Nelson Specchia: Leonardo, vos decidiste quedarte en Cuba, cuando sos uno de los (todavía pocos) cubanos que podría haber escogido salir, vivir y escribir desde fuera de la isla, ¿esa fue realmente una elección, o simplemente, como tu Mario Conde, saliste a caminar, diste una vuelta y volviste a casa?
– Leonardo Padura: Yo decidí quedarme en Cuba, Nelson. Lo hice por un tema geográfico, cultural y familiar. Geográfico porque nací en ese espacio tan específico de la isla, en mi barrio de la periferia de la Habana, que tú conoces. Por rasgos culturales, porque todavía pertenezco a la cultura cubana: soy un heredero de una tradición literaria de un uso de la lengua cubana del idioma español, de autores con los que he tenido una relación de aprendizaje, y de cercanía a una expresión cubana a través de la literatura. Y a mi familia, porque está profundamente arraigada a ese barrio particular de la Habana donde nació mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre, donde nací yo, y si hubiera tenido hijos también hubieran nacido allí. Una parte de mi familia, como así también de la población cubana, ya no vive allí, sino en Nueva York, en Los Ángeles, en Miami, pero el núcleo de la historia y de la pertenecía familiar está ahí. Hay algo que yo siempre tuve claro: que yo quería escribir literatura cubana sobre Cuba, y para que eso suceda yo tenía que participar de la realidad que se vivía en Cuba.
Aparentemente las cosas en Cuba no están bien. Y digo aparentemente, y lo remarco, porque si uno vive en esa realidad y va percibiendo los distintos movimientos que ocurren en la sociedad, en la economía, en la manera de comportarse de la gente, a pesar de que la estructura política sigue siendo la misma. Hubo cambio de presidente, y por primera vez en la historia contemporánea ya no están ni Fidel ni Raúl, pero la estructura política sigue siendo la misma. Uno siente que esa sociedad está en movimiento y eso es algo que a mí me interesa conocer, me interesa vivir y expresarme. Gracias a no haberme apartado de esa realidad, la de la vecindad me permite describir cómo piensan y actúan las personas. De todo eso me voy alimentando como escritor. Fue una decisión consciente.
– Nelson Specchia: Noto que en tus novelas no te limitás a marcar críticamente aspectos formales, literarios, o circunstanciales, sino que hay una mano suelta: te tomás la libertad de criticar, mucho y sin demasiados problemas; y también percibo cierta intencionalidad, como que querés que esa libertad que te das a vos mismo se note. Es una línea que va en el sentido opuesto a todo lo que se ha dicho sobre la autocensura (o, al menos, al autocontrol de los autores de ficción) al momento de escribir sobre temáticas sociales en la isla.
– Leonardo Padura: Para mí tener un espacio de libertad es fundamental, como escritor y como persona. Y he luchado por esa libertad desde todo punto de vista. Por ejemplo, en el año 1995 trabajaba con jefe de redacción de una revista cultural, y por primera vez se hizo posible en Cuba ser legalmente artista independiente: el primer escritor independiente cubano fui yo. Decidí que yo dejaba ese trabajo (con sueldo, que era mi único ingreso), y volvía a mi casa, más allá de que no teníamos mucho dinero con mi mujer. Pero yo necesitaba hacerlo. Yo, que soy ateo, creo que a veces Dios existe: terminé de trabajar un 31 de diciembre de 1995, y el 13 de enero de 1996 me llamaron de España, porque había ganado el premio Café Gijón, que en ese entonces eran unos 20.000 dólares, mucha plata. ¡Tenía más plata que el gobierno cubano!
– Nelson Specchia: A los milagros les gustan los audaces.
– Leonardo Padura: ¡Eso! Yo creo que Dios es un tipo que está sentado en una nube, mirando para abajo, aburrido en esa paz celestial, y le toca con un dedo la frente a las personas, y esa vez me la tocó a mí. Pero ¿por qué?, porque yo había trabajado. En esa primera mitad de la década del 90, que fue una época terrible en Cuba, en todo sentido, pero especialmente en la economía de la vida cotidiana, se hizo prácticamente insostenible. Yo dije en alguna ocasión, y lo repito de vez en cuando, que teníamos tantos problemas que todo se podía reducir a mencionar tres: el desayuno, el almuerzo y la cena. Pero todos los días. En ese tiempo yo escribo tres novelas, preparo cuentos, escribo dos guiones para el cine. Trabajé como un loco para no volverme loco con la situación del país. Esa libertad con la que escribo creo que es un derecho que tengo. Que a veces en Cuba no se entiende, porque hay funcionarios, personajes, que piensan que hay que decir las cosas buenas y no hablar de las malas. Yo creo que una realidad se compone de lados luminosos y de lados oscuros. Como yo escribo novela negra, el lado oscuro está muy presente.
El límite de mi libertad es el respeto a los otros. A veces me califican que soy un poco machista, pero eso es porque soy un cubano común y corriente. Pero nunca es agresivo. Ese es el límite de mi libertad. El uso de la palabra significa una responsabilidad culturar y social.
