Fabio Martínez saca cuentas, confirma la suma, la resta. “Estoy en Córdoba hace veintiséis años. Vine a estudiar acá porque la carrera que había elegido, en ese tiempo, estaba solamente en la universidad privada”.
Son casi mil doscientos kilómetros los que separan la Universidad Nacional de Córdoba de la ciudad de Tartagal, donde vivía. El viaje es largo e implica una fuerte inversión, no solo económica sino emocional. Pero la educación pública parece justificar el peso del desarraigo.
“De adolescente leí Cuarteles de invierno, un libro que me conmovió” recuerda. “Y al averiguar que Soriano era periodista, me vine a estudiar Comunicación Social. Creo que me daba un poco de vergüenza decirlo en voz alta a esa edad”.
Llegar a una ciudad más grande significó dejar en suspenso una vida social activa: los amigos, las salidas, las fiestas. Además, sus primeros compañeros de clase eran en el interior y volvían a sus pueblos los fines de semana. Así se explica, al menos en parte, que esa adolescencia intensa en el norte salteño reaparezca una y otra vez en sus cuentos y novelas.
“Tartagal es donde crecí, donde la pasé muy bien. Es una ciudad de frontera, que está a cincuenta kilómetros de Bolivia, y que es muy violenta pero, al mismo tiempo, muy acogedora. Esas contradicciones, para mí, re sirven a la literatura”.
Lejos de la pintura regionalista, los primeros libros de Fabio Martínez tienen el vértigo de una generación maltratada por la realidad social de fines de los noventa. Con escenas crudas, casi cinematográficas, los cuentos de Despiértenme cuando sea de noche o la novela Los pibes suicidas tienen una fuerte impronta política, al tiempo que los personajes oscilan entre el dolor y la ternura, entre la falta de certezas y la afirmación de la amistad como refugio.
“Me parece que en la adolescencia uno vive las cosas de una manera media extrema y eso, para lo que escribimos, nos sirve, nos funciona. Yo sé que hay gente que no la pasó bien, pero, en mi caso, fue una etapa muy hermosa, de grandes amigos.”
Cien intentos para un escritor
Aquel libro de Soriano no solo llevó a Fabio a la universidad: también orientó su escritura. “Me gusta mucho ese escritor, porque en sus novelas siempre aparece lo político, de manera muy sutil o marginal. Y yo creo que es algo que tomé, porque todos mis libros tienen algo político”.
Los talleres literarios fueron fundamentales para acompañarlo en la escritura de ficción. En este sentido, reconoce que al principio no tenía una escritura pulida ni una voz firme; solo muchas ganas de escribir. “Lo que yo aprendí, lo aprendí en los talleres”.
Del escritor Fernando Stefanich recuerda una capacidad inigualable para generar confianza. “Nos trataba como escritores, decía que ya éramos escritores y debíamos pensar en qué es lo que queríamos decir en nuestros textos”. Después estuvo con Lilia Lardone, Federico Falco y Luciano Lamberti, con quienes encauzó su proceso. Fueron años de ensayo, de prueba y error, en los que escribió alrededor de cien cuentos o, en sus palabras, “cien intentos fallidos” que terminaron en la basura.
“Hasta que encontré uno que valía la pena”.
El primer libro de cuentos de Fabio Martínez obtuvo el tercer premio del Fondo Nacional de las Artes en 2009. Con el segundo, Dioses del fuego, ganó el Primer Premio de los Concursos Literarios Provinciales en Salta, en 2014. Su novela Los pibes suicidas resultó finalista del premio Cambaceres, organizado por la Biblioteca Nacional.
El reconocimiento de sus pares y la crítica tuvo un efecto singular. “Me encontré con que algunas personas me mandaban sus textos para que se los leyera, para que, si tenía tiempo, se los corrigiera. Y me di cuenta de que tenía como un ojo ya trabajado para eso, así que me decidí a dar talleres”.
Los talleres literarios de Fabio Martínez se convirtieron en un punto de referencia en Córdoba. Mantiene grupos de adolescentes, otros abiertos a distintas edades, para aquellos que nunca antes escribieron o para quienes desean pulir su estilo. Casi todos se hacen de manera presencial en librerías como El espejo, La librería o la Biblioteca Córdoba.
