El nombre de Lizy Tagliani es un sinónimo de entretenimiento. A través de sus participaciones en radio y televisión con los nombres más resonantes del medio nacional, Tagliani ha adquirido fama pero sobre todo el cariño de sus seguidores. Su llegada a Carlos Paz con el espectáculo “Lizy, sí quiero!”, en el Teatro Bar, se da luego de 10 años de debutar en la calle Corrientes de Buenos Aires con el unipersonal “Mamá, quiero ser…”.
La propuesta teatral le llegó de la mano del empresario y productor Gustavo Yankelevich. “Él tiene un afecto muy particular por este teatro, porque vino muchas temporadas con ‘Mesa de noticias’ y con otras comedias”, apunta Lizy al inicio de la conversación telefónica. El trabajo se presentó en las tablas cordobesas el pasado 22 de diciembre. Acorde al registro que brinda la Asociación Argentina de Empresarios/as Teatrales y Musicales, “Lizy, sí quiero!” viene cosechando números auspiciosos manteniendo su lugar entre las 5 primeras obras en la evaluación por recaudación, cantidad de espectadores y por precio promedio de la entrada. “Estoy muy feliz, con mucha gente, haciendo dos funciones todos los días. Realmente estoy muy agradecida”, expresa la actriz nacida en Resistencia (Chaco).
“Lizy, sí quiero” es un music hall en el que la conductora aborda diferentes relaciones de su vida y aquellas cosas que nunca imaginó que le sucederían. La obra se desarrolla como un unipersonal en el que Tagliani cuenta con la presencia de la pareja de baile Johanna y Matías Ortíz quienes ganaron el concurso Got Talent. Una “gran” compañía para que la gente se relaje de escucharla “hablar sin parar».
HDC: ¿Cómo ves al público? ¿Mantenés un contacto con ellos después de hacer tu show? ¿Te sacás fotos?
LT: Sí, siempre. Es una de las cosas que más disfruto. Honestamente el público de Carlos Paz es muy cariñoso. Me hacen sentir como Madonna. Es tanto el afecto que cuando salgo… Hay chicos de seguridad que me acompañan hasta el estacionamiento. No porque yo tenga miedo ni nada, sino para evitar que se arme un tumulto y todos podamos sacarnos una foto, charlar o lo que sea. Eso es lo que más disfruto. Amo poder tener ese contacto con la gente. Si no pasara eso, no tendría sentido para mí. Yo podría vivir tranquilamente solo de ser famosa. No me molesta para nada el contacto. Me encanta. Si me pagaran por estar con la gente y caminar con ellos mientras saludo y me saco fotos, trabajaría de eso nomás (risas).
HDC: Ese cariño del que hablás se nota desde afuera. En general, en tus redes sociales abundan los comentarios positivos. De todas formas es un ambiente hostil. En ese aspecto, ¿convivís con el “hate” u odiadores?
LT: No, no tengo mucho hate. No es algo que me suceda. Cuando lo tengo, les contesto las inquietudes que tienen. No me llevo mal con eso. Por supuesto que hay algunos que son muy dañinos. Los que te dicen cosas feas son muy hirientes. A mí no me afecta porque desde que tengo uso de razón todo el mundo me decía un montón de cosas por la calle: maricón, puto y otras cosas más. Viví toda mi vida con ese tipo de comentarios al lado. Entonces lo sé convivir y hasta me divierte en cierto punto. Alguien que no nació en la misma generación que yo o que pasó desapercibida toda su vida y de repente se encuentra con un montón de comentarios horribles, obviamente que le debe hacer daño. A mí no me lastima para nada. De hecho lo disfruto, me gusta. Solo contesto cuando tengo una buena respuesta, no para pelear. Porque después nadie se anima a decirte todas esas barbaridades en la cara. Gracias a Dios, porque si no todo el mundo estaría corriendo peligro todo el tiempo.
HDC: Desde el anonimato es mucho más fácil…
LT: Claro. El otro día alguien me dijo: ‘Ay vos que venís con picaporte’. Le dije: ‘No sé qué te referís con picaporte, si te referís a los genitales, tengo pene’. Y seguí: ‘Ojo con lo que te están enseñando de sexualidad porque te vas a terminar cogiendo una cerradura’ (risas). Pero eso lo hago cuando tengo cosas puntuales que contestar.
