que es la escultura, hacen de La vida quieta” un libro apasionante.
Entre estatua y estatua, en donde el poeta ha trabajado poemas de un largor mediano, Vargas corta el ritmo con lo que dio en llamar Greguerías estatuarias”. La inspiración viene a través de las estatuas, pero la forma está tomada de la invención de Ramón Gómez de la Serna, que definió la greguería a partir de la siguiente ecuación: metáfora más humor. El río es una estatua que huye” dice César.
Por momentos, se corre del condimento humorístico y llega a un pensamiento metafísico cercano a un Antonio Porchia. En síntesis, podemos decir que nuestro poeta cordobés, maneja muy bien el pulso largo y el pulso corto del poema.
El libro es, en verdad, una buena caminata por diferentes lugares. Un paseo bello y asombroso, como si en cada monumento nos esperara un guía poético” y nos diera alguna pista estética. Por cierto, para quien sabe observar, las estatuas dicen más de lo que calla su apretado cemento o bronce. Y más allá de la belleza de la forma y la construcción poética, César Vargas también propone una mirada política (en el más amplio y genuino sentido que tiene esta palabra). De este modo, dice la escritora María Teresa Andruetto en la contratapa del libro: así, por el corsé temático de las estatuas, por el ojo de esa vida quieta, César Vargas hace pasar el hilo del poema y pasan otra vez con ese hilo los asuntos que habitan su poesía desde siempre: las prostitutas, los rebeldes de toda laya, los opresores, los oprimidos y los represores, la ciudad y sus rincones, los desaparecidos, el peronismo, las caperucitas asesinadas cada treinta horas en los bosques de la sociedad patriarcal, las Madres de la Plaza”.
Mordaz y seguro, César Vargas teje con un hilo duro como la vida misma. Teje la urdimbre de una poesía que se compromete con la historia y la palabra. Pero, eso sí, está lejos del panfleto, de lo rimbombante. Su compromiso nace del compromiso del sujeto con la historia y con la poesía.
ESTATUA 8 – EL TORO DE LA SOCIEDAD RURAL
Este es el poder en bronce patinado,
el animal más todo,
padre de toda la carne de la Patria.
Es campeón para siempre;
el escultor le puso pescuezo de tormenta
y cuerpo de montaña,
sus cuatro patas se hunden en la historia
y su cola escribe latigazos de muerte
sobre el pizarrón de la llanura.
¿Hablé de su cabeza? es una locomotora
con la cornamenta necesaria para ensartar el mundo.
Diré por último su sexo: tamaño y fuerza
para todas las hembras que mugen en la pampa.
La lluvia se desplomaba sobre Buenos Aires,
sin luna y empapados contemplábamos la estatua,
debajo de su masa: un gato,
perfecto y seco,
nos miraba,
indiferente a nuestra estúpida admiración
lamiéndose una pata,
nos miraba.