Saturación, historias repetidas y recaudaciones decepcionantes alimentan con fuerza la tesis de la «fatiga de superhéroes», un fenómeno anticipado desde el pico de éxito de ese género encabezado en la última década y media por las franquicias de Marvel y DC que, con la performance de los últimos títulos del rubro, amenaza con saltar de la especulación a un futuro posible para la industria.
Es que desde la llegada en 2008 de «Iron Man», el filme que dio origen a la meganarrativa centrada durante diez años en “Los Vengadores”, la adaptación de cómics a la pantalla grande se convirtió en sinónimo de universos con historias interconectadas que tienen más y más para dar, y que traccionaron a ejércitos de fans y cosecharon miles de millones de dólares alrededor del mundo. Es una mina de oro que, en su plenitud, parecía haber alcanzado la fórmula infalible del éxito.
De cumplirse las predicciones de una parte de la crítica subida a la teoría de que el desgaste de esa receta llegará más temprano que tarde, no sería la primera vez que una especie cinematográfica sufra las consecuencias de su propia lógica de producción en serie. Sucedió con el western a mediados del siglo pasado y en los 90 las comedias románticas fueron también víctimas de sí mismas: ¿podrían los héroes de traje y capa ser los próximos en la lista?
Con argumentos de un lado y del otro, en el escenario se contrapone un grupo de expertos (y no tanto) que sostienen que se trata de un panorama exagerado y que apuntan, con mucha confianza, que las y los seguidores de esta oferta difícilmente pierdan su fidelidad y el interés por ver lo nuevo de su saga favorita. Y si bien se comprueba que el cine de superhéroes está muy lejos de quedar en el olvido, las señales de que su excelente salud ya no es tal empiezan a aparecer con mayor claridad que nunca.
Quizás los números de taquilla, aunque con ganancias que siempre llegan a un mínimo de seis cifras, son los indicadores sobre los que se pone el ojo a la hora de cuestionar esta solidez. Sin ignorar que las expectativas cambiaron profundamente desde la irrupción de la pandemia de Covid-19, que obligó a las salas a cerrar sus puertas durante meses y meses, cada lanzamiento del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM), apurado por recuperar el tiempo perdido, luchó por transformarse en un todo un evento global como sus antecesoras.
Varios escalones abajo en términos de convocatoria y valoración aparece la franquicia de DC -perteneciente al conglomerado Warner Bros. Discovery-, que en respuesta a las victorias de su competidora de la casa Disney, en 2013 hizo lo suyo con «Hombre de acero», llegando tarde a la carrera, pero dispuesta de todos modos a disputarla cabeza a cabeza. Sin embargo, tonos incoherentes y un desorden general en el armado de su universo atentaron contra el triunfo de íconos como Superman, Batman y sus aliados de la Liga de la Justicia.
Y a pesar de partir de diferentes escalones, los esfuerzos de ambas marcas se enfrentan ahora a un cuadro poco alentador y a la realidad de que nada dura para siempre. Las últimas apuestas de ambos estudios, que todavía están en cartel, tampoco les dieron un alivio a las productoras.
Pero no todo se explica en términos de recaudación para quienes avizoran una inevitable caída en desgracia del género, al que también acusan de padecer de tramas reiterativas, previsibles, con ritmos calcados y giros poco originales para sorprender a las y los espectadores. Narrativas que se complejizan, cameos intrascendentes de personajes de mayor envergadura, crecientes reseñas negativas y hasta la explícita aversión ante esta maquinaria por parte de cineastas de la talla de Martin Scorsese y Ridley Scott tampoco colaboran en contradecirlos.
Frente a este círculo vicioso, superpoblado y ya extendido al formato televisivo, que trabaja para entusiasmar por lo que vendrá más que para darle una conclusión propia y satisfactoria a cada entrega, los responsables de las franquicias se mueven entre la negación y la aceptación. Kevin Feige, titular de Marvel Studios desde 2007, es un gran escéptico sobre el posible agotamiento, a sabiendas de que tiene bajo la manga dos promisorios tanques como “Los 4 Fantásticos” y los “X-Men” para sumar al cóctel y expandir los límites de su increíble creación.
Es su jefe, Bob Iger, reinstalado hace poco como CEO de The Walt Disney Company, el que no está tan seguro de que no haya que preocuparse, luego de que trascendiera a través de la prensa especializada que le aseguró a sus inversores la aplicación de una «agresiva curaduría» para controlar a rajatabla los gastos del conglomerado de entretenimiento más importante del mundo. La sobreproducción en detrimento de los estándares de calidad, parece, empieza a hacerle ruido.
Tras la fusión de WarnerMedia y Discovery, los nuevos popes de la compañía dieron directamente de baja los planes del universo de DC, y sedujeron a James Gunn, ex realizador de Marvel, para timonear el barco en medio de la tormenta. Con esperanzas de inyectarle superpoderes a sus proyectos, el director y guionista ya anunció 10 títulos repletos de nuevas versiones y debuts de héroes, heroínas y criaturas con los que reiniciará la saga y que llegarán al cine partir de 2025.
Mientras, un público con la vara muy alta y sensible al aburrimiento espera ver más pero sin resignar sus demandas, en un contexto en el que surgen alternativas que, como lo hizo la brillante trilogía de Christopher Nolan basada en el «Caballero de la Noche», exploran historias oscuras y moralmente ambiguas protagonizadas por superhéroes. Son series como «The Boys», «Invincible» o «Watchmen» las que, con timidez, pero aplaudidas, proponen un desvío y ofrecen recursos para adoptar.
No todo está perdido, pero tampoco garantizado, para un género que supo ganarse el dominio comercial y simbólico en la joven cultura pop: será un esfuerzo por flexibilizar sus fórmulas, abandonar moldes y la capacidad de adaptarse y reinventarse lo que le permitirá mantenerse relevante en una rueda insaciable y que nadie quiere -ni le conviene- soltar.