Leer a Gabriel Okoundji es un remanso en tiempos aciagos. Nacido en la República del Congo, su voz emerge del África Negra como un canto cosmogónico que participa de la poesía universal: “habla ya espíritu del viento / acepta la batalla / por el honor y el fervor, por el ardor y la ternura / en el atardecer del mundo todas las montañas serán tuyas”.
Durante la cuarentena profunda de 2020, de la mano del infatigable Leandro Calle, llegó a mí esta poética luminosa, y tuve el placer de entrevistar al autor para el sitio web Evaristo cultural. Gabriel Okoundji es poeta de dos ríos. Nacido en 1962, vive en Francia, es psicólogo clínico en un gran hospital de Burdeos y responde al título de Mwènè, a través del cual se aferra al misterio de la iniciación y el vínculo con los ancestros. “Yo soy Mwènè, es decir, iniciado. Un Mwènè es un Hombre al que se le enseña a observar el aliento de la palabra”. Dice él que cuando el nombre concuerda con aquel que lo lleva, entreabre el camino de todas las almas.
El poeta se nutre de sus ancestros y crea una voz propia en la unión de dos lenguas que lo definen, el tégué y el francés. Okoundji es guía y portador de una palabra anclada en la oralidad, que es la del pueblo bantú. Y escribe por necesidad de sostén. Para él, el conocimiento es un don, y el hombre no tiene sino la palabra para curar el dolor del alma y reparar el error del espíritu. No es poeta del exotismo, ni tampoco hermético, aunque el misterio esté presente en su obra, tanto como el asombro.
“En el Congo, donde nací, aprendí primero a hablar tégué, mi idioma parental, ese que me permitió nombrar la luz, la sombra, la alegría, la tristeza, el mundo que me rodea. y mis primeras emociones. Luego, a los seis años, me enviaron a la escuela. Empecé a aprender francés, mi idioma de enseñanza. Él me permitió comprender las matemáticas, la geografía, la literatura, la extensión del universo, etc. Eso me dio una gran riqueza. Cuando la búsqueda poética se me impuso, entonces, creé deliberadamente mi propio idioma, que yo llamo mi lengua materna. Se encuentra en la intersección entre el tégué, mi idioma parental, y el francés, mi idioma de escritura. Estos dos idiomas fluyen armoniosamente en mí. Cuando uno de ellos invoca, el otro evoca, cuando uno da, el otro recibe, y viceversa. Allí reside el equilibrio de mi poesía”, explica. De este modo, Okoundji consigue una amalgama perfecta entre literatura oral y escrita, entre la raigambre africana y el francés.
Tal como señala Leandro Calle, responsable de la introducción y la traducción, para los lectores latinoamericanos, África suele presentarse como un todo, desde una mirada occidental y europea. Sin embargo, se trata de un continente heterogéneo en sus culturas, lenguajes, religiones; y complejo en su historia, “en su doloroso hacerse y deshacerse, en la sufrida opresión colonizadora y en la lucha tribal y desordenada de la post independencia en mucho de los casos”.
Pero la poética de Okoundji anula las fronteras: “El poeta no tiene país en ningún lado, su camino se extiende hasta el horizonte que revela el sueño de la vida, su cabeza es el globo terráqueo en estrecha relación con el cosmos de donde él saca su hálito”, afirma en una carta dirigida al africanista Jacques Chevrier. ¿Cómo entiende entonces la idea de “patria”?: “El poeta no tiene un país del tamaño de un mapa. Su patria se encuentra en lo real que no tiene nada que ver con la realidad de las fronteras. El poeta es como el árbol. Y el árbol crece donde está su raíz. Cuando un árbol echa raíces en alguna parte, si lo desenterramos para traspasarlo a otro lugar, guarda memoria de la sedimentación inicial, el suelo, el humus y el barro que permitieron la savia original; todo esto no se borra”.
En las páginas de su Poesía Reunida, la naturaleza se despliega por completo. El caracol, el flamenco, las hormigas, la luna, el sol, las lluvias, el viento, el bosque, el desierto, las estrellas… El ciclo de la vida se hace carne en sus versos.
Entre la palabra y el silencio, la voz del poeta invita a una experiencia transformadora de la que ningún lector podrá salir indemne: “Para mí, cada palabra dicha o escrita es una transmisión. Y la transmisión tiene un solo propósito: enseñar a las personas a confiar en su fragilidad, a sanar sus heridas. Y es aquí donde la palabra poética resulta de suma importancia. Porque considero que la vida es dolorosa solo en las fronteras externas de la poesía. No hay nada como el canto poético para hacer al hombre amar la bondad del mundo, para garantizar el brillo del fuego del universo, ponerse de pie a pesar de la herida, caminar, respirar…”.
La poesía de Okoundji es una experiencia luminosa, sanadora, necesaria. Es un honor presentar esta edición bilingüe de Evaristo Editorial que nos acerca, en un acto profundamente político, a una poética que se corre del cánon eurocentrista y nos hace partícipes del diálogo entre tradición ancestral y modernidad occidental.