Aparecen por primera vez editados en un libro en castellano más de un centenar de dibujos del escritor checo, donde se refleja su curiosidad e interés por las artes visuales.
Antes de morir, Kafka le pidió a su amigo Max Brod que quemara sus escritos, con la excepción de “El fogonero”, “En la colonia penal”, “La condena”, “La metamorfosis”, “Un artista del hambre” y “Un médico rural”. Gracias a que Brod desoyó las ordenes de su amigo, hoy se pueden disfrutar obras como “El proceso” y otras paradigmáticas de su trabajo literario.
Mismo destino le aguardaban a los dibujos que Kafka fue diseñando a la largo de su vida. Nuevamente Brod desoyó, los guardó y fue publicando, aunque con mayor lentitud en comparación con sus obras literarias.
También antes de su muerte, Brod legó estos dibujos a su secretaria, y así terminaron en la caja de seguridad de un banco suizo en Zúrich, resguardados por las hijas de esta secretaria.
Ahí estuvieron los dibujos año tras año. Brod publicó algún que otro dibujo para acompañar la edición de algún libro de su autoría en el que escribía sobre Kafka. Los dibujos de Kafka fueron llegando a cuentagotas.
Ahora, y luego de un juicio entre la Biblioteca Nacional de Israel y las herederas de la secretaria de Brod, los dibujos se pueden ver online o contemplar en una edición en castellano de reciente salida, publicada por Galaxia Gutenberg.
Además, el libro tiene un ensayo introductorio de Andreas Kilcher, un artículo de la filósofa Judith Butler y un exhaustivo catálogo descriptivo.
Kafka y Brod, ambos judíos checos, se conocieron en la Universidad Charles, de Praga. Kafka estudiaba Derecho, había asistido a cursos de Historia del Arte, tomaba clases de dibujo y anhelaba entrar en el ambiente artístico de Praga de inicios del siglo XX.
Para el autor de “La metamorfosis”, sus dibujos no eran dignos de apreciarse ni conservarse, no obstante, Brod tenía otra opinión al respecto.
En 1952, ya fallecido Kafka, Brod vendió dos de sus dibujos al museo Albertina de Viena, por un estrafalario precio de 150 dólares. La intención era introducir el arte de Kafka dentro una institución legitimada e intentar revalorizar su obra visual.
Con esta reciente publicación de sus 150 dibujos termina la vertiginosa historia de los intentos de publicación previos, luego de casi un siglo de la muerte del escritor (murió en 1924, en un pueblito de Austria, a las afueras de Viena).
La literatura de Kafka cuenta, ahora, con una renovada aura al complementarse sus cuentos, cartas y novelas con estos dibujos. Dibujos que permiten imaginar al Kafka que descubre la explosión cultural de Praga, al Kafka estudiante, al Kafka soñador y enfermizo.
Como mencionamos, antes de su muerte mantenía el énfasis en que se quemara gran parte de su obra y todos sus dibujos, pero, en una contradictoria operación, también citó toda su obra y todos sus dibujos en su testamento de 1921. Esto demuestra que le importaban y que tenía fe en que un día se exhibieran.
Max Brod huyó de Checoslovaquia en marzo de 1939, escapando de la guerra y el horror nazi ya presente, con una maleta que contenía todo el material del escritor, incluido sus dibujos, con destino a Tel Aviv. “Queridísimo Max, mi último ruego: todo lo que se encuentre en mi legado en cuanto a diarios, manuscritos, cartas propias y ajenas, dibujos, etc., debe ser quemado sin excepción y sin ser leído, igual que todo escrito o dibujo que tú u otros, a los que deberás pedirlos en mi nombre, tengan en su poder”.
Kafka sabía que su amigo no iba a quemar nada y de ahí su énfasis en el pedido.