Mientras el Festival de Cine de Córdoba (FeCC) empieza a desandar el camino a la gala de premiación que se realizará el domingo, en el certamen se vieron tres largometrajes y otros tantos cortos, que forman parte de las flamantes competencias que se inauguraron este año.
En el Cineclub Municipal Hugo del Carril del centro cordobés y donde transcurren las competencias, se proyectaron «Cambio cambio», de Lautaro García Candela; «Abril, verde, amarillo», de Santiago Aulicino; y “El rostro de la medusa”, de Melisa Liebenthal, de la Competencia Argentina de Largometrajes.
En tanto en el certamen de cortos entraron en competencia “Buscar trabajo”, de María Aparicio; «Caudal», de Ignacio Masllorens; y “Carne de Dios”, de Patricio Plaza.
“Cambio cambio” tiene como centro el mundo de los llamados «arbolitos», esos hombres y mujeres que pueblan la calle Florida del centro de la Ciudad de Buenos Aires, ofreciendo vender o comprar dólares, que claro, difiere del cambio «oficial».
La película de Lautaro García Candela («Te quiero tanto que no sé», 2018), que formó parte de la Competencia Internacional del Festival de Cine de Mar del Plata del año pasado, muestra la lucha por sobrevivir en la urbe, un medio áspero y con sus propias reglas, en donde tratan de mantenerse a flote un joven del interior (Ignacio Quesada), su novia estudiante de arquitectura (Camila Peralta) y dos amigos veteranos en es tensa calle Florida encarnados por Valeria Santa y Mucio Manchini.
El ritmo enloquecido de la siempre oscilante economía argentina marca también la cadencia de la historia, un grupo de personajes que planifica y llevan a cabo una pequeña «estafa» que tiene como disparador el dato de una corrida cambiaria que les va a permitir hacer una diferencia en la compra y venta de dólares.
Además del buen pulso narrativo, que la emparenta con «Pizza, birra y faso», la película tiene como virtud dar cuenta de un universo desconocido para la mayoría de los espectadores y si bien es una ficción, con las herramientas del documental retrata con una buena cuota de verdad la cotidianidad de la ciudad de manera descarnada.
Antes del filme de García Candela se vio “Buscar trabajo”, de María Aparicio, que en apenas 8 minutos rescata a la fuerza laboral de la Argentina de principios del Siglo XX, conformada indistintamente por hombres, mujeres y niños, sin derechos laborales.
La cordobesa Aparicio (“Las calles”, “Sobre las nubes”) da cuenta de esa situación con materiales de archivo de la Colección de Nitratos Argentinos del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken, que muestra la labor cotidiana en fábricas, el campo y talleres textiles y también, la miseria de las casas de los trabajadores, acompañado de una voz en off (Pablo Limarzi), como parte de un extraordinario diseño sonoro, para conformar un reflexivo relato sobre la injusticia y la desigualdad.
Luego fue el turno de «Abril, verde, amarillo», la segunda película de Santiago Aulicino luego de “A fines de Agosto” (2021), que tiene como eje a Santi, un músico que hace un tiempo se encerró y dejó de contestar los llamados de sus amigos, sobre todo de la más preocupada, Ingrid.
La evidente agarofobia de Santi, los mensajes esporádicos que mantiene a través de mails con Ingrid e incluso la alienación que lo lleva a interactuar con una sombra en la pared, es una parte del relato, que en realidad se concentra en afuera al que rl protagonista se niega a volver, sin razón aparente.
«Abril, verde, amarillo» concentra su serena potencia en la red solidaria y preocupada por Santi y en mostrar una clase media relacionada con la cultura de la gran ciudad.
Otra vez y como una buena parte de las películas que se están presentando hasta ahora en el FeCC como “El Santo”, “Moto”, “Un lugar a dónde ir”, junto a las mencionadas «Cambio cambio» y claro, “Buscar trabajo”, los saberes de este grupo de jóvenes preocupados por otro, ocupan buena parte de la película.
Un dibujante, una camarógrafa que filma por encargo entrenamientos de judo y gimnasia artística, una librera, un escritor, un universo de oficios que están acompañados por los pequeños momentos de su intimidad.
La película reserva un momento para cada uno de ellos pero la preocupación seminal, la salud de Santi, sigue presente y para el final, la historia guarda un momento feliz, con imágenes de los personajes en diferentes situaciones cuando Santi no estaba enfermo, momentos que bien se puede deducir de la última sonrisa, seguramente volverán.
En tanto, con el corto experimental “Caudal”, el realizador Ignacio Masllorens (“Atlas”, “Fanny camina”, “El teorema de Santiago”), juega con material descartado de otras producciones audiovisuales para construir un relato posible y alternativo a esas imágenes destinadas para otra cosa.
Para el cierre de la jornada en el Hugo del Carril con los filmes en competencia, se proyectó el corto “Carne de Dios”, de Patricio Plaza y el largometraje “El rostro de la medusa”, de Melisa Liebenthal.
El filme de animación de Patricio Plaza, que ganó como Mejor Cortometraje en la última edición del Festival de Mar del Plata y ahora está preseleccionada para los premios Oscar, presenta un curioso, fantástico y aterrorizante sincretismo religioso entre la fe católica y las creencias ancestrales en el México de la colonia.
Con un sacerdote enfermo, que imponer la religión católica con mano dura, se expone a los rituales de los pueblos originarios para sanar.
Por último se proyectó “El rostro de la medusa”, que comienza con la sorpresa de que sin ninguna explicación, María, un día una mujer descubre que su cara cambió por completo, un suceso tan fantástico como absurdo que determinará su vida de ahí en adelante.
El curioso relato que parte de la ausencia de cara de las llamadas “aguasvivas”, una particularidad de estos animales marinos que le sirve a la directora Melisa Liebenthal («Aquí y allá», 2019; «Constanza», 2018; y «Las lindas», 2016), para dar rienda suelta a su imaginación.
Se trata de una comedia dramática, si se quiere desflecada, que dialoga tal vez involuntariamente con “La metamorfosis”, la famosa novela de Franz Kafka, para hablar principalmente de la identidad en juego, la mirada propia y la de los otros.