SU TRABAJO EN RADIO
En la temporada estival, Lizy Tagliani lleva una rutina vertiginosa y ordena. Se despierta a las 05:30 para conducir su programa radial “Arriba Bebé” en Radio Pop, que va de 6 a 9. Al terminar la emisión aprovecha para recorrer Carlos Paz y la zona. Su mañana se dirime en ir al río, tomar un café o un helado para recuperar energías para su show, con el que termina a las 2 de la mañana.
HDC: ¿La radio te da una energía especial? Si bien ahora estás a distancia, ¿compartir la mesa te contagia de tus compañeros?
LT: Sí, total. Es hermosa. La radio es familia. Vos tenés todo el tiempo que quieras para decir cualquier cosa. Para contar todo. No es un medio apurado por el número. Obviamente que es importante pero tiene otro lugar.
HDC: Cuando emigraste a La Pop, ¿decidiste justamente armar una familia?
LT: Yo creo que sí. La radio para mí es eso. La gente tiene que sentirse parte. No es distante. No es una relación de vos hacés algo, yo me río o escucho. No es que están por un lado los oyentes y por otro los conductores y locutores. Es todo junto. Es tan importante la gente que está en la mesa como el oyente. A veces el oyente te corrige, te cuenta algo y hace que el programa avance.
HDC: En programas que funcionan como una mesa de charla sobre diferentes temas es muy notorio cuando no hay fluidez entre los integrantes…
LT: Lo primero que logramos es la conexión. Después nos fuimos ordenando. Al principio éramos muy desordenados y nos fuimos acomodando. Salir desde acá (Villa Carlos Paz), generó que podamos mantener que el que habla termine la frase, de no vomitar lo que uno quiere decir, evitar pisarnos entre nosotros. Es un ejercicio que nos está ayudando a ordenar.
Lizy dio sus primeros pasos en el medio de la mano de Santiago del Moro con quien participó en el ciclo “El Club del Moro”. Luego co-condujo el clásico “Perros de la calle”, junto al periodista Andy Kusnetzoff. En sus intervenciones sobresale un crudo sentido del humor y una extensa reflexión sobre los pormenores que azotan el día a día. “Me pongo re filosófica. Me gusta preguntar todo. Ante cualquier cosa me pregunto ‘¿Qué pasaría si?’ Trato de ir a fondo para que surjan todas las opiniones. Eso me gusta mucho. En mi vida soy así. No porque lo piense muchas veces, pero me gusta que la gente se entere y que entienda que las opiniones pueden ser muy diversas, incluso a veces con un contrapunto fuertísimo”, sostiene Tagliani.
ENSEÑANZAS Y LA IMPORTANCIA DE SU MADRE
HDC: El otro día escuchaba tu programa y hablabas de la lealtad, el respeto por el otro y la confianza…
LT: Nuestra vida es construcción. Hay que saber que quiere uno para el futuro, con qué se quiere ir de este mundo. Eso es fundamental. No importa la fama. Aunque te conozca nada más que tu vecina de al lado, lo importante es qué rasgo tuyo querés dejar en este plano.
HDC: ¿Ya sabías desde joven que querías dejar, o cuál era tu camino a construir?
LT: Sí, siempre supe porque mi mamá me lo decía. De chiquita yo quería todo lo que veía de los demás. A veces yo lloraba porque no me invitaban a un cumpleaños y me decía ‘Mirá vos naciste sola, sin nadie. Así que no te va a pasar nada. Después me daba una reflexión cuando íbamos al cementerio a ver a mi abuelo. Mi madre señala la lápida y decía: ‘Cuando vos te mueras, ahí tiene que decir: Acá descansa Lizy (“Luisito” en esa época, recuerda) Tagliani. Capaz que no cumplió con todos, pero cumplió con ella misma’. Esa enseñanza es un poco lo que hago para mi vida.
HDC: ¿Tu madre fue muy importante para vos?
LT: Mi mamá es alguien que está en el cotidiano conmigo y está en mí. Vive en mí y la admiro cada día más porque ella era analfabeta. Es una mujer que no sabía leer ni escribir, pero tenía una inteligencia superior: bestial, pero hermosa.
HDC: Por lo que decís de ella en otros medios, me da la sensación de que era muy humana.
