Al final del sinuoso camino que implica la escritura del primer libro aguarda otro proceso con más retos y obstáculos todavía: convencer a una editorial de que valdrá la pena apostar a este texto por sobre otros que también disputan la chance de llegar a las librerías, un desafío que para los nuevos autores aparece complejizado por un mercado editorial que se reconfigura constantemente por las crisis económicas y los obliga a apostar a los concursos literarios y a encontrar circuitos alternativos de publicación.
¿Cómo es el proceso de publicar un primer libro? ¿Las grandes editoriales se muestran receptivas a recibir textos de autores que no tengan aún obra publicada o este tipo de apuestas son más frecuentes en los sellos independientes? Actualmente muchos de los escritores que aún no forman parte del circuito editorial comparten contenido literario en sus redes sociales, donde cuentan con una cantidad significativa de seguidores y potenciales lectores, ¿pueden ser considerados escritores o los canales de validación de una obra siguen siendo exclusivamente las editoriales? ¿Qué rol tienen las editores y editores a la hora de acompañar a estas nuevas voces que se suman a la oferta librera?
Aunque no hay un registro oficial por parte de organismos dedicados al rubro del libro respecto a la cantidad de nuevos escritores que aparecen a lo largo de los años, es posible encontrar una gran oferta de debutantes en el catálogo de las diferentes editoriales, ya sean sellos de gran alcance o independientes.
«Es un segmento que crece mucho el de la autoedición pero algunos contratan empresas para sacar los libros, entonces es muy difícil hacer una estadística de los nuevos autores», explica Diana Segovia, representante de la Cámara Argentina del Libro.
Los concursos como incentivo
La editorial Odelia asegura a Télam que recibe de forma espontánea -a través del formulario en su web- «en promedio unos 400 manuscritos originales por año, enviados por autores y autoras de habla hispana, nacionales e internacionales».
«Si bien no hemos analizado estadísticamente cuántxs de ellxs son noveles, en hechos concretos podemos afirmar que de nuestro catálogo -compuesto por 21 títulos a la fecha- 6 autorxs publican su primer libro con nosotras», asegura Yanina Giglio, representante de la editorial.
Como parte del catálogo de este sello se puede encontrar la novela ganadora del Premio Novela Bienal de Arte Joven 2021-2022, de la escritora M. Conur titulada «Patadas en la boca». El libro narra la historia de la internación de una adolescente que tiene problemas con su padre. La protagonista sufre trastornos alimentarios y, luego de su rehabilitación, solo confía en un chico llamado Edilio y en Lena, dos personajes que atraviesan diferentes conflictos y le sirven de espejo a la protagonista.
Desde que terminó su obra hasta que se publicó pasó muy poco tiempo. De hecho, «el concurso era para novela incompleta, parte del premio era terminarla en una clínica con Hernán Ronsino», especifica la autora.
Para ella, los concursos «son muy importantes», dice enfáticamente en diálogo con Télam y agrega: «Es la manera más fácil y directa que tiene mucha gente que no está metida en el mundo editorial de entrar».
El gerente de Prensa y Comunicación de la editorial Planeta, Santiago Satz, puntualiza que «no hay una estadística» en torno a los nuevos autores que ingresan en el mercado editorial pero que «se da más en la literatura juvenil, en plataformas como Wattpad». A partir de la crisis económica y la crisis del papel, Satz admite que desde ese conglomerado editorial «se apunta más a `lo seguro´».
«Cuando hay más `cashflow´, más espalda, podemos darnos el lujo de apostar a nuevos autores y autoras pero los editores siempre están con el radar prendido para captar nuevos talentos», señala.
Las desafíos en publicar
Ariel D. Adler, escritor emergente de 31 años, vio publicado recientemente su libro «Vaca ganada», un relato reflexivo alrededor de un protagonista que escapa de un crimen del que es sospechoso. La obra, también ganadora del Premio Novela Bienal de Arte Joven, tiene como escenario los paisajes de una Argentina rural. Meses previos a su publicación por parte de la editorial Conejos, los acercamientos que tuvo el joven al rubro editor, según cuenta, «fueron fallidos, sobre todo en los envíos de manuscritos que hice a editoriales independientes y no tanto».
