Tengo 54 años. En el año 2000 cuando se gestó la primera edición de Cosquín Rock -2001- formaba parte de la plantilla del grupo de radios que pertencían a José Palazzo y otros socios, entre ellas estaba Rock & Pop. Aquellos eran años en los que la situación general en Argentina, en el final de la década marcada por las políticas menemistas, se podía resumir así: el trabajo escaseaba y trabajar no significaba cobrar. El rock tenía mucho para decir y lo decía.
En una pequeña oficina contigua a un sex shop que alquilaba películas XXX en VHS, en el primer piso de la Galería Comercial, funcionaban las radios y allí fue donde grabamos los spots radiofónicos que promocionaban aquella primera edición del CR. Paul Guzmán le puso su voz y su impronta, hoy lo sigue haciendo. Estuve a cargo de la edición de los spots. Héctor «el perro» Emaides, alma mater artística de aquellas primeras ediciones, nos daba el ok. «Si nos dan el ok Divididos y Los Piojos para cerrar cada uno una noche, lo hacemos», le escuché decir alguna vez, y así fue.
Me disculpo por la autorreferencialidad de estas líneas, pero quería revelarles que escribo desde el lugar de quien vio las primeras ecografías de este evento, cuando aun estaba en etapa de gestación. Que también vio las primeras recaudaciones (probablemente inferiores a los costos) en bolsas de consorcio llenas de Lecor. De allí venimos.
Frente a todo aquello, la edición del Cosquín Rock se parece mucho más a un parque de diversiones con temática de rock. Sin ningún tipo de menosprecio, es una descripción que creo, representa no sólo el espíritu del evento sino también de quienes se acercan a disfrutarlo. Pertenecen a generaciones en las cuales el disfrute ocupa un espacio relevante en sus vidas. Así se entiende que en los múltiples escenarios que propone CR 2025 un observador se pueda cruzar con las mismas caras entre el público, porque de eso se trata para ellos, de disfrutar un rato de Hilda Lizarazu cantando temas de Charly García y de venir desde la otra punta donde Los Tipitos ametrallaban sus hits para cantar abrazados Rasguña las Piedras.
Un ritual de encuentro, entre amigos y también entre generaciones, esas para las cuales algunas canciones tienen pesos específicos bien diferentes. Los Dinosaurios o Canción de Alicia en el País, provocan en nosotros (cincuentones) admiración y dolor en dosis similares. Los más jóvenes las disfrutan como las inmensas obras de arte que son.
El primer día de la edición 2025 nos hizo correr o quedarnos en un escenario con cierta resignación de no poder disfrutar lo que estaba pasando en los otros. En los tres principales (Norte, Montaña y Sur) pasamos de Hilda a Cruzando el Charco, dimos una vuelta por El Mató y Guasones (a la misma hora en los extremos), La Vela, Wos y/o Divididos, No Te Va Gustar, Babasónicos o Airbag, Las Pastillas o Dillom y Los Decadentes o Los Ratones, porque a esa hora, ya pasada largamente la medianoche, las energías para recorrer los 2 km que separan los escenarios Norte y Sur, se habían agotado. Al menos, para los de nuestra generación.
El sábado nos quedó pendiente para el domingo darnos una vuelta por La Casita del Blues, donde hubo un merecido Tributo a Pappo, y por el escenario Boomerang/Paraguay, donde siempre podemos esperar que la música nos sorprenda.
Termino estas líneas antes de salir rumbo a Santa María de Punilla para vivir el segundo día del Cosquín Rock 2025. Preparado para ver a una multitud cantar y poguear en el escenario Sur con Las Pelotas, Skay y Los Piojos, e imediatamente correr hacia el Norte para bailar con Luck Ra.
Al fin y al cabo no sabemos ni estamos aquí para preguntarnos que es hoy el rock, sólo venimos a disfrutar, de un recuerdo o de un encuentro.
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