Acerca de “La hoguera” de Gigliola Zecchin (Comunicarte, 2023)
Gigliola Zecchin ha escrito en “La hoguera” su manera de entender los libros, reescribiéndolos en la tónica de aquellos relatos que los juglares de antaño solían cantar o recitar; entonces la materia de las tumultuosas aventuras que debimos, en estos trópicos, a la editorial Acme y luego a la editorial Columba, regresa mediante episodios diáfanos, que invocan letanías y motivos, el más grande ardid que la mente humana puede atribuirse: la imaginación. Vuelven a nosotros Jim Hawkins y una posada, aquel otro náufrago que pisó tierra firme un 30 de septiembre tan mítico y lejano como el descubrimiento, siempre asombroso si se piensa un poco, de que nadie está solo en la tierra durante mucho tiempo o el poder hipnótico que supuso un doblón de oro del Perú claveteado en el palo del mástil de cierta nave ballenera que surcó los mares del sur al mando de un capitán extraviado por una divisa, por un color. Y todos los cuentos árabes.
El prodigio, entendido como aquella posibilidad de reencontrar algo que supimos alguna vez, está presente a lo largo del relato y la cifra de un destino, un enigma a develar, en términos muy concretos, también: “¿Qué sería algo bueno? ¿Lo suficientemente virtuoso como para hacerlo feliz?” Bajo la forma de la aparición de un pescado elocuente, en las caras de una moneda de hierro cuyo único valor de cambio reside en ser puesta en la palma de un mendigo ciego y anciano, la autora va demarcando la aparición de los vocativos mediante los cuales distribuir los parlamentos, y cuánto habrán de enunciar y omitir, cuánto y qué nombrarán, en el texto (“El que nomina, domina”, leímos en una pancarta, en la plaza del Congreso hace unas cuantas semanas) el ya mencionado anciano indigente, una muchacha, el náufrago, la Santa Inquisición, un heraldo; pero los vocativos nunca designan a nadie y un fantasma recorre las parcelas costeñas europeas donde se sitúa el epicentro del conflicto que los capítulos retratan: el fantasma de la peste; se alude a la viruela que de usual impactaba a través de brotes periódicos las crueles provincias del ex imperio romano cuando las fechas que se mencionan en el volumen. Una epístola, una estampa, un edicto del Señor del lugar, llevan la misma intención en su dibujo o en su letra: materializar socialmente el temor humano.
En una proclama inserta en el relato se hace referencia a las limitaciones de reuniones públicas y la insistencia en delatar (quemar) a los causantes del peligro (la peste) que asolaba esa región (no hace mucho tiempo se hicieron públicas unas oraciones muy similares en el seno del Congreso Nacional: “está prohibida toda reunión que signifique una amenaza real e inminente para la seguridad pública”. La naturaleza y la superstición copian al arte, se sabe). Los causantes del peligro eran siempre supuestos brujos y brujas y acólitos de satán y mediante una exégesis bíblica u operación de la fantasía, se los condenaba a la hoguera y de tal modo se mantenía a salvo el universo.
En oposición a ello leemos la lenta gravitación del cuidado, la palabra razonada y la concordancia emotiva entre el náufrago y la muchacha (ambos huérfanos); como se trata de los hechos de un peregrinaje iniciático, les es posible proyectar un destino al fin: Las Indias, el Nuevo Mundo, es la meta, un paraíso añorado y acaso posible. El mentado viaje (el del libro y el de quienes lo leerán) bien podría dialogar con aquel otro momento de la humanidad que señaló un literato galo: “cuando los dioses ya no existían y cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que solo estuvo el hombre” (un libro implica otros libros: entre las pertenencias que la pareja hereda y pretende trasladar se cuenta una “biblia del oso”; la primera traducción de la biblia completa al castellano a partir de manuscritos hebreos y griegos; en la huida llevarán un libro y una traducción, dos manera de hablar solos, que es otra forma de hablar con dios). O tal como aparece planteado en la historia: hombres y mujeres haciendo posible el mundo al imaginarlo y descubrirlo por si mismos en sus labores y estratagemas, evadiendo las injusticias o las negaciones, en cada pequeño gesto de arrojo y consideración del prójimo. En suma, pensar, deducir, procurar ser dueños de sus vidas y sus muertes y protagonistas de las simples cosas: una nave, un hijo, un perro y la máxima aventura de la vida que es poder contar esa propia historia, viviéndola, que de alguna manera aparece señalada en la idea que se reitera dos veces en las páginas que nos ocupan: “Si la recoges y haces con ella algo bueno, serás feliz”.
Acerca de Alberto Cisnero (La Matanza, 1975)
Publicó “El límite de la materia” (2012); y otros libros.
En 2025 publicará “Clase 75”, en 2026 “Román paladino”, en 2027 “Este libro es para vos”, en 2028 “Recuerda esa palabra”; y así sucesivamente. Vivo o muerto.
Acerca de Gigliola Zecchin (Canela) escritora y periodista cultural, nació en Vicenza (Italia). Emigró de su país en 1952. En la Universidad de Córdoba cursó Letras modernas.
Autora de los guiones de sus programas para niños en radio y televisión creó en 1987 el Departamento de Literatura para niños y jóvenes de Editorial Sudamericana. En ese contexto abrió diez colecciones y editó unos 250 títulos.
Como escritora ha publicado 40 títulos. Ha recibido en dos oportunidades el White Ravens. Y una distinción de Alija. Como Editora, La Rosa Blanca de Puerto Rico. Es autora de un poemario para adultos con los títulos Paese, Arte povera, In movimento, Haikus venecianos, y del libro de arte Que sueño es este, realizado en Cantabria, España. Sus cuentos han sido editados en diversas antologías y la novela En brazos del enemigo integra el catálogo de Edhasa.
Distinguida como “Ciudadana destacada de la Cultura” por la Legislatura de Buenos Aires, en 2010 le ha sido entregada por la misma ciudad una de las 200 medallas del Bicentenario. Ha recibido de su ciudad natal La medalla de oro al esfuerzo y el trabajo. Por Colectivo Imaginario, noticiero de cultura de TN, en el aire durante 19 años, recibió su quinto Martin Ferro y el M.F. a la trayectoria.
Desde agosto de 2015 es miembro de número de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.