Talleres, escuelas, deportes
“Doy talleres miércoles y sábados. A veces, también el jueves por la tarde. Amo los talleres”. Como gran parte de quienes se dedican a la literatura en Córdoba, Fabio ejerce la docencia en el nivel secundario. Hay días en que arranca muy temprano, porque uno de los colegios en los que trabaja queda en Colonia Tirolesa. “Me levanto a las seis menos diez, busco una compañera de trabajo y viajamos en el auto, sobre todo contando chismes que ella sabe o yo sé de la escuela”. En las horas sándwich, va a la biblioteca escolar para escribir. “Me pasa que aparecen los chicos, los alumnos. Y entonces les leo lo que escribí, para ver si funciona”.
Todos los días son diferentes. Padre de dos hijos, uno de dieciséis y otro de diez años, comparte con ellos el gusto por el básquet y algunas series “que por lo general no son para su edad”. A su vez, va al gimnasio y a clases de pádel. Porque, además de la literatura, el deporte también lo apasiona.
“De chico, como un montón de personas, mi sueño era ser futbolista. Y una de las cosas que me arrepiento es haber dejado cuando cumplí doce años y tenía que pasar al club. No quería entrenar todos los días y podía seguir jugando con mis amigos al fútbol y bien. Pero después se notó la diferencia”.
Ya en Córdoba, se apasionó con el tenis. Seguía a David Nalbandián en cada torneo, alterando los relojes para ver cada partido e incluso pasando de largo para alentarlo en la final del Master de Shanghai. “Ahí empecé a jugar al tenis. Y, ahora, me cautivó la magia del pádel”.
De la gestión cultural
Fabio Martínez es editor de Antipop, sello abierto a voces emergentes con el objetivo de que la escritura se convierta en el principal trabajo del escritor. “Creo que recién con el último libro que sacamos, de Paulina Cruzeño, se puede decir que de alguna manera sucedió la magia de que el escritor gane algunos pesos”.
En paralelo al trabajo editorial, la necesidad de reivindicar el trabajo del escritor se articula con ciclos, charlas y espacios de lectura que, a lo largo de los años, Fabio Martínez se esforzó por darle forma y sentido. “Lo primero que me movilizó de ser gestor cultural era el maltrato que recibíamos los escritores y las escritoras. Es decir, era muy común que nunca nos pagaran por nuestro trabajo. Uno tenía que ir a la Feria del libro o a cualquier lado de onda”.
Otro factor fue que, desde su perspectiva, la propia Feria del Libro de Córdoba no le daba lugar a los escritores nóveles ni a las editoriales independientes. “Allá por el 2008 todo el mundo decía que era un lugar que no nos representaba ni nos servía porque ni siquiera tenían nuestros libros”.
Para contrarrestar esta situación propuso el ciclo Historias Contemporáneas, que dura hasta la actualidad. Allí, invita a escritores y escritoras de Córdoba en encuentros para colegios secundarios. El ciclo se lleva adelante en horario escolar y propone actividades participativas, en un ida y vuelta dinámico, entretenido, “también para que los chicos pudieran entender que la literatura puede ser algo así”.
Impronta cordobesa
La jugadora de pádel, la última novela de Fabio Martínez, es la historia de una mujer que empieza una relación extramatrimonial con un compañero del club donde juega al pádel. La adrenalina de los cuerpos que se buscan dentro y fuera de la competencia, pero también un trasfondo social en el que la economía de la clase media tambalea y la tendencia parece orientarse a las promesas del mercado financiero, mantienen atenta la lectura.
“La jugadora del pádel me la contó mi pareja, que también juega. Después de un turno, se quedó a tomar una cerveza, a comer algo con el grupo, y escuchó esta historia. Me pareció fascinante”.
Además de la crisis de mediana edad, la trama escarba en el mundo de los brokers, las inversiones, la búsqueda de dinero fácil y rápido. Con una mirada realista, le da forma concreta a los manejos que corroen la esperanza de quienes ponen un pie en terreno desconocido.
“Busqué contar un poco del contexto social y económico que estamos atravesando, muy parecido además al de los noventa. Es un libro que critica esta economía basada en lo financiero, la timba, las apuestas, y no en lo productivo. Además, quería salir un poco del universo adolescente, al cual recurro mucho, y que ocurriera en Córdoba, porque estoy hace un montón de tiempo acá”.
Novela política, La jugadora de pádel queda rebotando en la cabeza del lector como cada cuento de Fabio Martínez, como cada acción que realiza en el campo literario y cultural. Algo que saben sus lectores, estudiantes, talleristas y cualquiera que se lo cruce.