Recuerdo una Nochebuena en Nueva York, compartida con una familia oriunda de San Juan, pero radicados allá desde la época de la dictadura, cuando el hombre -Oscar-, después de brindar se retiró a una pequeña habitación, puso un disco de Troilo y Goyeneche, y cerró sus ojos muy húmedos por la emoción. Después de Tinta Roja, Sur y En Esta Tarde Gris, al verme allí me dijo: “¡Amo a la Argentina!, todos los días escucho unos tangazos para sentir que estoy allá”.
Historiadores dicen que el tango nació antes de 1880, con la llegada de inmigrantes europeos y con muchos hombres que buscaban consuelo en los burdeles. Para amenizar la espera entonces, los dueños de los prostíbulos contrataban mayormente a tríos “orejeros” (no leían música y generalmente tocaban la guitarra, el violín y la flauta). Se dice que con esas canciones, algunos galanes de esas largas filas, empezaron a bailar entre ellos con “pasos nuevos y divertidos”, sin darse cuenta que estaban pariendo una danza y un género musical de oro. En algún momento se especuló erróneamente que había surgido de la misma raíz africana del jazz. Pero el tango tuvo otro germen, y como manifestó el poeta Horacio Ferrer: “El tango podrá ser hermano de la habanera o del tanguillo andaluz, pero no hijo”. Tal vez los primeros tangos (antes del año 1900) hayan sido Dame la Lata, Queko, El Tero y Andate a la Recoleta. Lo cierto que es que en ese contexto, el Río de la Plata se ponía finalmente una camiseta con identidad mundial propia, y así fue como también se desparramó por las provincias que con autores, músicos y cantantes locales fueron construyendo historias infinitas, como un barril sin fondo, y repleto de emociones y recuerdos entrañables.
Gustavo Visentín, es desde hace casi 50 años, uno de los cantores cordobeses más valiosos y fieles de la “música ciudadana”. Si bien nació en Reconquista (Santa Fe), su familia se radicó en nuestra ciudad cuando él tenía 9 años. Y fue su padre, cantante vocacional pero sin “el don”, quien lo animó y estimuló para que cantará. Así fue que debutó el 16 de agosto de 1976 en el Casino Palace, un salón de cena y espectáculos ubicado sobre la avenida Olmos, casi Salta, donde hoy funciona una Iglesia Universal.
Resulta encantador entonces, entrevistar a Gustavo para paladear el tango “de la ciudad donde vivimos”.
¿Es verdad que en tus inicios cantaste con la Orquesta del Maestro Jorge Arduh y fuiste Revelación del Festival de Cosquín?
Tal cual. A fines de 1977, me convocaron para participar del agasajo a las delegaciones que vendrían meses después al Mundial de Futbol. El Gobierno Militar de Córdoba, organizó las “24 Noches del Festival del Canto Argentino”, en lo que era Redes Cordobesas (actual polideportivo municipal de barrio General Paz). Entonces hicieron un concurso para elegir al cantor de la Orquesta de Jorge Arduh, que se iba a presentar durante todas las noches de aquel Festival, y también en la apertura de todos los partidos que se jugarían en el flamante Chateau Carreras. Y entre tantos concursantes, tuve la suerte de ser el ganador y así fue que canté y conocí a “estrellas” del tango porteño como Beba Bidart, Roberto Rufino, Roberto Goyeneche, Jorge Sobral, Alberto Marino y Jorge Valdez entre otros. Pero además en la previa del partido inaugural (3 de junio, Perú 3- Escocia 1), nuestra presentación también sirvió para la inauguración de la televisión en colores desde Córdoba.
Después estuve algunos meses más con Arduh (acompañado además por otros dos excelentes cantores), pero surgieron algunos contratiempos con el negocio de mi padre. Y reconozco, que también en ese momento “me daba casi lo mismo cantar o no cantar”, algo que por supuesto después cambió.
Fue en aquel contexto, que mi padre y amigos me empujaron a participar en el Festival de Cosquín de 1980. Y recuerdo que después de actuar, y cuando me estaba volviendo, Julio Mahárbiz me pidió que me quedara un día más porque el jurado me podría elegir “Revelación del Festival” y así fue que por primera vez en la historia del evento, un cantante de tango fue distinguido con ese reconocimiento.
¿Con qué cantantes consagrados compartiste escenarios y cómo fue tu participación en el programa Grandes Valores que conducía Silvio Soldán?
A partir de lo de Cosquín, Mahárbiz le comenta a Soldán y por eso me convocan. Yo fui muy afortunado porque muchos artistas porteños venían frecuentemente al interior con cachets accesibles y así tuve la suerte de conocerlos. Imaginate que cuando debuté en el 76 en Casino Palace, aquella noche cerraron el espectáculo Tita Merello y Edmundo Rivero, con el Cuarteto de Guitarras de Roberto Grela. ¡Y yo estaba con ellos!, que fueron muy buenos conmigo, y me trataban con mucho cariño y me daban consejos. Ellos ya estaban transitando una etapa crepuscular de sus carreras, y tenían un trato muy especial con todos los pibes que empezábamos en el tango. De hecho, cuando yo iba a Grandes Valores (durante seis meses, cada quince días), Edmundo Rivero me invitaba al Viejo Almacén con una extraordinaria generosidad. Lo mismo me pasó con Rufino que me llevaba a Casablanca, y con Goyeneche en Caño 14.
¿Cómo siguió tu carrera, y cómo fue el trabajo que compartiste con Marcos Marchini, Hermes Bálsamo y Efraín Bischoff?
