Desde marzo, la sala de exposiciones del Paseo del Buen Pastor alberga un territorio de imágenes intensas, íntimas y profundamente simbólicas. Allí se despliega Sueño de una tarde de verano, la muestra de la artista mendocina Cristina Ruiz Guiñazú, quien reside y trabaja en París —ciudad donde construyó también un vínculo de vida y arte junto a su esposo, el reconocido pintor holandés Pat Andrea.
Las obras, traídas íntegramente desde la capital francesa en el marco de la política de internacionalización de la Agencia Córdoba Cultura, forman parte de una selección que invita a mirar el cuerpo femenino desde una perspectiva crítica, poética y reveladora.
La exposición se organiza en núcleos temáticos que atraviesan la maternidad, la sensualidad, la infancia, el deseo, la vejez y la construcción simbólica de los cuerpos.
La muestra puede visitarse hasta el 25 de mayo, con entrada libre y gratuita, todos los días de 10 a 19, en el Paseo del Buen Pastor (Av. Hipólito Yrigoyen 325).
Consultada sobre el título, que evoca ligereza y ensoñación, Cristina explica: “Elegimos ese título porque en estos tiempos necesitamos soñar más que nunca. Sueño de una tarde de verano es también el nombre de un cuadro del 2005 que habla de la maternidad como un estado de ensueño, una promesa, un devenir, una mirada esperanzada hacia el futuro. Pero en el resto de la obra están las tensiones y mucho de la realidad del hecho de ser mujer, que no es simple”.
En palabras de su curadora, María Laura Rodríguez Mayol, esta muestra “desarrolla una iconografía autorreferencial y emotiva vinculada al mundo interior de la artista, al tiempo que pone en cuestión los estereotipos que aún perviven bajo el mandato patriarcal”.
En el centro de la sala, la pintura Rosa María de la Cruz se impone como una imagen potente que refiere a la violencia simbólica —y física— que el patriarcado ejerce sobre los cuerpos. Alrededor, obras como Homo ad circulum y Les petits musclés desmontan con humor e inteligencia visual los modelos normativos de belleza y poder.
“Aunque hice los cuadros de manera espontánea, sin ideas preconcebidas, la problemática femenina está siempre presente. La mía y la de todas las mujeres”, reflexiona la artista.
El cuerpo femenino recorre toda su obra como territorio de experiencia y de reflexión. “Mi trabajo es autobiográfico. En casi todo aparece la mujer, la niña que yo fui. Están puestas en situaciones que relatan circunstancias que marcaron mi infancia, pero tratadas de tal manera que cada uno puede construir su propia historia”, comparte Cristina.
Nacida en Malargüe, formada en Córdoba y luego en instituciones como la École du Louvre y la École Duperré de París, Guiñazú ha expuesto en Europa, Asia y América Latina. Sin embargo, hay una raíz constante en su creación: “Jean Genet decía que crear es hablar de la infancia, y me identifico con eso. Mis años en Malargüe son el origen de muchas de mis obras. Córdoba es mi adolescencia, mi despertar artístico, mis primeras rupturas con los mandatos femeninos”.
En cada obra, Guiñazú parece contar una historia personal que se vuelve universal. Lo íntimo se vuelve político. “Yo me cuento mi cuento con cada cuadro —dice—, pero lo importante es que cada uno encuentre su propio mensaje, algo que le evoque su propia historia”.
La artista reconoce con emoción la invitación a exponer en un espacio que fue una antigua cárcel de mujeres: “Ese lugar me hizo pensar en el sufrimiento que guardan sus muros, y en las condiciones de encierro y violencia que siguen viviendo las mujeres en el mundo. Hacer arte con una perspectiva feminista es, para mí, un grito de alerta”.
Entre imágenes poderosas, detalles sutiles y símbolos transformados, Sueño de una tarde de verano propone una experiencia que interpela y conmueve, donde el arte es una forma de resistencia. De repensar. De no olvidar.
“En este mundo incierto, donde los derechos de las mujeres están en peligro, la gente se refugia en creencias de todo tipo”, reconoce la artista, y continúa: «Esto que presento en esta muestra es un trabajo retrospectivo. Y para ella hicimos una selección de estos cuadros sobre la mujer. En todo mi trabajo he representado siempre la mujer, la niña, vestida, desnuda, en diferentes situaciones, para expresar estos conceptos tan abstractos como son los de una idea filosófica”, concluye.
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