– Nelson Specchia: Ya te lo he dicho: cuando empecé a leer las novelas de tu Mario Conde, empecé a identificarlo físicamente contigo, y eso fue mucho antes de que nos conociéramos. Ahora, que te conozco, sigo teniendo la impronta de que ese detective, tan cubano, tan latinoamericano, sigue mostrando más que un parecido físico con Leonardo Padura ¿Cómo surge ese Mario Conde? ¿Voy encaminado al pensar que algunos rasgos autobiográficos se cuelan en su vida de novela?
– Leonardo Padura: En el año 1990 dejé de trabajar en el periódico vespertino donde había trabajado seis años y había escritos largas historias, de mucho tiempo de investigación. Hacía trabajos, por entregas, de novela policiaca. Decidí que lo iba a dejar para escribir una novela policiaca cubana. Que fuera muy cubana, pero que no se pareciera a las novelas policiacas cubanas, que eran novelas con absoluta afirmación política, ¡eran más malas que pegarle a la madre de uno! Entonces tuve que buscar un personaje diferente, como Mario Conde. Busque una historia en la que este personaje pudiera revelar un lado tenebroso de la realidad cubana: el tráfico de influencias, la corrupción de un funcionario. Un personaje con visión crítica de esa realidad, con cierta mirada pesimista con respecto a su historia. Y sí, tienes razón en eso: un hombre de un barrio muy parecido al mío, que estudio en la misma Universidad que yo, con experiencias similares a las mías…
Mario Conde tenía que ser un policía, pero realmente me fue saliendo fue un anti policía. Yo no busqué información sobre criminología, porque no quería contaminarlo sobre ese conocimiento. El policía de la realidad tiene que funcionar como policía en la realidad, y el de la literatura tiene que funcionar en la literatura. Una de las cosas que yo hago es generar a todos los personajes de mis novelas, pero, en este caso, con Mario Conde, no lo hice. Eso permitió que cada cual fuera creando su personaje de Mario Conde: el tuyo, por caso, se parece a Leonardo Padura, ¡pero eso es cosa tuya!
– Nelson Specchia: Quisiera que hablásemos un poco de la cultura profunda” y las formas en que has encontrado de ponerlas en común en tu narrativa, de socializarlas. Hay una atención larga, detenida, en mostrar las maneras que toma el sincretismo religioso en Cuba, por ejemplo.
– Leonardo Padura: Siempre digo que la cultura cubana puede prescindir de sus pintores, escritores, cineastas, pero de los únicos que no puede prescindir es de sus músicos. La columna vertebral de la cultura cubana es la música, y esa música es sincrética, es mestiza. Porque de las pocas cosas que los negros africanos traían de allá era la música en su mente, y los dioses. No trajeron nada material, venían desnudos. Esa música se va integrando con los elementos españoles. En mi novela La transparencia del tiempo” lo que ocurre es que hay una virgen negra, y cuando en Cuba hay una virgen negra ocurre que todo el mundo piensa que es la virgen de Regla, identificada como Yemanyá, la diosa de las aguas, de la fertilidad. Se le rinde culto por los cristianos y por los santeros, pero el problema es que para ser santero en Cuba hay un requisito: que es que tienes que estar bautizado en una iglesia católica. Es una mezcla muy profunda, que crea confusiones. De esas confusiones me valgo para comenzar esta novela.
– Nelson Specchia: Otro punto de la cultura que también abordás, en este caso que hace a una cultura reprimida, es la historia de la homosexualidad en Cuba, que fue tan dura, e incluso manifiestamente perseguida en los primeros años de la Revolución. Luego Fidel hizo alguna tibia autocrítica, pero ahora, recién en sus últimos años.
– Leonardo Padura: Es que ha sido tema muy complejo, el de la homosexualidad cubana, y lo está siendo inclusive en estos momentos. Sabemos que en muchas partes del mundo el tema es muy sensible. Con tanta represión, la gente ocultaba su sexualidad, la homosexualidad era prácticamente un delito. A partir de los 90 eso fue cambiando, y hoy en día la gente en Cuba vive su sexualidad homo-hétero con libertad. Al punto que se está tratando de incluir en la nueva constitución el matrimonio entre personas del mismo sexo. Si a mí me hubieran dicho esto en Cuba en los años 60, yo te hubiera contestado que estábamos hablando de ciencia ficción, que era algo que no iba a ocurrir, o que yo no lo iba a ver en vida. Pero aquí está.
La represión de la libertad sexual creo que es un problema que, a nivel social y político se superó, pero quedan algunos temas por tratar. Ocurre más o menos lo mismo con el problema del racismo. Mi generación, que es la primera que llega masivamente a la universidad, el 80% de mis amigos negros son médicos, porque ser médico en Cuba era como tocar el cielo con las manos.
