En Cosquín, donde durante décadas el bombo y la guitarra marcaron el pulso del folklore argentino, una nueva generación empieza a ensayar sus propios modos de decir. Y en ese escenario simbólico, el nombre de Cazzu —la “Jefa del trap”, nacida en Fraile Pintado, Jujuy— aparece como una figura clave para pensar cómo las músicas populares reconfiguran hoy su identidad.
Aunque su camino se consolidó en la escena urbana, su vínculo con el folklore y las tradiciones del norte atraviesa toda su obra. En canciones como «Jefa», «Brinca» o «Nena Trampa», resuenan las texturas del paisaje jujeño: los colores terrosos, la fuerza femenina y la herencia del cruce cultural. Su estética —los pañuelos, las trenzas, los símbolos andinos— no son mero adorno visual, sino una forma de traer al presente una memoria que muchas veces ha sido relegada.
En el marco del Aquí Cosquín, espacio que desde hace algunos años amplía la mirada sobre la música argentina contemporánea, la figura de Cazzu permite leer el puente entre las músicas urbanas y el folklore como parte de un mismo tejido cultural. Lo que antes se pensaba como opuestos —lo tradicional y lo moderno— hoy convive en la obra de artistas que, como ella, entienden el territorio como una fuente viva de identidad.
El norte argentino, históricamente atravesado por migraciones, mestizajes y luchas sociales, es también un territorio de sonidos híbridos. Cazzu creció en esa mixtura: entre carnavalitos, cumbias, reguetón y guitarras criollas. De ahí su potencia para reivindicar el origen sin encerrarse en él, y para proyectarlo hacia una escena global donde lo local se vuelve distintivo.
En una industria que muchas veces exige homogeneidad estética, Cazzu elige volver a sus raíces. Y en Cosquín, donde cada enero la tradición se reencuentra con nuevas voces, su presencia reafirma que el folklore argentino no solo se preserva: también se transforma, se mezcla y sigue latiendo en los cuerpos jóvenes que lo reinventan.
Ese encuentro de mundos distintos se evidenció en uno de sus gestos más potentes cuando Cazzu interpretó “Al jardín de la República” en el Teatro Colón. Frente a una orquesta y bajo las luces solemnes del escenario porteño, la artista jujeña convirtió una zamba tradicional en una pieza de identidad expandida: entre el respeto y la relectura, entre la raíz y la reinvención. Su voz, marcada por el pulso del trap y la cadencia del norte, hizo resonar la canción tucumana con una sensibilidad renovada. En esa versión, más que una fusión, hay un reconocimiento: el folklore sigue siendo una lengua viva, capaz de hablar en los registros del presente.