«No tuve posibilidad de llegar a más que eso, salvo a través de premios y menciones. Gracias a esto formo parte de algunas antologías que salieron en papel, me publicaron en Revista Anfibia y otras más que tienen circulación digital. En general, los textos que les llegan a las editoriales son muchísimos, imposibles de leer todos para la poca gente que hay en cada editorial, sobre todo en las más chicas», observa Adler.
El escritor «no veía muy posible publicar» de no haber sido por el premio recibido. «Aún me sigue pareciendo difícil. Hoy prefiero soñar, aunque sin mucha ilusión -dice-. Hace poco estuvieron circulando los costos que debe afrontar una editorial para publicar, los proveedores en la industria papelera son sólo dos en todo el país y no hay un control sobre precios. En este contexto se profundiza la dificultad».
Este relato coincide con la perspectiva de Debret Viana, autor de la novela «Deslinde» y editor en Hojas del Sur, quien sostiene que «es muy costoso instalar en el mercado editorial a un autor nuevo». Al tratarse de un rubro «saturado de miles de novedades», en su mayoría provenientes «de los grandes grupos»-, el editor analiza que «no suele ser redituable para las editoriales independientes publicar escritores noveles».
Además, plantea otra discusión: «Habría que entender qué es un autor nuevo, porque en buena parte hoy en día suele ocurrir que quien llega a publicar libros ya viene escribiendo de un modo público hace tiempo». Por lo tanto, no sucede como en tiempos previos a las redes sociales, en que la escritura estaba reservada a lo privado y no había canales alternativos para empezar a circular un texto más allá del circuito próximo de amistades y conocidos. «Ahora, por lo general, no es así. Es muy posible que un escritor ya tenga una serie de lectores más o menos fieles en sus redes sociales», señala Viana.
«El hecho de tener una serie de lectores que lo sigan y lo lean en Instagram, en blogs o en alguna plataforma, no necesariamente se trasluce en la venta de libros pero sí colabora e incide a la hora de que una editorial independiente se decida a apostar por un autor joven o que no ha publicado todavía», cuenta el editor.
Los sellos independientes abren las puertas
Mauro Libertella, autor de obras como «Mi libro enterrado» y «Un futuro anterior», y editor de la colección «Sencillos» de Vinilo -una serie de libros pequeños que salió al mercado a fines del año pasado-, cree que «está consensuado» el hecho de que los sellos independientes -y no las grandes editoriales- sean los que con más frecuencia reciban a los nuevos autores.
«Se suele producir ese movimiento, y de hecho ese fue también mi caso como autor: publiqué un primer libro en una editorial independiente (Mansalva) y luego me convocaron de una grande (Random House) para ver si tenía algo para publicar, después de que al primer libro le fuera más o menos bien», cuenta el editor sobre su experiencia personal como autor.
«Las independientes son estructuras más pequeñas y corren más riesgos; las grandes tienen el radar encendido y, cuando un libro o un autor funciona, salen a su búsqueda. Es raro que publiquen un primer libro, aunque a veces ocurre», señala Libertella y agrega: «Hoy hay tantas editoriales medianas o pequeñas que es natural que un autor vaya a alguna de ellas cuando termina un primer libro; sabe, por otro lado, que en una grande es muy, muy difícil que se lo publiquen».
Para Libertella, en una primera publicación confluyen al menos dos desafíos: uno comercial y uno estético o literario. «El comercial tiene que ver con `apostar´ económicamente por alguien cuyas `ventas´ aún no están probadas», señala e insiste en el uso de las comillas en las palabras «apostar» y «ventas», ya que para el editor «con los libros todo esto es muy relativo y nadie tiene la ventas aseguradas».
Sin embargo, Libertella encuentra más interesante el desafío literario «de pensar, en un ejercicio casi de adivinación, hacia dónde va a ir esa obra de la que recién estamos pudiendo ver un primer eslabón». Y precisa: «Los primeros libros son libros únicos en muchos sentidos, pero al mismo tiempo son la primera piedra de un camino aún incógnito que, sin embargo, podemos empezar a inferir. Eso es muy lindo y muy estimulante».
Para el editor, «los primeros manuscritos a veces necesitan un pulido pero también hay que poder entender y respetar que ciertas `imperfecciones´ sean justamente el fuerte de una voz todavía en estado más o menos salvaje, una literatura que no está atravesada por la crítica ni por las lecturas ni por lo que se dijo de ella».
En este aspecto, LIbertella detecta «una pureza en los primeros libros, algo virginal que es importante proteger».