Si algo caracteriza a la televisión es el cuerpo como obsesión, una manía hipermoderna. El cuerpo es el principal protagonista, con la particularidad predominancia de los cuerpos jóvenes. La meta es llegar a la belleza y perfección, a la inalcanzable efímera y juventud eterna que en la pantalla se mueve sin parar.
Ahora bien, ¿qué podría suceder si esa obsesión hipermoderna por los cuerpos televisados y su consecuente búsqueda de la juventud son factibles? Ya no se trata de cirugías estéticas y productos cosméticos a granel. ¿Qué podría suceder si la manía hipermoderna por los cuerpos en televisión muta a otro medio, como las redes sociales con sus brillos y sus filtros?
En la historia de la humanidad abundan los relatos donde la juventud se presenta como ideal de lo bueno y verdadero: lo bello. Ejemplo de ello es Dorian Grey, personaje creado por Oscar Wilde quien narra la turbulenta vida que un inglés para lograr la admiración externa, el deseo reflejado en otros ojos. Un juego peligroso que lo lleva a la condena de nunca más poder ver su propio reflejo. La pérdida de la identidad solapada por los besos, los diamantes, la abundancia y la riqueza inagotable.
La búsqueda de la juventud eterna. La inmortalidad de la carne, sin los maltratos del tiempo. Sin arrugas ni estrías, sin quemaduras ni cicatrices, sin canas ni cabellos prolijamente alborotados. Al contrario, la piel tersa como mármol de Carrara y los músculos en su máximo esplendor: la belleza eterna.
La televisión
Volviendo con los cuerpos televisados, ¿dictaminan modelos de belleza hegemónicos o son simplemente una adecuación del sistema al formato televisivo? El pensador italiano Umberto Eco considera a la televisión como un ámbito democrático, ya que es posible ver diversos modelos estéticos. Una fiesta cosmopolita de cuerpos asiáticos que conviven con africanos y europeos.
Los medios de comunicación de masas ya no presentan un modelo unificado, un ideal único de belleza”, comenta Eco en el libro Historia de la Belleza”. Estos modelos juntan la iconografía decimonónica, el realismo fabuloso, la exuberancia de Mae West y la gracia anoréxica de las últimas modelos, la belleza negra de Naomi Campbell y la nórdica de Claudia Schiffer”.
Hay abundancia de modelos, como cantidad de medios en distintas partes del planeta puedan existir. Medios que amplifican, difunden y reproducen estereotipos tanto a través de un presentador de noticias con su traje impecable, como una mujer mordiendo una manzana con labios carnosos en una publicidad.
‘Influencers’ robots
Umberto Eco murió en 2016, mismo año de nacimiento que Lil Miquela. Una influencer (aquella persona que marca tendencias en internet) de 19 años, con más de tres millones de seguidores en Instagram (@lilmiquela). A simple vista el cálculo de su fecha de nacimiento con su edad actual no coincide, pero acaso ¿eso importa en la virtualidad? Para los robots, el tiempo es un momento que nunca sucede, nunca pasa y nunca acaba.
¿Qué hubiera pensado Eco sobre los robots influencers? Al fin y al cabo, Lil Miquela es mitad brasileña y mitad española. Su tez es blanca y sus rasgos occidentales. Su mejor amiga, Bermuda (@bermudadaisbae) es estadounidense. Rubia y esbelta, polémica por su defensa al ex presidente Donald Trump y negacionista climática. En el Instagram de Lil, aparte de compartir música porque además de modelo es compositora, se la ve posando con Bermuda y otro robot. Se trata de Blawko (@blawko22), moreno y rostro cubierto por una máscara, o barbijo. Ex de Bermuda.
Otras robots son Imma (@imma.gram), que combina la estética de una modelo japonesa con la de una estrella del K-Pop (pop coreano) y Shudu (@shudu.gram), una super modelo de tez negra, pelo estilo afro con pequeños bucles y piernas muy largas.
Lo verosímil
Sus cuerpos tienen una extrema similitud con la realidad (¿la verdad?). Hay que restregarse varias veces los ojos para evadir la verosimilitud, lo que parece verdadero pero no lo es. Tanto es así que marcas como Prada y Calvin Klein contrataron a Lil.
En el mercado, ¿cuánto cotiza un cuerpo humano versus un cuerpo creado por inteligencia artificial? ¿Cuántos deseos tendrán los robots, en comparación con los berretines y caprichos de un influencer humano? ¿Qué es más rentable, más barato?
Detrás de Lil Miquela y Blawko están los programadores de la empresa Brud; de Bermuda está Cain Intelligence, de Imma está ModelingCafe y de Shudu el fotógrafo Cameron-James Wilson. ¿Cómo fueron creados? Con inteligencia artificial, animación 3D y horas frente a la pantalla por parte de artífices de lo virtual.
Un dato curioso, entre curioso y alarmante, es el principal insumo que utilizan estas empresas, grupos y personas: los datos. Cada vez que un usuario, persona de carne y hueso, utiliza un filtro en sus redes sociales se generan datos que luego se analizan. Una espiral infinita de ‘likes’ y preferencias, que devienen en cuáles son los rasgos hegemónicos en los estereotipos de belleza virtualmente mediados. Como las pecas de Lil, sus rodetes y ojos alargados cual geisha occidental.
El reflejo
¿Qué nos sucede cuando vemos el reflejo de nuestros cuerpos en una fotografía, o en un video? ¿Cuántos segundos han de pasar hasta deslizar el dedo hacia el costado, para poder tomar una nueva fotografía con filtros que resalten un maquillaje inexistente, exalten los labios y pinten de azules los ojos?
Ni Lil ni Bermuda envejecerán, a lo sumo que sus creadores así lo decidan. Esta ventana recién se abre. ¿Qué pasa cuando vemos más allá de los filtros? El 2020 marcó a fuego la certeza que el miedo acompaña el aislamiento. ¿Cuánto tiempo lleva esconder los defectos? ¿Salir del espejo, o mostrarse a través de una pantalla?
Cada vez que alguien se echa atrás crea más miedo, en un crescendo exponencial que inmoviliza, desgasta y va minando poco a poco”, dice el periodista italiano Roberto Saviano en La belleza y el Infierno”. Si bien la cita está relacionada al accionar de la mafia en Italia, y el sentimiento de desprotección, también puede aplicarse a cualquier ámbito de la vida en el cual el encierro pese más que el movimiento.
En los filtros no hay movimiento, hay imposición de un modelo hegemónico que se arma y desarma cual Frankenstein. Junta todos los pedazos, no deja ninguna migaja de datos por recolectar cada vez que apretamos el botón de like”, publicar” y compartir”.
Si todo esto es triste -comenta Saviano- lo más triste de todo es la costumbre. Acostumbrarse a que no hay nada que hacer, salvo resignarse, ir tirando o marcharse”. Si Lil fue creada en 2016 y ya cuenta con cerca de tres millones de seguidores, ¿cuánto tiempo más habrá de pasar para perder la noción del reflejo en soledad, la búsqueda y defensa de la propia identidad? Ya no son los cuerpos televisados como obsesión hipermoderna, son los cuerpos mediatizados y viralizados a través de las redes que alimentan el halo de la perfección.