Frente al mandato que romantiza las Fiestas de fin de año y las asocia a momentos exclusivamente felices y de unión, son cada vez más las personas que intentan romper con el molde de tener que celebrar en familia, si el deseo no es genuino.
La culpa de no encajar exacerba el estrés, profundiza los casos de depresión y ansiedad y, en muchas ocasiones, aumenta la sensación de culpa por sentirse distintos al resto.
Al respecto, la psicóloga Victoria Gómez Bonilla señaló que es importante visibilizar a todas aquellas personas que tienen decidido no festejar sin emitir juicios ni opiniones. «Hay que tener especial cuidado y consideración con quienes sufren las Fiestas. Son épocas donde las ausencias se hacen muy presentes, potenciado por el constante bombardeo de imágenes y mensajes comerciales que invaden las redes sociales y nos imponen que es momento de celebrar en grandes mesas familiares y, además, de estar felices. La comparación nos mata, sobre todo si estás deprimido o tuviste un año difícil y no tenés ánimo para festejar», expresó.
La falta de un ser querido, una separación reciente o la imposibilidad de reunirte con tu familia por encontrarte lejos o cumpliendo horario laboral (como ocurre con los profesionales de la salud, bomberos, personal de seguridad, entre otros) en muchas personas provoca rechazo y fobia a las Fiestas de fin de año.
«Muchas veces predomina otra necesidad por encima de la reunión familiar y es necesario que como sociedad empecemos a normalizarlo: no tiene nada de malo quedarse en casa mirando una película. Si este año tu deseo te mueve hacia otro lado, está bueno escucharlo y permitírtelo», subrayó.
La cuestión económica tampoco es menor. «Hay familias que no tienen el dinero suficiente para llenar una mesa de Navidad o un árbol con regalos para todos», planteó.
¿Qué pasa con aquellas familias ensambladas o matrimonios recién separados donde los hijos se dividen para pasar una fecha con cada uno? Para la madre o el padre que le toca estar sin sus hijos por primera vez es lógico que las Fiestas provoquen angustia y rechazo.
«El escenario puede ser similar para las familias que tienen un integrante enfermo o perdieron a un ser querido en el último año: también es esperable que no sientan deseo de reunirse porque la silla vacía va a renovar la falta y con ella, la angustia contenida», agregó Gómez Bonilla.