El Festival Nacional de Folklore de Cosquín cerró su 63° edición con Abel Pintos como el encargado de darle fin, por primera vez, al festival que tuvo lugar durante 9 noches consecutivas. Además, se destacó la actuación de Néstor Garnica, Lucía Ceresani y Franco Luciani.
Pintos celebró 25 años desde aquel enero de 1998, cuando subió al escenario Atahualpa Yupanqui de la mano de León Gieco, y no volvió a bajarse durante el siguiente cuarto de siglo. “Es una noche verdaderamente especial para mí”, dijo el artista al referirse a esta celebración al inicio del show. El músico calificó como “un regalo de Dios” la posibilidad de recordar un aniversario tan significativo.
La última noche comenzó con una “fiesta de violineros” a cargo de Néstor Garnica junto a la concertista cordobesa Lucía Luque y la Camerata Docta. El encuentro fue una apertura acorde a una noche de gala y confirmó una apertura de “altísimo vuelo”.
A continuación, la bonaerense Lucía Ceresani, acompañada por su hermano Javier, se adueñaron de la parte delantera del escenario con milongas y huellas que sirvieron como intermedio entre los shows pirotécnicos de Guernica y Luciani.
De esta manera, la bella trilogía del comienzo del domingo se completó con el artista rosarino Franco Luciani quien, al frente de un trío de excepción compuesto por: Leonardo Andersen en guitarra; Pablo Motta en contrabajo; y Bruno Resino en percusión; halló una original manera de poner en diálogo sus 20 años de actividad con el homenaje a grandes del folclore.
Pero en la paleta de Luciani quedaban más colores y dedicatorias para Raúl Carnota (con la zamba “Como flor de campo”) y a Tarragó Ros (con el chamamé “Don Gualberto”), antes de un final colmado de parejas de baile al ritmo de la chacarera “La sensiblera”, que compuso con Alejandro Szwarcman.
La programación tuvo, como motivo único y central de la Delegación de Santiago del Estero, una reivindicación a la figura de Juan Carlos Carabajal, fallecido en noviembre pasado, de la mano de una puesta audiovisual y coreográfica. Donde la ofrenda, ideada por el músico Lucas Carabajal, hijo de Juan Carlos, aspiró a dimensionar “el inmenso y variado legado de su padre”.
También desde tierras santiagueñas llegó la briosa voz de Flor Paz para un efectivo set que combinó canciones propias de fusión: “Fruto” y “Morenito”; con chacareras: “Quiero nombrar a mi pago”, y “Semillas de chacarera”; dos lenguajes en los que se desempeñó con soltura y que recibieron la ovación de la audiencia.
A las 2 de la madrugada, el compositor y cantante bahiense, Abel Pintos, tuvo un inicio marcadamente baladístico y de pop donde entonó: “Tu voz”, “Juntos”, “Espejo”, “Aquí te espero” y “Cómo te extraño”. Y luego dijo: “Es un privilegio poder celebrar 25 años cantando en esta Plaza. Es cierto que hace muchos años que no hago estrictamente música folclórica, pero me dejaron seguir teniendo este espacio y eso es algo que me honra”.
En uso de la palabra, el artista pidió un aplauso para su hermano Ariel, guitarrista de su banda, que también cumple un cuarto de siglo en Cosquín y señaló que aunque no le gusta dedicar sus actuaciones, esta vez lo hizo “con todo nuestro amor a nuestros padres y a nuestro querido hermano Andrés” y también a “La Moro, una gran compositora salteña que la está peleando con toda la fuerza que la caracteriza”.
Acto seguido, anunció estar a gusto de poder traer música tradicional al escenario junto a la cantora Lucía Ceresani a quien convocó para compartir “Stephanie”, de Alfredo Zitarrosa. Por esa senda, presentó a Milo, el niño de 11 años que lo antecedió en el esquema de la programación y esquivando una resolución del propio Festival que no permite la presencia de menores de 16 años y junto a quien entonó “Cuando llegue el alba”.
Sobre las 4 de la madrugada y ya con el poncho encima, Pintos ya había alcanzado a tocar más de 20 canciones que incluyeron clásicos de su repertorio como: “Asuntos pendientes”, “Cien años”, “Revolución” y “La hice llorar”. El final llegó con “Piedra libre”, la canción escrita para su hijo que terminó con una leve llovizna y algunos pilotos y paraguas entre el público. Fue un guiño climático que completó a nivel simbólico el cierre de un show que lo tuvo todo, y que terminó con toda la banda saludando de cara a una plaza Próspero Molina repleta de satisfacción.