El fenómeno musical Cosmic Kid, nacido como Pedrito VM en Villa María y convertido en una de las voces más singulares de la nueva escena urbano-alternativa, volvió a Córdoba para una noche que ya quedó grabada entre sus seguidores. Este sábado 6 de diciembre, su presentación en Club Paraguay fue un punto de inflexión tanto para su carrera como para su comunidad.
El artista repasó los temas de su álbum debut y sus últimos sencillos, que confirman su búsqueda de un sonido propio, híbrido y absolutamente generacional. Pero más allá del repertorio, lo que se vivió fue la consolidación de un artista que dejó de ser una promesa para convertirse en una realidad vibrante.
Pedro Parnenzini —quien pasó de grabar videos en su habitación de Villa María a agotar dos funciones consecutivas en el Teatro Vorterix de Buenos Aires— continúa atravesando etapas que lo alejan de su identidad de youtuber para afirmarlo en un proyecto musical con estética propia, riesgo creativo y una comunidad que lo sigue con una lealtad poco frecuente.
A las 19 horas, cuando llegamos a Club Paraguay, la ciudad ya daba señales de lo que se venía: una fila de tres cuadras avanzaba por la vereda de Marcelo T. de Alvear. Y aunque Cosmic Kid es un artista que creció desde plataformas digitales, su público desborda la etiqueta de “centennials”: había chicos desde 7 años hasta adultos de 50, lo que confirmaba el carácter apto para todo público del show.
Entre quienes esperaban, había familias completas, parejas jóvenes, grupos de amigas y amigos, y muchas personas que crecieron viendo a Pedrito VM desde sus primeros videos. Durante la espera conversamos con fans que lo siguen desde esa era y que, aunque extrañan su contenido de YouTube, celebran su valentía por apostar a un sueño distinto. Para muchos y muchas, Cosmic Kid es una inspiración: alguien que se jugó por lo que ama, aun cuando lo previsible hubiera sido quedarse “igual”.
Sus seguidores también tenían claros los temas que esperaban escuchar: cosmic girl, sus colaboraciones con Bhavi y Robleis, y los clásicos de su transición musical. Yo asistí con mi hermana —seguidora desde los nueve años, hoy con catorce— y la ansiedad adolescente que recorría la fila era tan evidente como contagiosa.
El show se hizo esperar un poco y esa demora avivó la energía de un público que ya venía vibrando desde la puerta. Ese tiempo sirvió para observar más de cerca a su comunidad: confianza, códigos compartidos y una certeza común de que Cosmic Kid “iba a darlo todo”. Las arengas espontáneas eran constantes, y cada grito encontraba eco entre las distintas edades que compartían la misma expectativa.
Cuando las luces se apagaron, el estallido fue inmediato. Cosmic Kid amagó dos o tres veces antes de empezar, jugando con el público, alimentando el clima. Y cuando por fin inició, lo hizo con la potencia que todos estaban esperando.
A lo largo del show navegó entre géneros, tonos y emociones. El clima era íntimo —casi como quien ve a un amigo— aunque estuviéramos en un Club Paraguay repleto. El ex Pedrito VM interactuó con sus fans varias veces: preguntó si estaban bien, respondió a los carteles que se levantaban entre cuerpos de distintas estaturas, agradeció a quienes viajaron y festejó cada coro como si fuera el primero. Incluso, entre risas, advirtió que “si tiraban un celular más se lo quedaba” y recordó que “sabe boxeo”, un comentario que desató carcajadas entre los asistentes.
Hubo momentos de “tensión” —como cuando varios seguidores intentaron subirse al escenario—, pero ante su pedido, todo volvió a la calma “en términos recitaleros”, porque al mismo tiempo el artista alentaba el pogo en varias ocasiones. La euforia llegó a su punto máximo cuando interpretó SPACE SEX más de una vez, desatando gritos, saltos y una energía que atravesaba generaciones.
No faltaron los agradecimientos: al público, a su equipo de trabajo y especialmente al director audiovisual Joaco Sosa, pilar del proyecto funky carioca Brincando. También compartió escenario con Yesan para cantar Content Explicit, un momento cargado de abrazos y baile.
Aunque algunos temas —como Boffe te amo, su colaboración con su amigo Bofe (Demente)— no sonaron, compensó ese vacío con un gesto muy esperado: tras el recital, salió por la puerta de Cañada a saludar, sacarse fotos y firmar carteles y remeras. Durante el show incluso firmó el brazo de un fan que prometió tatuarse su firma, y Cosmic Kid no dudó: le escribió medio antebrazo.
El recital comenzó cerca de las 20.30 y terminó casi a las 22, con un Cosmic Kid visiblemente emocionado, observando a su público con mezcla de felicidad, admiración y un dejo de incredulidad por lo que había logrado. Hubo referencias a su paso por Córdoba —“viví por acá cerca, en Nueva Córdoba”— y abrió la noche con una pregunta que desató un rugido colectivo: “¿Estamos listos o no estamos listos?”. Su público respondió con creces.
Un fenómeno que reescribe la idea de éxito para esta generación
Si algo quedó claro este sábado en Córdoba es que Cosmic Kid no es solo un cantante. Es un símbolo viviente de que esta generación puede inventar su propio camino profesional sin pedir permiso, sin ajustarse a moldes tradicionales y sin miedo a dejar atrás una identidad para crear otra.
Desde Hoy Día Córdoba estuvimos presentes para ver cómo esta ciudad vibró ante su llegada y cómo su público vivió una experiencia que trascendió la música. Lo que este fenómeno dice sobre los nuevos sueños —y las nuevas formas de alcanzarlos— de la juventud argentina quizás quede corto en una sola crónica, pero nos deja con ganas de seguir descubriendo a una generación que, lejos de estar perdida, está escribiendo su propio mapa.