En 1981 y luego del fallecimiento de mi papá, tuve que dejar de cantar para atender un frigorífico familiar y entonces cambié los escenarios por el reparto a carnicerías, y durante 16 años muy difíciles y con muchas angustias económicas lamentablemente tuve otras urgencias que me alejaron del tango. En 1997, mientras atendía un kiosco al frente de la Casona Municipal, vino a comprar la esposa del periodista Marcos Marchini y se sorprendió mucho al verme allí. Me preguntó. ¿Qué hace un cantor como vos atendiendo un kiosco? Y así fue como volví al tango con el querido “Mono” Marchini y Hermes Bálsamo en Tango por Tres. Y después con la integración de Efraín Bischoff, pudimos armar el inolvidable “Córdoba y el Tango”, con textos y obras de autores cordobeses como Ciriaco y Ciriaquito Ortiz, Juan Carlos Mesa entre tantos. También sumamos a Pancho Barroso en la guitarra y Hugo Asrin con el contrabajo, que acompañaban a Hermes en el piano. Y la verdad es que nos fue muy bien porque ganamos un premio provincial con el que pudimos grabar un disco, y a partir de allí hicimos un montón de presentaciones, también por ciudades importantes de España e Italia, y con gran suceso.
Con Hermes Bálsamo y Américo Tatián.
¿Y cómo llegaste a la Orquesta Provincial de Música Ciudadana?
En el año 2001, se concursaron los cargos de la Orquesta y tuve la suerte de ser el elegido como cantor entre 70 candidatos. Recuerdo que como integrantes del jurado estaban Atilio Stampone, Gustavo Maldino y el entrañable Rubén Juárez. La Orquesta fue algo muy importante para mí porque logré estabilizarme emocional y artísticamente y porque crecí mucho como cantor, dirigido por directores de diferentes estilos como Osvaldo Piro, Raúl Garello, Nicólas Ledesma, Ramiro Gallo, José Ogivieky, Andrés Linetsky, Atilio Stampone y por supuesto el querido Damián Torres, con una trayectoria ya de quince años en la dirección.
Has sido y sos un embajador del tango en el mundo. ¿Cuáles fueron las presentaciones que más te gustaron?
Entre tantos viajes, recuerdo especialmente cuando nos presentamos con la Orquesta Provincial en Medellín, Colombia, en el aeropuerto Olaya Herrera, lugar del desastroso accidente en el que murieron Carlos Gardel, Alfredo Lepera y Guillermo Barbieri entre otros, aquel fatídico 24 de junio de 1935. Fue un espectáculo muy emotivo y muy aplaudido por un público que me impresionó por el gusto, el conocimiento y el fervor por el tango, incluso más que el público argentino. Recuerdo también cuando estuvimos en la Universidad de Arquitectura de Venecia con tanta gente ovacionándonos y pidiendo más tangos. Nosotros íbamos con la incertidumbre de saber cómo seríamos recibidos, y nos encontrarnos con mucho amor, agradecimiento y cariño, y con una impresionante devoción por el tango, que repito, pocas veces vi en nuestro país. Esto mismo nos pasó en Milán, Madrid y en otras partes del mundo. Por eso sin dudas, el tango es una “embajada argentina” abierta en cada rincón del mundo.
Con Roberto Goyeneche, en los tiempos de «Grandes Valores».
Permitime ahora un poquito de historia. ¿Qué sabes de Carlos Gardel y Córdoba?
Carlos Gardel venía seguido a nuestra ciudad y te podría decir que tenía un “viejo romance” con la provincia de Córdoba. A él le gustaba mucho la zona del Mercado Norte y tenía muchos amigos como Cristino Tapia y Ciriaco Ortiz, en cuyo boliche se sabían a juntar. Pero además grabó varias canciones de ellos, zambas y cuecas, en aquella primera etapa folclórica de Gardel, y cuando integrada el Dúo con José Razzano. De hecho ya en 1914 habían cantado en el Teatro Novedades (Rosario de Santa Fe 272, donde actualmente funciona Studio Theater). Gardel también era muy amigo del “Cabeza Colorada” José María Llanes, con quien se juntaban a cantar por ejemplo en la Casa de los Gastón, en barrio Observatorio (la esquina de Corro y Fotheringham, en lo que hoy es un baldío repleto de yuyos). A lo largo de todos aquellos años y hasta 1933 cuando vino por última vez, Gardel se presentó en muchas oportunidades en Córdoba, incluyendo la vez que cantó gratis en la Penitenciaria de Barrio San Martín en 1919.
Con Américo, en Radio Universidad.
Por último, te pido que nos cuentes algo sobre el entrañable Américo Tatián, con quien compartiste el inolvidable programa “La Ciudad donde Vivimos”.
Américo tenía un conocimiento tan amplio de tantas cosas, que estando cerca de él no quedaba otra posibilidad que crecer y ser mejor. Yo lo admiraba profundamente, y sin dudas para mí, conocerlo fue “una bisagra” porque me hacía sentir cómodo, pero también incómodo por los desafíos que me proponía. Tenía una vasta cultura y por lo tanto con él podías hablar de tango, de música clásica, de arquitectura, de futbol, de política, de medicina (era médico neumonólogo), y entonces a mí me llenó de “apetito y de obligaciones”, porque además para compartir el micrófono en la Ciudad Donde Vivimos, yo tenía esforzarme y estudiar y aprender para poder mantener un conversación “digna y a su altura”. Pero además me potenció mucho como artista durante los casi 25 años en los que compartimos el programa y una amistad más extensa todavía. Te podría decir que me ayudó a ser más sensible y jamás me dijo “vos tenés que hacer esto o no tenés que hacer aquello”. Te aseguro que Américo Tatián me ayudó mucho a ser una persona mejor y de la que hoy me siento muy orgulloso.