No exagero al pensar una trinidad de la escritura poética y narrativa de Córdoba, que incluye a María Teresa Andruetto, Lilia Lardone y Estela Smania (autora cuyo libro reseño). Claro que hay muchas escritoras locales que hacen honor, sostienen y extienden mi apreciación, pero coloco a las mencionadas porque han sido las que -en palabras de varixs autores que hoy publican con éxito y escriben desde Buenos Aires- comenzaron en su momento con talleres literarios que se convirtieron en semilleros siempre reivindicados con el paso del tiempo. Luciano Lamberti, Federico Falco -si leen esta nota- no me dejarán mentir.
Quiero sumar una coda más a esta nota. Una personal. Tuve la posibilidad de conocer, departir amistosamente y hasta compartirnos textos con E.; comenzamos a tratarnos luego de cruzar unos mails tras haber obtenido sendos premios en un concurso de cuentos. Enseguida hicimos migas: los dos escribíamos, y convertimos en un microcosmos las extensas tertulias donde la confianza fue primando y se volvía un taller literario. Resulta que, creo que era el año 2005, este diario decidía lanzar un concurso de cuentos. Tras algunas revisiones de textos, le dije e insté a E. a participar, a que se anime a enviar su cuento, uno que me había leído y que venía trabajando. Sacó el primer premio: su cuento fue publicado en HOY DÍA CÓRDOBA, se llevó una estatuilla hecha para la ocasión y el diploma correspondiente.
Estoy hablando de E., a quien Estela Smania le ofrenda el poemario, juntando las vicisitudes de una vida compartida, de una compañía tan sosegada como profunda, etérea y fraterna. Las palabras introductorias -un sortilegio- de Olga Orozco marcan el sendero que perseguirá el poemario: Y me pregunto ahora cómo hacer para mirar de nuevo/ una torcaza,/ para volver a ver una bahía, una columna, el fuego,/ el humo de la sopa,/ sin que tus ojos me aseguren la consistencia de/ su aparición,/ sin que tu mano me confirme la mía”.
Entrando en el libro, puedo decir que cada poema es una inalterada invocación: De este lado quedaron/ el reloj/ los libros y su pipa./ Apenas cosas/ vacías/ que él ya no convoca/ para la fiesta diaria.// He regalado lapiceras/ gemelos/ las camisas celestes/ y el gabán//. Cuesta creer que alguna vez/ hayan tenido alma.// Sólo su boina conserva/ el pulso de lo vivo/ sobre la cabeza del mayor/ de los nietos.” Hay en Elegía para E.” una Beatrice que guía a su peregrino, que está con él por momentos en el más allá, pero cuyo derrotero vital tiene la espesura concreta de la tierra compartida acá: Yo ruego/ que alguien llegue/ y nos regrese/al mundo”.
El recuerdo parece desplegado en más de mil noches. Pero la poeta sabe de haberlas tenido (y vivido) para rescatar algunas sobriamente laudatorias para E.; Aunque su sombra/ va siempre conmigo/ cuando llega el verano/ se aligera/ casi no pesa/ o desciende sobre mí/ como un manto./ Entonces/ con el alma en su sitio/ puedo saltar aguas oscuras/ y quedarme/en el mundo”.
La elegía es un compás, una balanza de ternura e inocente fortaleza, tras descorrer el conocimiento y conjeturar al ser que se ha ido: Vaya a saber de quiénes provenían/ su timidez extrema/ su estarse para adentro/ su silencio./ Yo fui el necesario contrapeso/ en mínimas cuestiones/ de la sobrevivencia./ Así anduvimos/ tendiéndonos las manos/ por todo el tiempo/ que duró su vida”.
La palabra tiene crecidas en la poética de Smania, como un oleaje cuya espuma golpeara con la silueta de los sucesos. La palabra hace dudar al yo lírico sobre la zona en la que está, pero esa indeterminación jamás es angustiosa, sino vital. La esencia exploratoria de su poesía la acercan más a la vida del lado de acá” porque es el emblema y el poder que le ha dado su relación con E.
Uno de los mejores textos reza: Le gustaban/ las manzanas con vino dulce/ y con canela./ Yo miraba/ la alegría/ en su boca/ y reconocía en su mirada/ la impaciencia/ para que nadie comiera/ aquello que era suyo/ aquello/ milagrosamente/ inacabable./ Ahora/ sigo trayendo a casa/ la ventura/de las manzanas rojas./ Para nadie./ O sólo para/ que aquel olor/ se quede/ y me acompañe”.
En Elegía para E.” no se equivoca el recuerdo. La destreza literaria (porque es muy sutil el límite entre la autocompasión, la confesión y la poesía elegíaca) aflora en la pluma de Estela Smania, porque la cadencia de esas historias mínimas, de esas estampas transcriptas al papel son en verdad una odisea del amor, con sus parajes, que sólo pueden ser señalizados si la palabra los restaura para los demás. Pero me he quedado tan sin ganas/ de saltar por encima de las demoliciones/ y salir a la luz/ de enmascarar la sed/ de respirar como si nada”
No hay negación, no hay excusa ni disfraz; la poesía siempre muestra la carne viva, pero cuya sangre jamás impresiona, más bien cautiva.
Estela Smania, escritora de gran trayectoria, ingresa aquí en el largo y hermoso torrente de los poemarios dedicados a los seres queridos que se han ido, donde encontramos por ejemplo desde las Coplas a la muerte de mi padre”, de Jorge Manrique, hasta la elegía de Olga Orozco a su gata Berenice, entre muchos otros. Smania utiliza en este libro esa forma poética, vigilada en sus murmullos de remembranza. La casa empalideció/ bajo el aguaribay/ donde él miraba/pasar la vida/ y los fantasmas. La calandria/ como cada tarde/ picoteaba su imagen/ en el vidrio/ fingiendo/ que no pasaba nada”.
Todxs recordamos a quienes quisimos; sólo algunxs saben y logran recordar a quienes quisimos, para escribirlos.