Nacha Guevara fue una de las invitadas en La noche de Mirtha, y aprovechó para contar allí su historia de exilio en el año 1974, durante la última dictadura cívico militar. En ese momento, tuvo que agarrar a sus tres hijos e irse a Perú de un día para el otro, tras haber recibido una amenaza de muerte, al igual que muchos otros artistas.
En menos de dos días, Nacha tuvo que tomar todas sus cosas e irse, justo en el momento más prometedor de toda su carrera como actriz, y llegar a otro país en el que no había lugar para ella en el mundo artístico. “Nos dieron 48 horas para dejar el país. No había redes, era todo muy compartimentado. En Perú, que fue el primer lugar, era imposible hacer algo”, comenzó diciendo.
“Perú era muy atrasado en ese momento, entonces era inconciliable que pudiéramos hacer algo. Lo que sí recuerdo es que nos pasó de todo”, recordó. “Llegando hubo un terremoto, el día de mi cumpleaños. No faltaba nada: era una pensión llena de cucarachas, mugrienta, salimos con 350 dólares y 3 hijos y nos quedaban ya 178, porque habíamos pagado la pensión, y viene el terremoto. Ya era el colmo. Y yo, sentada arriba de la cama, tuve como un delirio y dije: ‘Esto no me va a vencer. Yo voy a llegar a Broadway’”.
Y luego reflexionó: “Imaginate, sentada ahí. Siguieron hablando, como quien no escuchó semejante disparate. Pero el poder de los sueños, yo no sé qué es, hay milagros en la vida, hizo que seis años más tarde yo llegara a Broadway. Por el camino más raro que se podía imaginar. Después fui a México, después a España y después a Estados Unidos. Es una historia dura, pero de un aprendizaje extraordinario. No la cambiaría por nada. Uno saca recursos que no sabía que tenía”.
“Disculpen la ignorancia. Cuando te tenés que ir del país, en una situación así, ¿te lo sugieren?”, preguntó Martín Bossi, que también estaba sentado en la mesa.
“No, no te lo sugieren. En ese momento, mandaban comunicados a la prensa y decían que tales y tales, Héctor Alterio, Guarany, Brisky, Brandoni y yo, nos teníamos que ir en 48 horas del país”, le respondió Nacha.
“Fuimos los primeros amenazados de la cultura. Después yo volví al año y me pusieron una bomba, o sea que si no, te mataban. Por pensar distinto, por ser rebeldes, por manifestarlo y no tener miedo. No sé si éramos inconscientes o qué, pero no teníamos miedo”, cerró.