En estos momentos, la mayoría de las personas que practican las relaciones sincréticas son blancas. La década del 90 creó un vacío de credulidad, que se llenó con un espacio místico. Crecieron las iglesias protestantes, y la santería. La santería había mucha gente que la practicaba, pero la ocultaba, como la homosexualidad. Se consideraba que un joven, en el plan revolucionario, no podía tener creencias religiosas ni ser homosexual. Entonces, si lo eras, lo ocultabas, y eso generó una doble moral que, por suerte, en los últimos tiempos se ha ido superando.
La autocrítica de Fidel que mencionas fue real: incluso creó un instituto para apoyar a los gays, y para sostener médicamente a las personas transexuales. Eso existe hoy en Cuba y ya no es un problema socialmente.
– Nelson Specchia: Vos sos un tipo muy optimista, Leonardo, pero, objetivamente, ¿qué creés que vaya a pasar con el futuro de Cuba?
– Leonardo Padura: La sociedad cubana post revolucionaria consigue, a partir de los años 70, una homogeneidad social. Había un nivel de limitaciones muy horizontal, lo cual no significa que no podías acceder a estudios universitarios. Esa situación a partir de los 90 empieza a cambiar, y hoy se ven los resultados: se ha dilatado el tejido social, y han empezado a aparecer bolsones de pobreza. Lo curioso es que el gobierno está más preocupado en algunos destellos de riqueza y no en los grandes bolsones de pobreza. En algunos casos hay personas que han excedido su enriquecimiento. Los bolsones de pobreza siguen existiendo y la posibilidad de salir de esa situación es cada vez más complicada; se construye poco, o en función del turismo; el precio de los productos alimenticios no baja, cada vez los aguacates son más caros. Todo eso va haciendo que esas personas sean más desfavorecidas, los bolsones están en los márgenes de la sociedad, y de ahí es mucho más difícil llegar a la universidad. Antes la sociedad era muy homogénea, ahora ya no lo es tanto.
– Nelson Specchia: Nos vamos poniendo viejos, Leonardo. El tema de la edad empieza a aparecer en tus novelas, también. A Mario Conde la crisis del 60 le pegó fuerte…
– Leonardo Padura: La novela está ambientada en el año 2014, fue un año que terminó de una manera muy rara. Porque cuando parecía que se había inmovilizado todo, de pronto se ve que Obama y Castro aparecen en la televisión, y empiezan a conversar para restablecer relaciones. Las reacciones de las personas fueron de todo tipo. Mi esposa empezó a llorar, porque era una cosa increíble. Mi madre me dice: Leonardo, es un milagro de San Lázaro”. Bueno, a partir de ahí comienzan estos dos procesos que tuvieron acontecimientos importantes, pero que se congelaron nuevamente luego, con la llegada de Donald Trump. Y nuestro Mario Conde arriba a los 60 años. Cuando llega a esa edad uno se da cuenta que ha vivido más tiempo de lo que le resta por vivir, y empieza a ver la vida desde otra perspectiva. La primera generación que está viviendo esta edad (que, también aciertas aquí: es la mía) siente que llegaste a los 60 años, y no eres un viejo. Cuando teníamos 20 años, las personas de 60 eran viejas; y eso Conde lo dice. Estamos en una situación que, gracias al desarrollo de la ciencia, las medicinas, la alimentación, etcétera, uno llega a los 60 y no quiere ser un viejo. Pero bueno, eso le sirve para mirar su vida, la de su generación y la del país, desde otra altura. Conde, como yo, nace unos años antes de la Revolución, y llega a una edad determinada y se hace una pregunta: ¿qué tengo? Tiene una educación, dignidad humana, pero vive gracias a que tiene un amigo que hace negocios turbios y que es quién lo sostiene. Y ve por la calle a un personaje muy enigmático, que anda sin zapatos, y Conde le da los suyos, los únicos que tiene: ve en ese hombre lo que puede ser su propia imagen.
– Nelson Specchia: ¿Porque hay tantos perros en tus novela?
– Leonardo Padura: Con estos animales, sobre todo con Basura”, de Conde, yo estoy reproduciendo esa relación mía personal con los perros. Para mí uno de los compañeros de toda mi vida ha sido un perro, siempre tuve. Yo creo que estoy de alguna manera proyectando en todos estos perros esta imposibilidad que tengo ahora de no poder tener uno (porque viajo mucho, y sabemos que ellos sufren cuando uno no está), pero tengo que resolver en algún momento ese tema, necesito volver a tener un perro. Creo que un perro es un ser con una capacidad de dar amor incondicional que ni siquiera los seres humanos somos capaces de hacerlo de esa manera.
– Nelson Specchia: ¿Si hay Basura 3, entonces hay más Mario Conde, no? ¿Nos volvemos a ver en La Habana?
– Leonardo Padura: Yo creo que sí. Estoy trabajando en una novela en la que no aparece Conde. Le voy a dar un descanso pero volverá en una historia posterior a 2014. En los próximos años en La Habana van a suceder una serie de cosas que va a ser interesante contarlas, y la mejor manera que yo conozco para contarla es pedirle a Conde que salga por las calles para ver que está pasando.