Fue el hombre más peligroso para el presidente Bartolomé Mitre, representante del partido liberal y del dominio manu militari de Buenos Aires.
Al cumplirse 200 años de su nacimiento, la figura del caudillo federal Felipe Varela reapareció en tiempos de pandemia -incluso un homenaje por Zoom debió postergarse por un hackeo- en un rescate de su historia y de sus textos que reactualizó lo que el historiador Norberto Galasso y el escritor José Pablo Feinmann definieron como el aporte más vigente de su obra: su denuncia de la apropiación de recursos por parte de la ciudad de Buenos Aires y el llamado a construir una unión sudamericana.
Galasso y Feinmann forman parte del reducido grupo de intelectuales que dedicó parte de su trayectoria a investigar a uno de los últimos caudillos en armas del partido federal del siglo XIX, el coronel que fue edecán del entrerriano Justo José de Urquiza y lugarteniente del riojano Ángel Vicente «Chacho» Peñaloza, también representantes del federalismo, y que nació en Huaycama, en las afueras de la capital catamarqueña, el 11 de mayo de 1821.
Varela se convirtió en el hombre más peligroso para Mitre cuando, el 10 de diciembre de 1866, lanzó una proclama desde el paraje sanjuanino de Jáchal para sumarse con su tropa a una insurrección popular iniciada en Cuyo, que se oponía a la participación en la Guerra contra el Paraguay.
Ese documento escrito se conservó a través del tiempo, al igual que el Manifiesto a los Pueblos Americanos de enero de 1868 (también firmado por Varela) e implicó una novedad para los caudillos de aquella época, porque la mayoría de esas figuras del federalismo fueron descritas por sus enemigos políticos, los liberales, antes llamados unitarios, como Mitre y Sarmiento.
Redactó el propio Varela en la proclama de 1866: «Desde que aquel (por Mitre) usurpó el gobierno de la Nación, el monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales vinieron a ser patrimonio de los porteños, condenando al provinciano a cederles hasta el pan que reservara para sus hijos. Ser porteño es ser ciudadano exclusivista; y ser provinciano es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derechos. Esta es la política del Gobierno Mitre».
Designado coronel en tiempos de la Confederación, Varela fue ascendido post mortem a general, en 2012, en un acto encabezado por la presidenta Cristina Fernández, pero los homenajes le llegaron bastante tarde: tras el fracaso de su expedición militar, una derrota sin exterminio ni rendición, el jefe federal del Noroeste se exilió con sus hombres en Bolivia en 1869 y luego emigró a Chile, donde murió de tisis, a los 48 años.
Galasso y Feinmann escribieron sobre el caudillo catamarqueño desde distintos registros (el primero hizo una biografía histórica, «Felipe Varela y la lucha por la unión americana»; el segundo imaginó un diálogo ficcional entre él y el alemán Karl Marx en la novela «La astucia de la razón») y así se sumaron a otros historiadores que estudiaron su vida, como Félix Luna, José María Rosa, Miguel Bravo Tedín, Armando Bazán, Eduardo Luis Duhalde y Rodolfo Ortega Peña.
Para Galasso, «Varela tiene posiciones en sus proclamas que, vistas ahora, asombran: por ejemplo, la claridad con la que hace referencia a que Buenos Aires absorbe renta de aduana, que habría que repartir en todo el país, cómo advierte que esto va a provocar una deformación en favor del puerto».
«Otra clave es su posición americanista, Varela formaba parte de la Unión Americana que se había gestado en Chile a partir de un ataque de las fuerzas españolas a las islas Chincha, que eran peruanas y a las que España quería recuperar como colonia para explotar el guano», detalló sobre el conflicto armado que enfrentó entonces a España contra Chile y Perú, y que se inició por la ocupación de tierras en las que abundaba el excremento de aves que se usaba como fertilizante.
Esa convicción americanista también fue destacada por Feinmann, para quien el caudillo había leído a Juan Bautista Alberdi y se había inspirado en las propuestas de establecer una unión sudamericana que comenzara por una integración aduanera. «Él proclama al Paraguay como una provincia hermana de las provincias argentinas», recordó Feinmann, para luego trazar su propio perfil de Varela: «Era un hombre del interior mediterráneo, que se enfrentó a la política de Mitre después de la batalla de Pavón, cuando Mitre desató sobre las provincias mediterráneas lo que él llamó como una guerra de policía. Para eso, Mitre mandó al interior un Ejército con varios coroneles uruguayos, porque no quería argentinos que hubieran tenido contacto con el interior mediterráneo».
Las tropas de Varela estaban integradas por argentinos de los Llanos de La Rioja (sur de la provincia) y de las lagunas de Guanacache en San Juan (en la zona limítrofe con Mendoza y San Luis) pero también por chilenos y bolivianos, una composición plurinacional que, para Galasso, también se debía a una necesidad práctica, en cierto modo logística, porque «la diferencia del ejército porteño (de Mitre) con lo que podía armarse como ejército en el Noroeste era muy notable».
«Varela recurre el gobierno de Bolivia y consigue apoyo, porque no tenía recursos como para enfrentarse a Mitre, y al mismo tiempo se coloca por encima de la patria chica y lo dice en su proclama: Viva la unión americana y mueran los traidores a la patria, los negreros y esclavizadores de la patria, donde además hace referencia a la dimensión de la represión que había llevado a cabo el mitrismo: Habla de 50.000 muertos, que puede ser una cifra algo exagerada pero igual, para aquella época, indica qué grado tuvo la represión en todo el Noroeste», repasó Galasso.
Desde el folclore y las narraciones orales, la figura del líder federal alimentó zambas, décimas, recitados, algunas canciones son muy conocidas, como Zamba de Vargas o La Felipe Varela; muchas de esas estrofas populares están asociadas a la famosa batalla de Pozo de Vargas, donde es derrotado por el santiagueño Antonino Taboada, afín a Mitre.