LT: Extremadamente humana. Muy sensible y mal hablada. Sus actos de amor eran con una burla o con una risa. Yo digo que la naturaleza es sabia porque si mi madre siguiera viva estaría re cancelada (risas). Decía unas barbaridades… pero era una defensora de todos. No dejaba que nadie se meta con el otro. En mi casa se respetaba a cualquiera que viniera. Si venía un señor bigotudo, enorme, machote del puerto y decía que se llamaba Andrea, teníamos que decirle Andrea.
DE OFICIO PELUQUERA
Lizy Tagliani comenzó a cortar el pelo a los 22 años. Su primer cliente famoso fue Roberto Galán. Luego aparecieron Connie Ansaldi, Viviana Canosa, Nicole Neumann y Alejandro Sanz, entre otros. La comediante de 54 años asegura que nunca fue “cholula” al respecto. “Lo económico me llevó a buscar un montón de cosas, siempre de una manera correcta, porque si no mi mamá me mataba. Siempre por el camino del bien y con el trabajo. Mi objetivo nunca fue peinar una famosa o que la gente piense que soy linda. Mi objetivo era tener dinero. El dinero ha sido un motor muy importante porque nunca lo tuve. Entonces me ha hecho trabajar. Soy una materialista solidaria. Me encanta ganar para compartir”, explaya.
CÓMO EMPEZÓ EN EL MEDIO
HDC: ¿Quién fue la primera persona en reconocer tu talento?
LT: Bueno fueron varias personas. Desde mi tía Bernarda, que me ayudaba a hacer los deberes cuando mi mamá trabajaba todo el día, cuando tenía cinco años. Después Santiago del Moro, Marcelo Tinelli, Susana Giménez, Telefé. Todos me han dado una oportunidad que yo he sabido aprovechar. Yo soy de las que dicen: ‘Podés tener todo lo que vos quieras, pero si no captas oportunidades y no las aprovechas al máximo, no vas a ningún lado’. Y si vos no tenés esas oportunidades, tampoco vas a algún lado. No me gusta encasillar a una sola persona porque son un montón de cosas. El hecho de que no haya conseguido trabajo porque no me tomaban porque era trava, me llevó a ser peluquera por accidente. Incluso los no que nos enfrentamos son una construcción para una oportunidad.
TRABAJO, ÉXITO Y HUMOR
HDC: Hablaste mucho sobre la responsabilidad, el trabajo y que cada persona que te dio una oportunidad la supiste aprovechar, ¿te consideras exitosa?
LT: Me considero una mujer afortunada. El éxito para mí es algo meramente adjetivo. Es una palabra frívola. Me da una sensación de frialdad. Es como pensar yo que estoy acá y todos ustedes más abajo, no sé. Prefiero llamarlo afortunada. El privilegio lo tengo y lo agradezco. Pero este privilegio lo tengo porque me lo dieron todo.
HDC: ¿Es esa fortuna o privilegio lo que te hace ser lo que sos? ¿A qué se lo atribuís?
LT: Ni idea. Lo debería responder la gente que me conoce o trabaja conmigo. Yo creo que una de las cosas es el hambre. El hambre literal y el hambre por obtener cosas, por conseguir algo. También pasé hambre de comer (risas), pero lo relaciono con esa ambición que hace que sea trabajadora, que no me sienta mal, que no me importe el horario que me obliga a organizarme para dormir. Yo creo que todo esto es parte de esa ganancia.
HDC: ¿Esa ganancia la relacionas con el humor? ¿Lo ves como esa maquinaria de defensa que te hace salir adelante?
LT: Si, la gente me ve muy divertida y se ríe muchísimo. Si te ponés a pensar, siempre cuento cosas terribles en forma de chiste o historia graciosa. No cuento chistes, cuento historias, pero siempre son verdades. En algún punto la gente después reflexiona ‘Ay me hizo reír tanto pero lo que contaba era tremendo’. No me considero humorista ni nada por el estilo. Solamente tengo la capacidad de sacarle un gran porcentaje de tragedia a las vivencias.
“Lizy, Sí quiero” se exhibe de martes a domingos, a las 22 y a las 23:45, en el Teatro Bar (av. Gral Paz 27). La obra tiene funciones confirmadas hasta el 16 de febrero. Las localidades se obtienen a través de edenentradas.com.ar. El precio de las plateas va de $24.000 a $28.000 más el costo de servicio.