A mediados del siglo XIX, en pleno auge del gobierno de Juan Manuel de Rosas y la división entre Unitarios y Federales, nació una de las historias más conmovedoras y trágicas de la historia argentina. En 1843, en Buenos Aires, Camila O’Gorman, una joven de 18 años de la alta sociedad, conoció a Uladislao Gutiérrez, un sacerdote jesuita de 19 años, dando inicio a una relación que marcaría sus vidas para siempre.
El encuentro entre Camila y Uladislao tuvo lugar en la parroquia a la que ella asistía con su familia. Aunque ambos provenían de familias acomodadas, su amor no fue bien visto ni por sus familias ni por la sociedad de la época. A pesar de las estrictas normas sociales y religiosas que regían la vida en ese entonces, su vínculo creció hasta convertirse en un romance secreto que ambos cuidaron celosamente.
Sin embargo, la presión externa y las dificultades para mantener en secreto una relación como la suya, llevaron a la joven pareja a tomar una decisión radical. En 1847, Camila y Uladislao decidieron fugarse a caballo, dejando atrás a sus familias y el contexto social que no aprobaba su amor. Se establecieron en Goya, Corrientes, donde comenzaron una nueva vida, fundando una escuela y ganándose el respeto de la comunidad.
El vínculo con Córdoba
Aunque la historia de amor de Camila y Uladislao no tuvo su epicentro en Córdoba, la provincia jugó un papel crucial en la persecución de la pareja. En enero de 1848, el gobernador de Córdoba, Manuel “Quebracho” López, recibió una circular de Juan Manuel de Rosas que ordenaba su aprehensión. Los documentos, que hoy se pueden consultar en el Archivo Histórico de la Provincia, revelan cómo las cartas oficiales de la época se entrelazan con una historia de amor y traición.
La circular, firmada por Rosas, solicitaba el «más eficaz empeño» para capturar a los «reos prófugos». El gobernador de Buenos Aires había recibido cartas de varias personas involucradas en el caso, incluyendo a Don Adolfo O’Gorman, padre de Camila, quien calificaba el acto como “el más atroz y nunca oído en el país”. Estos documentos reflejan las complejas relaciones políticas de la época, entrelazadas con historias personales que aún resuenan en la memoria histórica de Argentina.
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La tragedia final
El 18 de agosto de 1848, siete meses después de su fuga, Camila y Uladislao fueron finalmente detenidos. Durante una fiesta en Goya, un sacerdote reconoció a la pareja y, tras ser denunciados, fueron trasladados a Buenos Aires. Allí, Camila declaró que su relación había sido consensuada y que no había sido secuestrada, pero la condena social y eclesiástica ya estaba sellada.
El desenlace fue trágico: a pesar de los esfuerzos de su amiga Manuelita Rosas, hija del gobernador, Juan Manuel de Rosas ordenó el fusilamiento de la pareja. Algunos relatos indican que Camila estaba embarazada en el momento de su muerte, una noticia que ella habría compartido antes de ser fusilada. Sin embargo, este detalle no impidió que el dictador llevara a cabo la ejecución.
Se dice que a Camila le dieron agua bendita para bendecir al bebé que nunca llegaría a nacer, un acto que subraya la crueldad de la decisión final tomada por Rosas.
La trágica historia de Camila O’Gorman y Uladislao Gutiérrez trascendió las fronteras del tiempo y la política, convirtiéndose en un símbolo de amor y resistencia. La historia, que refleja las tensiones sociales y políticas de la Argentina del siglo XIX, ha inspirado diversas representaciones artísticas, incluyendo el famoso film Camila (1984), dirigido por María Luisa Bemberg y protagonizado por Susú Pecoraro e Imanol Arias. La película, que fue nominada al Oscar, inmortalizó la escena del fusilamiento, con los enamorados aguardando su trágico destino juntos, ciegos y abrazados.
Más recientemente, en 2015, el musical Camila, nuestra historia de amor llevó a escena esta apasionada relación, con Natalie Pérez y Peter Lanzani interpretando a los protagonistas. Estas representaciones siguen manteniendo viva la memoria de un amor que desafió las normas sociales y terminó de manera fatal, pero que, a la vez, inspiró a generaciones futuras a recordar la lucha por el amor en tiempos de represión.
La historia de Camila y Uladislao sigue siendo un recordatorio de las injusticias de una época y del poder de las pasiones humanas que, aún hoy, conmueven y dejan huella.