No es una sorpresa para nadie que el «Libro del desasosiego» no esté firmado por Fernando Pessoa a pesar de que muchas de las impresiones allí registradas se vinculen necesariamente con él. Sucede que, como el escritor portugués nos tiene acostumbrados, recurre a «sujetos ficcionales» para asumir su autoría y hacerlo circular. Algo que, en un caso como el aquí considerado, no deja de ser paradójico si consideramos que el «Libro» nunca fue publicado. De cualquier manera, el hecho de que hasta ahora sea Bernardo Soares, el ayudante de tenedor de libros de Lisboa, el autor habitualmente consagrado a estampar su rúbrica en la magna obra, se pone en duda con la última edición a cargo de Jerónimo Pizarro y obliga a reflexionar un poco más sobre el asunto.
Yendo al origen de los tiempos, hay que decir que el propio Fernando Pessoa presentó algunos de esos fragmentos inmortales, hoy contenidos en el «Libro», en revistas literarias de Lisboa como si fueran escritos por él mismo. A la fecha, se conoce que, por lo menos 12, fueron publicados en vida y este dato nos confirma que la intención primigenia de Pessoa era hacerse cargo de su producción y que el acto de delegarlo en una de las figuras imaginarias con las que convivía es un gesto posterior.
Cuando se menciona a Bernardo Soares se lo piensa como un «semi-heterónimo» porque -como confiesa el poeta en una carta dirigida a Adolfo Casais Monteiro en 1935- «no siendo su personalidad la mía, es, no diferente de la mía, sino una simple mutilación de ella. Soy yo, menos el raciocinio y la afectividad». Sin embargo, no se trata del primero en aparecer como autor ya que antes de que se impusiera el nombre definitivo, hubo dos tentativas que lo precedieron: el Barón de Teive y Vicente Guedes, ambos bastante menoscabados por los organizadores del «Libro».
Del Barón de Teive poco se sabe porque poca importancia se le asigna a sus escritos, tanto así que muchas veces pasan desapercibidos en las ediciones que circulan en la actualidad. Zenith señala a este respecto que el hidalgo está asociado al «Libro» más como colaborador que como autor y esto, porque: «Teive también sufría de hastío, tampoco le encontraba ningún sentido a la vida y tampoco tenía salvación posible, ya que su escepticismo era total». No sucede lo mismo con Vicente Guedes del que algunos datos personales se pueden sonsacar antes de fundirse con Bernardo Soares en las versiones a las que tenemos acceso, pese a que de él «no se sabe quién era ni que hacía» como se lee en el «Prefacio» [Ver Hoy día Córdoba, 13-06-2023]. Alcanza a conocerse, eso sí, de que era traductor de textos literarios y escritor de poemas y cuentos. La huella de este heterónimo en el «Libro» se hace sentir por el recurso al «diario» del que se sirve para anotar sus impresiones. Hay que señalar, en este sentido, que Guedes murió muy joven y que su creador asumió el control de sus papeles. Tal vez, por ese motivo, se hayan confundidos.
Hay coincidencia en pensar que Bernardo Soares aparece recién sobre el final de la redacción del «Libro» y que Pessoa le dio vida independiente porque necesitaba de alguien parecido a él que expresase en voz alta su propio universo de percepción. «Sólo a partir de 1930 Pessoa suele fechar buena parte de los fragmentos destinados al «Libro del desasosiego» que, ahora sí, encontró su curso: la Rua dos Douradores, donde Soares trabaja en una oficina y donde también vive, en un modesto piso alquilado, escribiendo en sus horas libres» sostiene Zenith. Soares, como Guedes antes, es un escritor apocado que alterna la vida entre el trabajo administrativo y burocrático que realiza y su observación del mundo. A él le debemos una de las mejores páginas impresionistas de la ciudad y de la época que le tocó vivir, además de «Los grandes fragmentos» y algunos cuentos aislados.
La novedad respecto del «Libro del Desasosiego» la aporta la edición de Jerónimo Pizarro aparecida en 2013 ya que éste divide la autoría en dos valiéndose de un criterio cronológico y no de «manchas temáticas» como hasta entonces. Para el traductor y crítico colombiano, Vicente Guedes se responsabiliza de los fragmentos del Primer Período de Producción (1913-1920) y Bernardo Soares, del Segundo (1929-1934). Esta distinción permite reubicar algunas de las notas que conforman el texto como así también, conocer mejor a los semi-heterónimos que concurren en la práctica escritural, pero sobre todo, intervenir sumariamente en la biografía compartida a fin de deconstruirla y separar los tantos.
Pizarro le atribuye a Guedes la referencia del «Prefacio» escrito en una fecha muy cercana a 1917 que los otros editores utilizan para comenzar el «Libro» y en el que, Pessoa -de manera autorreferencial- nos lo presenta. Este fragmento incluye una breve caracterización física y psicológica que permite situarlo en el tiempo y anticipar algunas marcas discursivas de sus registros.
La Segunda Parte se inicia con la conceptualización de Bernardo Soares como «nuevo» autor del «Libro», a través de dos fragmentos, uno en el que se lo menciona explícitamente en esa condición (De allí proviene el subtítulo que acompaña la mayoría de las ediciones) y otro, identificado como «Trecho Inicial», en el que el heterónimo se muestra en sociedad a través de su rasgo característico, el tedio. El punto alto de este fragmento –y que da razón al desasosiego que impregna las páginas que encabeza- es la frase que lo ha inmortalizado para siempre en la sensibilidad de sus lectores: «El corazón, si pudiese pensar, se pararía».