Por Cezary Novek
En tiempos en que la autoficción parece agotada al extremo a causa de la regurgitación constante de lo mismo, Flavio LoPresti sale airoso, mediante el afilamiento de una prosa que se sostiene entre el humor, la narrativa, la crónica y el cinismo, sin perder nunca la ferocidad. Crítico temido y respetado, LoPresti tiene un estilo ameno, en donde la anécdota es menos importante que la manera de contarla.
El libro (que, al igual que muchos títulos editados este año, está dedicado a la recientemente fallecida poeta y narradora mendocina Mariela Laudecina, 1974-2021) se divide en dos grupos de cuatro cuentos cada uno, básicamente las dos caras de la existencia de cualquier escritor, esto es: “La literatura” y “La vida”.
En “María”, el primer cuento, un estudiante conoce chica rara con padres aún más raros; “Elisa” trata sobre un padre excéntrico que tiene una jefa aún más rara; “Nadal” cuenta la historia de un hombre que toma conciencia de su finitud y se angustia, su mujer no lo comprende ni empatiza con él, lo que lo angustia aún más; y en “Kreplak” el protagonista va a visitar a un amigo, cuya relación de pareja, que está en su apogeo, se sostiene sobre un único vértice: el amor que tienen por un gato blanco que adoptaron. Un rato después, atropellan al gato y el narrador tiene que volver a su casa.
El segundo grupo de relatos comienza con “Roberto”, una historia sobre un taller literario, su fauna y sus taras. El equilibrio grupal, paradójicamente, se sostiene y guarda sentido solamente mientras el miembro más conflictivo siga asistiendo.
En “Martín”, el narrador cuenta su relación esporádica con un poeta maldito que se va apagando lentamente durante años y años. Le sigue “Tamara”, en donde un empleado público libra una guerra fría con dos compañeras súper obsecuentes, luego gana un premio literario, pero su vida y sus guerras no cambian en lo más mínimo. “César”, por último, cuenta la aventura de un LoPresti imaginario que se obsesiona al saber que César Aira le comentó a un tercero que admiraba sus cuentos, y emprende un viaje a Pringles para tener un encuentro oracular con el grafómano más célebre de la localidad.
La contratapa de Edgardo Scott dice que “LoPresti busca reflejos siempre equivocados para acertar en la telaraña humana que nos acosa, rodea y define”. También menciona que la verdadera literatura tampoco escapa a la vida, ya que la literatura y la vida son dos frentes de un mismo problema: que no hay evasión posible.
A lo que se le puede agregar que “Los nombres” es más un libro sobre el cómo que sobre el qué. No importa tanto lo que pasa, ya que todo está centrado en el narrador. Es su manera de percibir la realidad la verdadera historia de fondo. En cómo entreteje con maestría el humor y la crueldad hasta conformar un tapiz lo suficientemente denso y ricamente adornado como para enmascarar el deseo de cariño y atención, la profunda soledad, y los altos niveles de sensibilidad del autor, obsesionado con el fracaso y la neurosis de la vida cotidiana: elementos que conforman, tal vez, la verdadera alma de este volumen.
Flavio LoPresti
(Córdoba, 1977) Es profesor y licenciado en Letras por la UNC. Crítico literario y periodista cultural en La voz del interior, Ñ, Cuaderno Waldhuter, entre otros. Produce el newsletter del Fondo de Cultura Económica en Argentina, Lecturas de fondo. Fue becario del FNPI y del FNA en tres oportunidades. Ha publicado dos libros de crónicas autobiográficas, “Recuerdos de Córdoba” (China Editora, 2013) y “Yo escribo mucho peor” (Llanto de mudo, 2015, reeditado en versión aumentada como “Mucho peor” por la editorial 17grises en 2019), y el libro de cuentos “Los veranos” (17grises, 2018).